En nuestro editorial aniversario, el día 1º de julio, reflexionábamos que desde nuestras páginas, como tantos emprendedores, actores, autoridades y fuerzas vivas locales, habíamos puesto nuestro granito de arena para contribuir al impulso y florecimiento del Paysandú industrial, que se desarrollara en la década de 1940 y que se proyectó pujante hacia la segunda mitad del Siglo XX, “una época imborrable y fundamental para consolidar y potenciar el hoy alicaído espíritu de Paysandú, con serias dificultades para la reconversión a partir de que las grandes industrias han ido desapareciendo desde aquella época de oro, por cierto, en la que el trabajo del terruño se tradujo en la creación de más fuentes de empleo y la industrialización de materia prima de la zona, en emprendimientos a tono con aquellos tiempos”.
El escenario que se presenta hoy en una de aquellas empresas emblemáticas, la curtiembre Paycueros, --la única posiblemente que queda de la época de oro del Paysandú industrial-- responde a esa reflexión muy esquemática de nuestro editorial respecto a esta realidad, producto de una serie de factores que son endógenos y externos a la misma vez, porque el país pero sobre todo el mundo ha cambiado, y mucho más para las empresas que vuelcan su producción a la exportación. Respecto a la problemática de esta empresa, no es una sorpresa para nadie que siga las cosas más o menos de cerca, que de lo que se trata es de competitividad, en este caso el valor agregado a la materia prima que producimos dentro de fronteras, como el cuero, y en resumidas cuentas, el quid de la cuestión es que trabajar el cuero resulta más caro en Uruguay que en otras latitudes, donde se trabaja con menores costos, tanto desde el punto de vista de los insumos en general como del plano laboral, y por ende el producto terminado se puede vender prácticamente a mitad de precio, a tono con los valores del mercado global.
No es un secreto: el comercio, el intercambio de bienes y servicios se mueve hacia un lado o hacia otro dependiendo de los costos, los reales y los que se imponen por medidas políticas proteccionistas también, ya sea por la vía de subsidios internos como por aranceles o barreras sanitarias que disfrazan los impuestos que se aplican para desestimular el ingreso de productos desde el extranjero. Y este escenario es clave para que hoy --ya desde hace años, en realidad-- la industria local Paycueros, como antes ocurriera con Paylana, con la producción de remolacha para Azucarlito, como los problemas de AmBev, por citar los más importantes en cuanto a provisión de empleo en Paysandú, estén sufriendo o ya hayan sufrido este cambio de paradigma y con ello la desaparición de miles de empleos desde aquel Paysandú industrial pujante. En la edición del miércoles de EL TELEGRAFO dábamos a conocer la explicación de la multinacional respecto a la situación de la planta de Paysandú, a través de conceptos vertidos por el director Diego Stein y el asesor legal, Dr. Rodrigo Deleón, ante la Comisión de Asuntos Laborales del Senado, donde señalaron que “es prácticamente irreversible que hoy, en el contexto mundial”, la planta sanducera “pueda terminar la misma cantidad de cueros que terminaba antes”. Stein aclaró que “la planta de terminación va a seguir funcionando”, para abastecer los negocios de la región, pero no así para los negocios de Asia.
Por su lado Deleón mencionó el costo adicional que implica que la planta esté al norte del río Negro –la única que queda en la región--, es decir lejos de Montevideo, por un tema de flete y logística, lo que se agrega al ya oneroso costo país para el desenvolvimiento industrial y de todo emprendimiento productivo y de servicios, porque a la hora de traducirlo a dólares para competir quedamos muy lejos en la ecuación que se necesita para ingresar a los mercados internacionales, cuando el grueso de los clientes se encuentra en Asia.
Precisamente el tema geográfico es particularmente importante, si se tiene en cuenta que como expresó Stein la logística existente en el subcontinente latinoamericano hace muy difícil cumplir con los tiempos de entrega de productos que son de 15 a 20 días, una vez que la curtiembre toma el pedido, mientras la tendencia es que el modelo de producción, por aumento de costos, se va moviendo al sudeste asiático, como es el caso de Vietnam, Indonesia, India y Camboya.
Este escenario, como consecuencia de estos y otros factores, conlleva que se dote de un menor valor agregado a la materia prima en Uruguay y la región, y en el caso de Paycueros, una menor demanda de pedidos de cuero en la empresa, pero sobre todo, según el director, “hay un problema estructural, no es que sea algo puntual de una planta o de una empresa”, porque la realidad “hace muy difícil hacer todo el proceso del cuero en la forma en que lo veníamos haciendo en Paysandú o en Uruguay”.
En suma, para el empresario, “eso nos hace ver nuevamente, que terminar cuero en Uruguay, en el mediano plazo, no es una posibilidad, y aún menos en el corto plazo”.
Mientras tanto, desde la gremial de trabajadores UTP, se indica que “esto no es una novedad, porque desde hace muchos años denunciamos que la terminación del cuero no es viable en Uruguay. Por eso abrieron una planta de terminación en Vietnam, que la inauguraron en marzo de este año”, a la vez que cuestionan que el gobierno anterior “liberó aún más”, la salida de cueros del país sin trabas, en el marco de un escenario que los curtidores “lo venimos diciendo desde hace más de 20 años”, en tanto procuran que se diligencie de forma más expeditiva y con menos burocracia el tema de la prórroga del seguro por desempleo.
A su vez consideran que de todas formas la empresa puede retomar el procesamiento de cueros a mayor volumen, para lo que ha incorporado nuevas tecnologías y maquinarias, por lo que entienden que es un problema coyuntural y no estructural, al prepararse la empresa para procesar mayor cantidad de cueros.
Esta problemática, sin desconocer sus aspectos particulares y posturas contrapuestas entre empresarios y sindicato del rubro, se inscribe en lo que señalábamos del Uruguay caro, que queda fuera de los mercados aún en aquellos casos en que se dota a la materia prima de un ínfimo valor agregado, por lo que nos estamos quedando solo como productores de materia prima, proporcionando trabajo fuera de fronteras y solo produciendo aquello para lo que tenemos ventajas comparativas naturales.
Por eso es entendible que cualquier empresa busque abaratar costos por la vía de tecnificar la producción, sustituyendo mano de obra por máquinas más eficientes y que logran la productividad imprescindible para por lo menos seguir existiendo, y sí, prescindiendo todo lo posible del trabajador humano, que además genera otros costos asociados por medidas sindicales, reclamos, faltas, enfermedades, etcétera. Dicho de otra forma, nada nuevo desde la Revolución Industrial del siglo XVIII hasta el presente, donde el que no evoluciona y se adapta al mundo, desaparece.
Lamentablemente en el caso de Uruguay el proceso se ve acelerado por el costo país, por el cual aún con la mejor voluntad y tecnología es casi imposible ser competitivos en el mundo. De esta forma Paysandú ha ido perdiendo sus industrias y de mano de obra calificada, mientras los emprendedores que están dispuestos a invertir buscan otros horizontes, ya sea en el sur del país o directamente fuera de fronteras.
Porque el problema es estructural, de los altos costos en dólares como causa y consecuencia, todo a la vez; de la energía, de los insumos en general, del costo de la mano de obra, del costo del Estado, de la falta de políticas de estado, del propio sindicalismo mal entendido, y ello es lo que hace tan difícil liberarnos de los corsés que nos inmovilizan, mientras se suceden los gobiernos sin encontrarle la vuelta, más allá de algunos retoques y maquillajes para seguir pateando la pelota hacia adelante.
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