En burbujas y sin atajos

Convivir en burbujas y sin atajos es una de las recomendaciones principales a tener en cuenta en nuestras interacciones diarias, según el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) que trabaja junto al gobierno nacional.
La recomendación amerita una aclaración respecto a su alcance. Ocurre que la emergencia sanitaria, el contexto de COVID-19 –o como decidamos llamarle– nos ha afectado hasta el lenguaje. Hace un tiempo al pensar en burbujas nos representábamos las que salen del agua gasificada o las que hacen los niños con jabón para jugar y que se las lleve el viento. El Diccionario de la Real Academia Española define “burbuja” como una porción de aire u otro gas envuelta en una fina película de líquido o formada en el interior del mismo, que tiende a elevarse”, o en un segunda acepción como “cámara u otro lugar acondicionado para poder vivir un ser vivo aislado de gérmenes, toxinas, etc”.
Sin embargo, hoy las autoridades y los científicos antes mencionados utilizan el término para algo muy diferente: una burbuja es “un grupo que se conecta muy poco con otros grupos”, explica un documento del GACH titulado “Conductas cotidianas para la contención de la pandemia”.
Es decir, se le llama “burbuja” a nuestros grupos de contactos, tales como la familia, los compañeros de estudio o trabajo o las personas con las que estamos en contacto en una actividad social determinada o un club, por ejemplo.
El documento explica que “en burbujas chicas y aisladas la COVID-19 avanza lentamente y es frenada por las medidas. En grupos grandes y conectados con otros grupos, avanza muy rápido y es difícil contenerla”.
Un atajo ya no es el camino más corto que el principal y que usamos para llegar más rápidamente a un lugar en nuestros desplazamientos diarios, o los atajos del teclado para realizar diferentes funciones en la computadora. Ahora el término tiene otro ámbito de aplicación cotidiano: “un atajo es un contacto entre grupos lejanos (amigos o familiares que ves poco, personas de diferentes ciudades, trabajos, liceos)”.
Los “atajos” aceleran mucho la transmisión de las enfermedades y acumulan los contagios en pocos días, por eso “contactos con grupos lejanos te hacen un puente que permite a la enfermedad saltar barreras”.
A partir de estas conceptualizaciones pueden entenderse recomendaciones como: “evitá reuniones con contactos fuera de tus burbujas habituales” o “evitá encuentros con más de una burbuja por semana”, lo que equivale a decir que hay que esperar una semana para reunirnos con familiares con los que no convivimos si hoy tuvimos contactos con personas procedentes de otras burbujas como el grupo de amigos o los compañeros de trabajo.
Ahora bien, si bien es llamativo esto de tener que aprender nuevos términos para situaciones tan cotidianas, son cuestiones que pueden tomar relevancia en la situación actual.
Si el asunto quedara solamente en un tema de expresiones de lenguaje no estaríamos con nuevas medidas de prevención como las anunciadas en las últimas horas por el gobierno. Tampoco nos estaríamos preocupando tanto del semáforo que indica que estamos cerca de pasar de “amarillo a naranja”, lo cual no es sino una manera de graficar el avance de la epidemia y el incremento de la velocidad y amplitud de los contagios.
Un documento que introduce fuertemente los conceptos de “burbuja” y “burbuja ampliada” es una guía elaborada por el Grupo Asesor Científico Honorario sobre pautas de comportamiento ante la llegada de los meses de verano y las vacaciones. La misma contiene recomendaciones a tener en cuenta para la socialización y en la que se identifican los riesgos a los que nos exponemos ante la presencia del coronavirus.
La guía profundiza sobre tiempos de exposición, nivel de ocupación, uso o no de mascarillas y distanciamiento físico sostenido. Además, aconseja sobre medidas y decisiones a la hora de pensar las reuniones navideñas y cómo compartir espacios públicos como playas, ríos o arroyos.
“Calibrar efectos de tiempos de exposición o manejar el concepto gestión del riesgo adquieren vital importancia, por eso una festividad al aire libre implica menor riesgo que en un ambiente cerrado; y reuniones dentro del ámbito familiar sin interactuar con personas o grupos ajenos al entorno cotidiano permitirán mayores certezas en cuanto a prevención”, indica.
Las autoridades nacionales han sido claras en cuanto a que es necesario frenar la trasmisión del virus para evitar males peores. Evidentemente, el tiempo de fiestas tradicionales e inicio del verano y las vacaciones son elementos que pueden jugarnos seriamente en contra de ese objetivo.
Las medidas obligatorias anunciadas por el presidente Lacalle Pou –que incluyen el teletrabajo en oficinas públicas, suspensión de actividad deportiva en lugares cerrados, aumento de controles al transporte público, límite horario a bares y estricto control a fiestas no autorizadas– no son para nada simpáticas y hubiera sido mejor no tener que recurrir a ellas, pero son necesarias.
Es evidente que las medidas de prevención se han ido relajando y eso se ha traducido en el aumento de los contagios diarios.
Otros lugares del mundo ya han pasado por esta situación. En Europa, con la llegada del verano y el descenso de los casos tras la etapa inicial de la pandemia, también se relajaron las medidas y se registró un brutal repunte del coronavirus. Lo mismo en los países asiáticos como Corea del Sur y Japón, que están sufriendo el embate de una tercera ola.
En América Latina el aumento de casos en esta época del año se registra sin que haya sido posible controlar la trasmisión del virus. Es decir, no hay una segunda ola sino que seguimos en una muy larga primera ola –que recién comienza a manifestarse más fuertemente en nuestro país, que había mantenido una situación de excepción– y eso también es preocupante.
Podríamos preguntarnos si es algo simplemente inevitable o si realmente estamos a tiempo de frenar la pandemia en Uruguay. Y es difícil saberlo porque en gran parte depende de nosotros mismos. Vivimos tiempos difíciles y hoy se nos pide que hagamos un esfuerzo más, que actuemos conscientemente y asumamos la responsabilidad de cuidarnos entre todos para tratar de frenar un envión que, de continuar, nos provocará un daño aún mayor. Ya perdimos el cómodo status que teníamos en cuanto al control de la pandemia. Ahora la tarea es frenar la expansión acelerada del coronavirus. No es momento de bajar la guardia.