Perro que ladra…

Se puede decir, sin equivocarnos demasiado, que el lenguaje hablado es la forma principal de comunicación entre los humanos. Pero aquí no tratamos de humanos, sino principalmente de perros (y su relación con los humanos). Y si bien somos extremadamente parecidos, nuestras maneras de comunicación son diferentes. Una de las diferencias más notorias es que el humano habla y el perro ladra. Parece una tontería tener que aclarar esto, pero aún en estos tiempos hay personas que no quieren que los perros ladren. E insisto en esto porque siguen llegando consultas de familias que están “cansadas” de los ladridos de sus mascotas.

Ladrar es un comportamiento inherente a la especie, es una conducta completamente normal del perro. Es una de las formas que tiene de comunicarse con el entorno, en la forma particular en que lo percibe. La mayoría de los perros ladran en ocasiones y por determinados períodos por razones fundadas, no porque sí. Entender por qué lo hacen es clave para redirigir esos ladridos y lograr que ocurran cuando es necesario o normal, atendiendo al motivo que los causa, pues un ladrido no surge porque sí, sino que puede ser un síntoma de algo más profundo.

Quienes tenemos esta “discapacidad”, es decir la incapacidad de vivir sin perros, tenemos incorporado esa particular vocalización en nuestro contexto diario y hasta extrañamos esos ladridos mañaneros o nocturnos, que por supuesto debemos intentar calmar por respeto a los vecinos –tengan o no perros, que también ladran– cuando se vuelven inoportunos o molestos por su tono o intensidad.

Hablando de tono e intensidad, mientras escribo esto no puedo dejar de disfrutar un dueto “grave-agudo” en el patio, ladrándole al árbol donde seguramente anoche anduvo de recorrida un felino visitante. Ahora que se nos agrandó la familia con la llegada de una cuadrúpeda desconocida, que por sí sola nos fue ganando el corazón de tanto escabullirse por los fondos, hemos vuelto a tener todo “doble”. Y pese a que Eragon la supera en casi cuatro veces su tamaño, esta diminuta fémina se las arregla para evitar ser aplastada o usada como banderín cuando juegan al tira y afloja con las cuerdas.

¡CUÁNTAS RAZONES!

Hay varios motivos disparadores del ladrido. Aquí hablaremos de los más frecuentes.

-Simplemente porque está emocionado. En este caso hay muchos detonantes. Puede ser que ladre cuando su humano favorito vuelve a casa, cuando llega una visita conocida, o cuando ve algo que le interesa o le gusta.

-Cuando quiere algo, como forma de solicitud. Es el típico ladrido demandante (muchos de ustedes estarán asintiendo, porque seguramente lo tienen plenamente identificado), muy común en razas de pastoreo. Quien tenga un Border Collie o un Pastor Australiano en plena ciudad lo entenderá a la perfección. Pretendan engañarlo un día sin sacarlo a ejercitar ¡y verán! Sin embargo, este tipo de ladrido resulta bueno cuando, por ejemplo, quieren salir para ir al baño; por lo tanto yo jamás haría nada para evitarlo o frustrarlo, solo intervendría para redirigirlo en los casos necesarios.

-Está alertando sobre algo. Este ladrido es diferente al de la emoción cuando llega alguien conocido. Puede ocurrir por desconfianza, duda o preocupación ante algo desconocido, aunque también por la presencia de algún otro perro ladrando en el área. El problema con este tipo de ladrido es que tal vez no sepamos exactamente cuándo debemos prestarle especial atención, pero en algunos la diferencia es tan clara y el vínculo con el dueño es tan sinérgico, que es posible percatarse enseguida de qué se trata.

-Porque tiene miedo. Todos los seres vivos tenemos miedo a algo. Los perros no escapan a esto y algunos tienden a tener más miedos que otros, por diversidad de razones. Genética, contexto, crianza, costumbres, hábitos, personalidad… todo esto entra en juego a la hora de sentir o expresar los miedos. Extrañas mezclas que se dan, de las cuales doy fe cuando una mole de casi 80 kilos quiere treparse a mi falda porque se asusta de algún estruendo en el tránsito. Sin embargo, suele darse más frecuentemente entre cachorros y adolescentes, por su escaso conocimiento del mundo o su personalidad en desarrollo.

-Cuando quedan solos. Muchos perros sufren ansiedad por separación o trastornos parecidos, por lo que el ladrido cuando sus dueños no están es una manifestación más del problema. Aquí entran en escena también el aburrimiento, la falta de ejercicio –físico o mental–, el estrés y los hábitos inconvenientes.
Se trata de un tema a tener en cuenta desde el principio, con cada nueva criatura que llegue al hogar.

Como sea, el ladrido es una conducta normal y totalmente natural del perro, por lo que no intentemos cortarlo, sino redirigirlo, porque con eso –aunque no lo crean– evitaremos problemas mayores. Pero eso se los contaré en otra entrega, ¡que las páginas de EL TELEGRAFO no son de spandex!

El diván de Eragon

¡Hola, humanoamigos! Por suerte hoy mi Huma les ha explicado lo de nuestros ladridos. En realidad yo se lo pedí, porque es un tema recurrente de conversación con mis invitados cada viernes. ¡Los humanos se molestan porque ladramos! Es como si a nosotros nos incomodara que ustedes hablen (bueno, hay cada voz que…)

De eso precisamente estoy ladrablando con mi invitada de hoy, Preta, un dechado de virtudes por donde la miren. Desde su nombre hasta sus modales, es una verdadera princesa, y sus ladridos son los justos y necesarios para comunicarse con quienes desee. Claro, sus humanopadres y su pequeño humanohermano están atentos a sus expresiones y han llegado a entenderse perfectamente, como debería ser en toda familia multiespecie.

Perrita viajera si las hay, Preta ha acompañado a sus humanos en múltiples ocasiones, hasta tiene documento de identidad para desplazarse por todo el Mercosur. Por eso su sociabilidad y buena conducta son admirables, pero a la hora de jugar… ¡quién le quita la pelota!

Preta ama jugar en la arena –vivió varios años en Rocha– pero ahora en Paysandú se divierte donde sea que la naturaleza abunde. Sobre todo desde la llegada de Benicio, que –según me confesó y no puedo contarles, ¡ssshhh!– la puso un poco celosa, pero sabe que en cuanto el pequeño crezca y pueda arrojarle la pelota con mayor precisión, ¡todo estará de maravillas!

Y mientras degustamos unas perrigolosinas que nos dio mi Huma, ya los estoy invitando a participar en mi Diván, para lo cual pueden comunicarse al WhatsApp del diario (099334433) o mediante nuestro Facebook o Instagram, que mis compañeros humanos me pasan el dato (porque a mí no me dejan entrar a las redes).