Si bien fue el primer país afectado por el COVID-19, el punto de partida en realidad de la pandemia, –con muchas interrogantes todavía por aclarar en este aspecto, en base a su régimen vertical y autoritario, así como a factores culturales– China ha logrado marginar los efectos devastadores que ha causado el virus en la economía mundial, y ya se asoma como liderando la reactivación económica pos pandemia.
Hace un año recién se comenzaba a hablar de las consecuencias de la aparición del virus en la ciudad de Wuhan, identificada como el lugar del primer brote, y desde entonces se registró el avance que hasta hoy sigue causando estragos en todo el mundo, y va en algunos países por la segunda y tercera ola.
Ajena a este escenario, paradójicamente, la economía china manifiesta acelerada recuperación y en octubre ya se tradujo en una expansión de la producción industrial, que registra un incremento del 7 por ciento, así como un 4 por ciento en las ventas minoristas y un 2 por ciento de inversión de capital fijo.
De acuerdo a los datos aportados por la compañía de gestión de activos Schroeders, hay indicativos de que incluso el gigante asiático tiene espacio para estimular la economía, lo que se pone de manifiesto con la decisión del gobierno chino de invertir más en infraestructura y reducir algunos impuestos y subsidios.
En gran medida, la idea es también fortalecer el mercado interno, lo que ha paliado las consecuencias de la guerra comercial que iniciara Donald Trump, que ya había afectado la economía mundial antes de la pandemia.
Pero el tamaño del mercado interno chino hace que esta pata obre también como fuerte sostén del crecimiento económico, con la salvedad de que requiere de materia prima para procesar y realimentar este proceso, de cara a su situación interna en lugar de poner énfasis en las exportaciones, como había sido la premisa.
Pero ya sea por exportación como por consumo interno, la nación asiática es sin dudas un gran comprador de materias primas, y por lo tanto, en plena crisis por la pandemia, su presencia en el mercado internacional puede ser una tabla salvadora para muchas naciones productoras, como es el caso de América Latina y en particular de Uruguay.
En este sentido, según da cuenta Búsqueda, Marco Carrasco, economista de Harvard Kennedy School y especialista en temas de China, hay una implicancia directa en la economía uruguaya, y explica que “en los últimos días se ha visto un resurgimiento de algunos commodities y en gran medida el motor de esto es la demanda de China”.
Advirtió sin embargo que algunas estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas respecto a la capacidad de China para sostener una demanda similar a la de años atrás pinta un panorama menos favorable.
Consigna que “si bien se espera una expansión para productos como el cobre, los frutos y los granos como el arroz, también se espera un descenso de la exportación de minerales, commodities energéticos, y el trigo entre otros, lo que se traduce en base a estas estimaciones que de todos modos las exportaciones de países sudamericanos tendrían una caída de entre 3.000 y 7.800 millones al cabo de 2020.
Es decir, factores positivos y negativos que se entrecruzan en este mar de incertidumbres que ha traído aparejado la pandemia, asimilable a las siete plagas de Egipto y cuando el mundo todavía trataba de reacomodarse en el tramado de la guerra comercial declarada por Trump.
El advenimiento de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos seguramente será un factor moderador de este enfrentamiento, pero llega en un momento en el que en gran medida en el mundo resurgen medidas de un sálvese quien pueda, que no es otra cosa que acelerar el proceso de descomposición.
Por cierto, la disponibilidad de vacunas trae un horizonte nuevo en esta sucesión de problemas concatenados, y nuestro país, ya altamente vulnerable de por sí, sufre este escenario cuando el actual gobierno heredó un déficit fiscal de más del 5 por ciento del PBI, que se ha acentuado este año debido a que los gastos se acrecentaron para hacer frente a la pandemia y además decayó la actividad por las medidas de contención del COVID-19.
La perspectiva de que China dé impulso a los precios de materias primas que exporta nuestro país sería un buen paliativo para nuestras penurias económicas, pero todavía muy insuficiente ante la magnitud del desfasaje y la incertidumbre general en los mercados.
Pero con o sin pandemia, hay patrones claros que no se deben abandonar en el área de la economía, que tienen que ver con una regla fiscal que limite el desfasaje entre ingresos y egresos en las cuentas del Estado, es decir evitando que se gaste más de lo que entra, y en este sentido el Presupuesto Quinquenal está llamado a ser una herramienta en la que se combinen la austeridad con estímulos para la inversión y contemplar a los sectores más afectados por la pandemia y el parate de la actividad.
En este período pos pandemia, además, en tanto la situación siga incierta, el Estado está llamado a tener un rol muy significativo en cuanto a su papel de subvencionar temporalmente actividades que ocupen mano de obra, contener a los grupos afectados a través del Seguro por Desempleo, pero con la mirada puesta en que es preciso promover la inversión y aliviar costos a los sectores reales de la economía, lo que solo puede lograrse si desde el Estado se gasta en forma más eficiente y devolviendo en servicios el esfuerzo que hace el contribuyente.
Tenemos coyunturalmente más Estado debido a las circunstancias, pero esto deberá ser una excepción, y no consolidar una presencia que implica más problemas para el país, más costos para los actores reales de la economía y menos capacidad de atender a los que realmente nos van a sacar de la crisis, que son los capitales de riesgo con capacidad de inversión y creación de más fuentes de empleo.
Debe apuntarse a la vez a mejorar la posición de Uruguay en la apertura al mundo, con una integración comercial efectiva y a la vez trabajar en aspectos clave como la educación, la capacitación laboral, la generación de infraestructura y de propiciar cadenas de valor dentro de fronteras, como gran generador de fuentes de empleo y reciclaje de riqueza.