El escenario pos COVID y las estadísticas inciertas

Nuevamente el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) alertó por un avance en los estadíos de las enfermedades oncológicas en Uruguay, cuando comiencen los tratamientos. El equipo que asesora al presidente de la República, Luis Lacalle Pou, planteó la posibilidad de un incremento en las muertes por estas patologías, al menos durante los próximos cinco años. Son las consecuencias “no COVID” que deberá abordar el sistema de salud uruguayo y enfrentar una realidad que ya era dura.
Porque el cáncer es la segunda causa de muerte en Uruguay, detrás de las afecciones cardiovasculares. Y si bien la tendencia a la baja de los estudios preventivos comenzó a observarse el año pasado, este nivel descendente se mantiene en lo que va de 2021.
En Uruguay se diagnostican más de 16.000 nuevos casos anuales y fallecen alrededor de 8.000 pacientes por cáncer. Las nuevas tecnologías, como la telemedicina, tan impulsada en tiempos de pandemia a nivel global, son reconocidas por los servicios de atención sanitaria y la academia.
Sin embargo, los equipos técnicos señalan que no estaban preparados para este escenario. Tampoco los usuarios. Ni siquiera para la atención telefónica, que ha despertado tantos desencuentros entre prestadores y pacientes a nivel nacional.

La reducción de la movilidad y los continuos mensajes que apuntaban a ese objetivo, conspiraron con el descenso del 23 por ciento de estos estudios. Las estadísticas que maneja el GACH recuerdan que a comienzos del año pasado en Uruguay se efectuaban 30 pruebas de Papanicolau por hora. Contrariamente y, en lo que va de este año, ese análisis que detecta el cáncer de cuello de útero, bajó un 61 por ciento. Las mamografías un 75 por ciento y los análisis necesarios para la detección del cáncer de colon descendieron el 45 por ciento.
Con esta realidad a cuestas, el subsecretario del Ministerio de Salud Pública, José Luis Satdjian, acompañado por el director general de la Salud, Miguel Asqueta, anunciaron el retorno a las consultas presenciales el 17 de mayo.
Una vez que se reinstale la consulta tradicional entre médico y paciente, será necesario observar las respuestas. Porque el panorama aún es incierto y no es posible avizorar en forma cercana un descenso sostenido de los casos de COVID-19. Por lo tanto, el miedo seguirá allí.

Y así como la información diaria de la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva (SUMI) presenta un cuadro preocupante en la ocupación de las camas de los CTI y situaciones de estrés en los recursos humanos afectados a estas áreas por la pandemia, el escenario no será mejor cuando se corra esa cortina que aún permanece cerrada. Esa realidad será el turno de los distintos tipos de cáncer o cardiopatías que no tuvieron oportunidad de pasar por una medicina preventiva para evitar la intervención o la utilización –nuevamente– de los centros de tratamiento intensivo. La única diferencia es que ahora será por otras causas.
Porque en forma paralela se han afectado todo tipo de controles: en la gestación, salud mental, falta de asistencia a personas con consumo problemático de sustancias, entre otros factores de riesgo para la vida. Y los cuidados paliativos o aquellos que ayudan a sobrellevar los últimos momentos con menos dolor descendieron en forma constante. Uruguay tampoco escapará de las estadísticas internacionales que aseguran un aumento de la mortalidad por cáncer de mama entre 5 y 7 por ciento en los próximos cinco años. O el de cáncer de colon entre 12 y 14 por ciento. O el de pulmón entre 6 y 7 por ciento.

Porque la realidad indicaba que en este país, 678 mujeres morían por cáncer mamario. O que se detectaban unos 2.000 casos de cáncer de colon, razón por la cual fallecían unas 1.000 personas. Incluso el Ministerio de Salud Pública sabe que aproximadamente el 4% de los uruguayos serán diagnosticados con cáncer colo-rectal en algún momento de su vida.
O en el cáncer de pulmón, con un promedio de 1.092 casos nuevos por año en los hombres, con la muerte de 1.000 cada año. Y en las mujeres: 399 casos nuevos y 343 fallecimientos. A estos números, solo hay que agregarle el incremento calculado por los científicos para nuestro país.
En cualquier caso, la no presencialidad en la salud no puede sostenerse hasta que pase la pandemia sanitaria. Las consecuencias no visibles de estas otras patologías afectarán a los servicios asistenciales. Y aunque los esfuerzos están enfocados en enfrentar a una cepa con alta carga viral que se registra en prácticamente todo el país, el día después se plantea desafiante.
Las campañas de prevención y los días de recordación de las patologías oncológicas y cardiovasculares se han vuelto más necesarios que en otras ocasiones. La difusión de hábitos saludables son imprescindibles para comprender que una población obesa, con sobrepeso e insuficiencia respiratoria por EPOC, es de riesgo. La prueba está ahora mismo en los CTI uruguayos, con un alto porcentaje de los pacientes internados por complicaciones con la COVID-19.

Son factores de riesgo que hacen imposible ver una evolución favorable, en tanto la juventud de los internados tampoco jugará a favor. En estos momentos se ve con mayor claridad la utilidad de las campañas mediáticas o la insistencia de los consejos médicos que referían a las consultas anticipadas.
La incertidumbre será revelada con las estadísticas a largo plazo. Pero es un futuro poco halagüeño.