CCU alerta ante los riesgos del sistema cooperativo, demoras en procesos y caída de boletos de reserva

Covilan 50 construye en altura en el predio de la antigua Paylana.

El Centro Cooperativista Uruguayo cumplió 51 años y desde su fundación, cumple la labor de instituto de promoción, capacitación y asistencia técnica. Durante varios años cumplió con el asesoramiento y enfoque en diversas áreas del cooperativismo, en tanto actualmente su principal tarea se encuentra en el movimiento cooperativo de viviendas. En este Día Internacional del Cooperativismo expusieron sus inquietudes ante el enlentecimiento del avance de los proyectos cooperativos a nivel nacional.
El equipo técnico está conformado por las trabajadoras sociales Noela Pandulli y Agustina Minetti, los arquitectos Gonzalo David de Lima y Marcelo Russi, la arquitecta Cristina Sosa y la abogada Caterina Gristo, encargada de la regional y secretaria ejecutiva de la organización.

URBANISMO

Russi señaló que cuando se habla de cooperativismo, “se destaca la autogestión, ayuda mutua y los logros pero se habla poco del urbanismo que generan las cooperativas de viviendas. Hay que destacar los servicios que se instalan en los lugares donde llegan las cooperativas para surcir el tejido urbano y potencian las zonas estigmatizadas donde se instalan”.
Al barrio Curupí llegaron, en un lapso de cuatro meses, dos cooperativas de vivienda. Covicitrus y Coviazu, con 91 viviendas en total para unas 450 personas, llevaron además los servicios sanitarios y eléctricos. “Por la densidad de población hubo que construir una subestación de UTE”, agregó.
En la zona sur de la ciudad, lindera a la cooperativa “9 de Junio”, se instaló otra cooperativa “que tomó otra característica que se transformará en una buena opción hacia el futuro con las carteras de tierra. Está ubicada en tres padrones de la ciudad. Son dos linderos y uno enfrente separado por una calle”.
Pandulli resaltó que el sistema construye ciudadanía, “porque son personas responsables que administran los recursos que, además, son bienes del Estado y los trasladan a la construcción de sus propias viviendas. La autogestión es tener herramientas para gestionar esos recursos y la formación en derechos para tomar decisiones en una asamblea o reuniones. Es parte del aprendizaje que tiene sus socios a través de la cooperativa porque no siempre se dan otros ámbitos de participación”.
Minetti puntualizó que “cuando hacíamos el esquema mental para ubicarlas dentro de la ciudad, veíamos que las cooperativas traspasan esas fronteras que son físicas. Esas zonas que para nosotros podrían ubicarse dentro de las cuatro avenidas, pero las cooperativas atravesaron esas fronteras educativas y laborales. Son fronteras simbólicas y más intangibles que vemos desde el trabajo social. Son las que permiten acceder a los derechos a la ciudadanía, cuando en realidad vemos a una sociedad más polarizada y tendiente a dividirse”.

