A cinco años del Acuerdo de París
En medio de una pandemia sanitaria, se cumplieron cinco años del Acuerdo de París. La COP21, celebrada el 12 de diciembre de 2015 en la capital francesa, se comprometía a combatir el cambio climático e invertir para bajar las emisiones de carbono. Se planteaba el objetivo de descender 1,5 grados Celsius los niveles industriales hacia el final del siglo y lograr fuentes de financiación para apoyar a los países en desarrollo.
Sus líderes establecían un marco tecnológico nuevo orientado a redoblar los esfuerzos, con un inventario mundial de evaluación cada cinco años sobre los progresos del acuerdo que otorgara un sentido de transparencia pública. Sin embargo, poco puede evaluarse como positivo. Este 2020 quedará como el tercer año más cálido de los registros y la meta del descenso de la temperatura está muy lejos de alcanzarse. Incluso más: desde el año 1900 la Tierra se calentó un grado más y las políticas industriales van camino a un incremento de la temperatura en 2,9º.
De acuerdo a la COP21, en los siguientes diez años las emisiones de carbono deberán bajar a la mitad para limitar el calentamiento a 1,5º. Las acciones, hasta ahora, están solo en el papel y en las declaraciones de buena voluntad. Porque una cosa es la promesa de los gobiernos y otra, sus decisiones al respecto.
Este año, Estados Unidos se convirtió en el primer país del mundo en retirarse formalmente del acuerdo, luego del anuncio del presidente Donald Trump en 2017. Este país representa el 15% de las emisiones totales, pero también es la economía más poderosa. Por eso, ahora los ojos están sobre el presidente Joe Biden, quien resultó electo por su prédica durante la campaña electoral de descarbonizar la economía estadounidense.
Sin embargo, la realidad es porfiada. La frecuencia creciente de eventos climáticos adversos es el resultado de las escasas políticas sobre el clima y, fundamentalmente, sobre sus causas. El contexto planteado por la COVID-19 ha creado otras promesas y presenta en los discursos públicos la necesidad de crear nuevas formas de producción y de empleo. Pero esas consideraciones se yerguen sobre la realidad actual con un enorme signo de interrogación. Probablemente sea la primera reacción ante este escenario inimaginable hace cinco años que demuestra una severa crisis global.
Las organizaciones sociales y las comunidades a nivel mundial demandan soluciones urgentes porque los recursos naturales se encuentran al límite. Pero es un daño que no reconocen las grandes economías y la falta de abordaje es la consecuencia de la catástrofe climática.
La última conferencia que recordó este acuerdo, se realizó el sábado y en forma virtual. Nada que ver con el bullicio de 195 países que firmaron su compromiso hace un lustro. El objetivo del encuentro planteó dar un nuevo impulso a las negociaciones sobre el cambio climático que se encuentran congeladas porque este año era, precisamente, de revisión y muestra de resultados.
No obstante, la pandemia cambió los planes de los gobiernos y suspendió las cumbres presenciales, pero no modificó la realidad medioambiental. Si bien las emisiones de carbono en el uso de la energía bajarán este año aproximadamente 7% por el aislamiento y descenso de las actividades, las concentraciones de gases invernadero continúan en crecimiento. Los incendios en cualquier parte del planeta, los huracanes, inundaciones u olas de calor son las respuestas a las preguntas que se hagan sobre los resultados de los planes de las grandes economías.
En la próxima década, para cumplir el objetivo del acuerdo, la producción mundial de carbón debería bajar cada año 11%, el petróleo 4%, el gas 3% y la energía fósil 6%, para ser coherentes con la meta de 1,5º C.
En lo concreto, el G20 acordó destinar al menos 192.000 millones de dólares en medidas contra la pandemia a los sectores encargados de la producción y consumo de combustibles fósiles. Cabe recordar que habían comprometido 125.000 millones a la energía limpia, por lo tanto, los esfuerzos están orientado en mantener el status quo.
Uruguay participó en la denominada Cumbre de Ambición Climática de la Organización de las Naciones Unidas, que recordó el Acuerdo de París. El presidente Luis Lacalle Pou señaló el compromiso del país, firmado en 2017, para bajar un 50% la intensidad de sus emisiones hacia 2025. Enfocó su discurso en que las acciones climáticas deben basarse “en derechos humanos con equidad de género e intergeneracional” para lograr “una transformación productiva sostenible que genere nuevas cadenas de valor, nuevas oportunidades de desarrollo y empleo de calidad, y que tenga además un enfoque de transición justa que no deje a nadie atrás”.
La reducción de las emisiones es un anuncio positivo, pero es lo que llevan a la práctica los países desde hace varios años, ante las transformaciones globales de los sistemas de producción. En cualquier caso, más que el acuerdo firmado hace cinco años, las demandas por resultados lo harán las futuras generaciones que ya nacen con un problema que no crearon y deberán resolver. → Leer más