Los uruguayos concurrimos este domingo a las urnas en paz y con plena vigencia de las libertades y derechos que nos brinda la democracia, pero lo que es mucho mejor, además, contrariamente a lo ocurrido en anteriores instancias y otras épocas, hubo expresiones coincidentes de convivencia y de respeto en el desarrollo del acto eleccionario, sin hechos de intolerancia que lamentar.
Más aún, a la vez las dirigencias de los partidos involucrados –salvo alguna salida posterior destemplada de Gustavo Salle– se destacaron por un reconocimiento y convocatoria a la unión de los uruguayos, con un mensaje subliminal de cara a generar adhesión hacia la instancia del balotaje.
Pero sí lo que es muy importante, y como primer dato significativo confirmado, es que la ciudadanía le dijo que no al proyecto de reforma de la seguridad social promovido por el Pit Cnt, una iniciativa que de aprobarse hubiera dejado al país ante un escenario harto comprometido desde el punto de vista fiscal, por cuanto todos los candidatos coincidieron en señalar que la financiación de este proyecto hubiera sido un golpe tremendo para la economía y la sustentabilidad del país. Tampoco obtuvo la mayoría necesaria el plebiscito para autorizar los allanamientos nocturnos en la lucha contra las bocas de droga.
Y desde el punto de vista electoral, es evidente que el estado de ánimo en la dirigencia de los respectivos partidos a medida que se iban dando resultados y sobre todo proyecciones tuvo mucho que ver con las expectativas que se venían generando en los días previos, por cuanto a partir de encuestas que se iban conociendo, en el Partido Nacional se tuvo un ámbito triunfalista a la luz de los resultados que se volcaban, por cuanto más o menos mantenía los votos de la elección anterior, cuando las empresas encuestadoras lo daban con una sensible caída; en tanto en el Frente Amplio hubo cierta frustración, al considerar que era de esperar un respaldo mayor y hasta la eventualidad de ganar en primera vuelta con mayorías parlamentarias, en el techo de las expectativas.
En tanto en el Partido Colorado, si bien se recibió los resultados con buen ánimo, no coincidían los números con alguna encuesta que exhibía prácticamente igualdad de adhesiones con el integrante mayoritario de la coalición, a la cual muchos ciudadanos de este partido creyeron.
Es decir, se trató de expectativas versus una realidad pos electoral, y en esta confrontación el estado de ánimo fue diverso, más allá de un análisis objetivo de los datos de la elección, que indican que de octubre de 2019 a este octubre, el Frente Amplio mejoró la votación en cinco puntos, el Partido Nacional más o menos se mantuvo, con una leve caída, el Partido Colorado creció tres puntos y hubo sí una fuerte caída de Cabildo Abierto, además de una permanencia del Partido Independiente, pero haciendo un conjunto de casi absoluta paridad entre los dos grandes bloques de opinión o ideológicos.
A su vez, pese a la paridad en votos sumados en bloques, el Frente Amplio, de acuerdo a los números primarios, ha obtenido mayoría de una banca en el Senado, lo que no es poca cosa, debido al sistema electoral, que amerita que partidos pequeños de la coalición no han logrado individualmente votos para una banca, como sí lo hizo el Frente Amplio al tener los votos dentro del lema, y ello ha hecho la diferencia, mientras que en el caso de los diputados, ninguno de los partidos ha obtenido la mayoría y se tendría que negociar para la aprobación de leyes y acuerdos necesarios para determinadas instancias legislativas.
Claro, ahora se abre la etapa decisiva en el proceso electoral, es decir la campaña para el balotaje del 24 de noviembre, en la que los uruguayos decidirán a quién prefieren para presidente, entre los dos partidos más votados, que son el Frente Amplio y el Partido Nacional, con el antecedente de que ya hay por lo menos la experiencia de un período de gobernar en bloque, con sus luces y sombras, en tanto que una elección atrás todo era interrogantes y miradas de desconfianza a este respecto.
Sin dudas, hay cierto favoritismo de la coalición opositora, por el hecho de que la izquierda ha apelado en gran medida a pedir el voto castigo, como se da para todo gobierno, y seguramente eso ya se ha reflejado en esta votación de octubre, pero también existe incertidumbre respecto a cómo se distribuirán los votantes de los partidos pequeños, que podrían inclinar la balanza hacia uno u otro lado.
Por cierto, dentro del Frente Amplio, ya pasando al escenario interno, nos encontramos con que prácticamente ha desaparecido el astorismo, con una preeminencia casi absoluta del MPP, el Partido Comunista, el Socialista, entre otros sectores muy volcados a la izquierda, y con un solo senador del Seregnismo, que es el grupo más moderado dentro de la coalición de izquierdas. Ello apunta a ser un factor que aparece negativo para acercar a las partes, cuando el próximo gobierno debe ser particularmente dialoguista y buscar acuerdos, por cuanto si bien de confirmarse los números primarios, la izquierda tiene mayoría en el Senado, en Diputados está en minoría, y por lo tanto se corre el riesgo de un empantanamiento legislativo en temas decisivos para iniciativas procedentes del gobierno, del signo que sea.
Y porque además el partido del outsider Gustavo Salle, con dos diputados, con su discurso antisistema queda con poder de veto dentro de la cámara, en teoría con capacidad para bloquear leyes, pero solo si los legisladores de los dos grandes bloques no logran ponerse de acuerdo, y esta es una situación límite que debería evitarse.
Este es a grandes rasgos el escenario que se abre a los uruguayos, de cara al desafío electoral de noviembre, con cada partido con sus razones para festejar y para asumir adversidades a partir del último domingo de octubre, ante un país que nuevamente se presenta dividido en dos grandes bloques, con leves variaciones de una elección a otra.
Pero evidentemente surge como mandato insoslayable que más allá del bloque al que le toque gobernar tras el balotaje, éste deberá apostar al diálogo, a la búsqueda de coincidencias ante la imposibilidad de gobernar por su cuenta y por supuesto, anteponer el interés general, el de los ciudadanos, a los propios, sin ánimo refundacional.
Además, ante los cortoplacismos que han primado, procurar seguir apostando a las políticas de Estado existentes y promover su concreción en las áreas donde estén faltando, porque es la única forma de que los uruguayos podamos abordar el futuro inmediato con una mirada más optimista y sustentada en realidades, antes que en ilusiones. → Leer más