LA LEY

De Lima recordó que “desde la creación de la ley (Ley Nacional de Vivienda 13.728) ha quedado demostrado la validez del sistema, que atravesó épocas diversas. El sistema ha sabido adaptarse y sobrevivir por ejemplo en una dictadura cívico militar y no desapareció”.
En sus comienzos, “las cooperativas estaban integradas por trabajadores organizados en las fábricas. Hoy, son personas provenientes de distintos ámbitos de la sociedad. Una limitante que tiene la ciudad es la posibilidad de acceder a la tierra y en ese sentido, la propuesta es la construcción de una cooperativa de vivienda en altura”.
Ejemplificó que la construcción de cooperativas en el terreno de la antigua fábrica Paylana “es un claro ejemplo de la readaptación del sistema y de su proyección al futuro. Tenemos zonas centrales de la ciudad con todos los servicios y poca densidad. Quizás esa sea una línea a seguir trabajando para desarrollar al sistema cooperativo”.
Explicó que “no hay limitantes para el acceso a la vivienda cooperativa, si bien existen algunas condicionantes pero son muy básicas. Por eso deja de ser un bien de mercado y pasa a ser un derecho, ya establecido en la Constitución”.
El arquitecto delineó los desafío futuros, “como el trabajo sobre una cartera genuina de tierras que la maneje el gobierno departamental e independientemente del gobernante de turno, pueda funcionar con un sistema de asignación ya establecido en un decreto departamental. Hay que trabajar para que el suelo no tenga el valor que determine la especulación inmobiliaria, sino que valga lo que el Estado establezca”.
La construcción de los complejos cooperativos inciden en las economías locales. “Ya quedó demostrada la incidencia de una obra en construcción. La economía se dinamiza, se mueven proveedores, barracas, comercios y lo que necesita un complejo de cooperativas para construir. Mucho más ahora, en tiempos de crisis, en que el desempleo ha crecido tanto. El sistema tiene la particularidad que bien vale la pena ponerlo sobre la mesa y no pasa desapercibido”.
Consignó que este sistema de construcción está incorporado, “pero si no existiera deberíamos preguntarnos qué hubiera pasado en la ciudad. Sobre todo Paysandú que tiene una gran trayectoria en ese tema”.

EN RIESGO

Luego de la creación de la Ley Nacional de Vivienda hace 52 años –que lleva la firma del expresidente Jorge Pacheco Areco– y la trayectoria del cooperativismo en la concreción del urbanismo en las ciudades, un documento emitido por las federaciones, los institutos de asistencia técnica, el CCU, Cudecoop y la Asociación de Asistentes Sociales plantea el “riesgo” que atraviesa el sistema. Pandulli puntualizó que “las cooperativas dependen de un préstamo del Estado y desde 2008 tienen una nueva reglamentación que pautó los cronogramas y presentaciones de las cooperativas. En su momento, eso dio seguridad para su formación y la preparación nuestra como técnicos para hacer el acompañamiento. Trajo una planificación, un orden y eso en la actualidad no lo tenemos. No tenemos un cronograma claro de presentaciones de las distintas etapas que son la viabilidad, anteproyecto, proyecto y la escritura”.
Estiman que unas cien cooperativas esperan para escriturar, “y no hay certezas de cuándo van a hacerlo. Tampoco tenemos seguridades en los criterios para los sorteos ni cuándo se realizarán. El año pasado, por ejemplo, se hizo solamente uno y este año se prevé lo mismo, cuando anteriormente se hacían dos sorteos”.

INCERTIDUMBRE

Minetti reflexionó que este escenario “trae incertidumbre porque los grupos no saben cuál será el panorama ni la planificación que necesita para la vida del grupo y tener una cierta continuidad. Esa incertidumbre se traslada a todos los demás niveles, como el equipo de trabajo y el movimiento que generan las obras en construcción. Además, hay un sentimiento de frustración del sistema cooperativo que tiene una trayectoria. Por eso, técnicamente, lo vemos en riesgo”.
De Lima reconoció que el trabajo de los técnicos se efectúa “con personas organizadas y se hace muy difícil sostenerlas con este grado de incertidumbre porque las familias necesitan las viviendas para superar sus problemas. Necesitan ciertas certezas porque la vida pasa y el riesgo está en el enlentecimiento de esos procesos y que las personas que componen una cooperativa salgan del sistema. Y no salen para mejorar, sino que no van a poder acceder a otra solución porque su situación económica no se lo permite”.
En este marco de espera, Gristo destacó una situación por la que atraviesan algunas cooperativas: “muchos boletos de reserva de los terrenos han caído porque las cooperativas contaban con una agenda de fechas de actividades para cada proceso. En función de eso se planificaba el trabajo técnico y de los cooperativistas. Y cuando empiezan a caer los boletos de reserva, pasan a estar a merced del Estado. Tenemos cooperativas que se quedan sin el suelo y vuelven al punto cero o se desarman”.