Escribe Ernesto Kreimerman: Rusia-Ucrania: una guerra encapsulada y costosa que hipoteca el futuro

La gran madre Rusia erró, y se empantanó. Creyó entrar a un conflicto que le llevaría unos pocos meses y ya lleva más de un año, unos catorce meses. La invasión comenzó el 24 de febrero de 2022 y al momento de escribir esta columna no se vislumbra una solución, un camino alternativo a la citación actual.
Vladimir Putin, por aquellos días de febrero del año pasado, a modo de justificación de su decisión dijo: “la expansión de la OTAN y el desarrollo militar del territorio de Ucrania por parte de la Alianza es inaceptable para Rusia”. Mientras tanto, Putin ordenó un despliegue desacostumbrado de tropas y armamentos, atacando Ucrania en varios frentes simultáneamente, en un plan que incluía también la capital, Kiev, una ciudad con una población de 2.954.300 habitantes y aproximadamente 3.650.000 en su área metropolitana.

Pero Putin erró de enemigo y creyó que la acción directa aún es válida. La movida táctica de Biden le devolvió a EE. UU. su condición de liderazgo de nuevo propósito, lejos de una reedición de la guerra fría, al que han denominado “liderazgo colaborativo”.

Más de 14 meses

Es muy difícil conocer el costo de toda esta movida militar y su alto impacto en las respectivas economías, estructuras urbanas y logísticas, incluyendo las hospitalarias. Podemos sí ensayar algunas aproximaciones que nos permitirán tener una aproximación a la dimensión económica de esta guerra, y a una parte de los inmensos costos del rearme de uno y otro bando.
La BBC publicaba el 22 de marzo de 2022 que “según el Center for Economic Recovery, formado por un grupo de economistas y asesores del gobierno ucraniano, los primeros 23 días de la invasión le han costado a Rusia al menos U$S 19.900 millones en gasto militar directo. Estiman que el Kremlin ha perdido U$S 9.000 millones en maquinaria militar destruida”.

La comunidad internacional se ha volcado en “apoyo” de Ucrania ante la difícil situación que debe enfrentar a partir de la “intempestiva” invasión por parte de Rusia. Estados Unidos ha sido, por lo menos hasta ahora, el país que más ha colaborado con el país eslavo, sumando desembolsos desde agosto hasta enero de 2023 por aproximadamente 73.000 millones de euros. Por supuesto, una cifra parcial y sujeta a revisión al alza.

Del lado ruso, la revista Forbes estimaba que desde el comienzo de la guerra hasta la última semana de noviembre, la guerra había sumado gastos por 82 mil millones de euros. Según publicaciones europeas, unos 14.000 millones es lo han costado los ataques con cohetes en Ucrania.
También la prensa europea ha publicado que se han disparado más de 4.000 cohetes contra objetivos ucranianos. Esas estimaciones, señalaban que cada uno de esos cohetes había costado 3 millones de dólares.

Complementariamente, otros 6.600 millones de dólares fue el costo de la artillería y, finalmente, 15.600 millones de dólares sumaron los salarios de los militares. Diferentes estimaciones, ubican en aproximadamente 20.800 millones de dólares las pérdidas en equipo militar.
Pero las cifras son aún mayores, por dos razones: la primera de ellas, porque la guerra lleva ya 14 meses y éste racconto refiere a períodos parciales; y dos, por la opacidad con que se manejan este tipo de información.

Y cuánto ha costado la inestabilidad

Pero los costos del conflicto armado no se reducen al impacto directo sobre los directamente implicados. Es por todos sabido que ha afectado a la economía regional y global a partir de las tensiones producidas en las cadenas de abastecimiento, empezando por la energética, petróleo y gas. Pero no sólo éstos, también en commoditties.
De acuerdo a un relevamiento del Instituto Alemán de Estudios Económicos publicado al cierre de febrero, la guerra entre Rusia y Ucrania ya le ha costado a la economía global una cifra superior a los 1,6 billones de dólares considerando el período que va desde el 24 de febrero y el 31 de diciembre de 2022. En las advertencias finales del análisis, se destaca que las pérdidas de la producción global podrían sumar una cifra algo mayor al billón de dólares.

El Instituto Alemán de Estudios Económicos establece que el modelo de cálculo se basa en el Producto Bruto Interno, (PBI), tomándose en cuenta las previsiones de caída del Fondo Monetario Internacional (FMI), la que también sirvieron como base de cálculo y estimación. El Instituto revela que se comparó la evolución real del PBI en 2022 y la previsión para 2023 con la evolución prevista originalmente sin la guerra de Ucrania a finales de 2021.
La guerra en curso provocó interrupciones en el suministro y la producción en todo el mundo, según el estudio, algunas de ellas de imposible estimación. Uno de los de mayor impacto a nivel económico y social, fueron los precios de la energía, los que se dispararon debido al conflicto.

Estos incrementos en la energía, con fuerte y directa repercusión en la economía doméstica de las familias, provocó un aumento significativo en las tasas de inflación alrededor del mundo, así como también erosionó el poder adquisitivo de los consumidores. “En vista de las perspectivas económicas inciertas, el aumento de los costos de financiamiento como resultado de las crecientes tasas de interés en todo el mundo y el aumento en el costo de los bienes de capital, las empresas de todo el mundo están frenando sus inversiones”, agregó.

Las consecuencias de las subas de las tasas de interés son directas sobre el financiamiento de la economía, especialmente, en las de mediano y largo plazo. En algunos países, las subas de las tasas, o dicho de otra manera, el incremento de los costos del financiamiento, ha colisionado con el ánimo de los consumidores que se han negado a aceptar subas y optaron por retraerse y recortar gastos. Ello ha repercutido en las empresas informáticas donde los anuncios de recortes de plantilla llegaron hasta el 15%.
Para el año 2023, el estudio indicó que se espera que las pérdidas anuales sean un poco menores que las de 2022, básicamente por la tendencia a la estabilización una vez que el flujo de caja se recompone y se reacomodan los mercados mundiales de materias primas y energía.

Una guerra encapsulada y agotadora

La Rusia de Putin no ha logrado ni una victoria rápida ni una victoria lenta. A 14 meses de iniciada la guerra, y considerando la opacidad noticiosa, lo que sabemos son los miles de millones que salen de las arcas rusas y ucranianas para respaldar el accionar en el campo de batalla.
Además, van agotando su capacidad de endeudamiento futuro, por lo que cuando termine el conflicto, que no será pronto, las posibilidades de apelar al crédito para recomponer la destruida infraestructura logística, hoy es imposible de estimar.

Y lo que es más importante, ni Rusia ni Ucrania estarán en condiciones de pensar en otra cosa que no sea en el corto plazo, en la guerra encapsulada y en agendas de ahorro para hacer frente a las deudas. Y Estados Unidos ha reordenado prioridades y alineamientos, ya ejerciendo su liderazgo colaborativo, con el camino despejado para sus asuntos de fondo con China.