La paradoja del dólar barato y ser caros en dólares

El precio que debería tener el dólar en Uruguay es una dilema de todos los días, sobre todo a partir de que en gobiernos de todos los partidos sin excepción la divisa norteamericana es utilizada como ancla para la inflación, habida cuenta además de que culturalmente los uruguayos hacemos automáticamente una conversión de todo a dólares y es manejado por los operadores en general como una referencia insoslayable para toda compra o transacción que se haga en nuestro medio.

Recientemente, a propósito del ingreso a la campaña electoral, y con precandidatos definidos, la Federación Rural decidió reunirse con precandidatos de todos los partidos a efectos de considerar las propuestas de los postulantes respecto a una serie de temas que tienen que ver con la problemática del sector y –muy específicamente– del valor de la divisa, que es la moneda en la que se hacen todas las transacciones comerciales, las exportaciones del agro y naturalmente también en cuanto a la cotización de insumos y costos internos.

Un vocero de la Federación Rural, respecto al tema del dólar, trajo a colación a la rueda de reuniones con precandidatos que para la gremial el dólar debería subir no menos de 20 pesos, para llegar a una cotización no menor a los 58 pesos, cuando actualmente está en los 38,50. El cálculo de los productores refiere a que al inicio de la pandemia el dólar se cotizaba a 43 pesos uruguayos, mientras que desde marzo de 2020 a febrero de este año el IPC subió un 32 por ciento.
Ergo, el país ha tenido inflación en dólares altamente significativa, a la vez que el peso uruguayo se ha revalorizado y por lo tanto este desnivel favorece las importaciones y castiga los precios de la exportación a la hora de traducir los dólares a pesos, por lo que evidentemente hay un desequilibrio manifiesto que repercute en todos los órdenes, y una de las consecuencias es que los salarios han subido en dólares, pero prácticamente en la misma medida han crecido los precios internos.

Rafael Menéndez, diputado de Cabildo Abierto, reflexionó en el semanario La Mañana a propósito del tema, que ya desde el año pasado “el dólar está muy bajo y los costos de los insumos siguen aumentando. El productor ha tenido que gastar mucho en insumos para poder mantenerse de pie. Compatibilizar el tema de la inflación y el precio del dólar es como el caso de una sábana corta. Obviamente, es tema y preocupación de los economistas. Un dólar bajo tiene consecuencias muy graves. Uruguay está quedando muy caro a nivel regional y a nivel de países extra región. Eso hace que seamos menos competitivos y que las exportaciones disminuyan. Además, hay otros daños colaterales como el aumento de la informalidad y el contrabando. También está la cantidad de gente que viaja hacia Argentina. Cuando el dólar está bajo, menos cantidad de gente se queja y eso lo entiendo, pero tenemos un sector agroexportador que ya está poniendo señales de alerta al gobierno. Hoy no tenemos ingreso de dólares por turismo ni por exportaciones (porque han caído), por lo tanto, tendría que subir el dólar. Pero Uruguay ha llevado a cabo una política monetaria con aumento de las tasas de interés en pesos, que ha logrado obviamente que el dólar se deprecie.
Consideró que el dólar está por debajo de su valor “en un mínimo de 20% y otros llevan esa cifra al 25%. Lo que uno ve es que el productor tiene que seguir haciendo frente a precios en dólares de insumos, que también han sufrido una gran inflación, producto de diversos factores”.

Pero, hay que tener en cuenta que tradicionalmente, en el mundo de la economía referirse a un “atraso cambiario” en Uruguay era poco menos que tabú, al ser considerado como una especie de incitación a la devaluación, porque se remonta al recuerdo de situaciones traumáticas en el Uruguay por efectos de ir acumulando presión en el sistema cambiario y la economía, que en determinado momento estalla por ser imposible de contener, como ocurrió en 1982, y más cercano en el tiempo sobre fines de la década de 1990.
Sin embargo, con estos antecedentes, esta problemática es analizada con una mirada mucho más actualizada y racional en base a lo que ha venido ocurriendo en Uruguay ya más cercano en el tiempo, en todos los gobiernos, y es que el tipo de cambio es utilizado como un instrumento de estabilidad y de anclaje para determinados parámetros, como la inflación, pero con consecuencias negativas ostensibles sobre otras áreas de la economía.

Precisamente el eje está puesto en situaciones que han derivado en que se haya llegado a un atraso manifiesto –según The Economist, la divisa norteamericana debería estar por encima de los 50 pesos– y sobre todo, en cómo salir de este problema que afecta seriamente al sector exportador y que se traslada a otras actividades y a la economía en general.

Economistas se preguntan, con razón, si Uruguay tiene fundamentos económicos para que el peso uruguayo sea uno de los más fuertes del mundo, en tanto el economista Ignacio Munyo trajo a colación que hace ya más de seis años “me tocó participar de un evento en la Rural del Prado también para hablar del atraso cambiario. La situación y la discusión eran muy parecidas. El desalineamiento cambiario con respecto al promedio histórico de la paridad real del tipo de cambio con Estados Unidos hoy es muy parecido a lo que era en setiembre de 2017”.

El director de Ceres observó que “la conclusión en aquel momento es que la única forma de salir de una situación así viene por el lado fiscal. El corazón del problema del desalineamiento es fiscal. La única intervención genuina que puede haber por parte del gobierno para salir de un tipo de cambio que no es el que la economía o el sector productivo puede desear es con superávit fiscal. Y si uno compara hoy la situación fiscal con respecto a setiembre de 2017, es impresionantemente parecido”.

Otros economistas como Aldo Lema van por otro lado, al evaluar que “cuando un país hace las cosas relativamente bien, su moneda tiende a apreciarse. Cuando hablamos de alineamientos cambiarios deberíamos incorporar más variables y sus fundamentos. Por ejemplo, la posición de riqueza del país, el comportamiento del gasto privado respecto al producto, el diferencial de crecimiento per cápita que tenemos con el resto del mundo y los términos de intercambio, entre otros. No importa tanto el déficit fiscal, como el tamaño del gasto público”.

Todos argumentos de recibo, por cierto, con miradas desde diversos ángulos, pero que en esencia refieren a que se debió haber hecho correcciones en su momento para reducir esta dependencia del anclaje del dólar en cuanto a estabilidad e inflación, todo lo que ha llevado a que Uruguay resulte efectivamente en un país caro en la comparativa internacional.

Y el ser caro implica serios problemas para el comercio exterior, porque no solo desaloja a nuestros productos de exportación de gran parte de los mercados, sino que además los de producción nacional son desalojados por los importados más baratos, debido precisamente a nuestros altos costos en dólares.
Ergo, la raíz del tema es cómo hacemos para ser más baratos en la comparativa internacional sin hacer que el dólar suba en forma desequilibrante y consecuentemente lo haga la inflación, haciendo entonces que los costos también suban y por ende perdiendo por un lado lo que se gane por el otro. Hasta ahora, ningún gobierno le ha encontrado la vuelta, lamentablemente.