Lo político (y lo económico) por encima de lo científico

La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó esta semana una declaración en la que se expresa acerca de los “refuerzos” en las vacunas contra la COVID-19. Según la organización “no son necesarias dosis de refuerzo para la población vacunada” contra la COVID-19 y expresó un pedido “a las farmacéuticas y los gobiernos”, para que prioricen inmunizar a las personas en riesgo en todo el mundo.

El director general, Tedros Gebreyesus, dijo al respecto que “La brecha mundial en el suministro de la vacuna contra el COVID-19 es enormemente desigual. Algunos países y regiones están pidiendo millones de dosis de refuerzo, antes de que otros países hayan tenido suministros para vacunar a sus trabajadores sanitarios y a los más vulnerables”.

Según la declaración son hasta ahora cuatro los países que han anunciado oficialmente programas de refuerzo, “y la OMS calcula que si 11 países ricos o de ingresos medios dan una tercera dosis a su población, harían falta 800 millones de vacunas adicionales”.

La científica jefa de la Organización, Soumya Swaminathan, agregó que “en este momento, no hay pruebas científicas de que sean necesarios refuerzos ahora. Hemos visto aumento de infecciones, pero no de muertes y hospitalizaciones. Puede que tras dos o tres años sí, pero no hay ninguna indicación de que hagan falta después de seis meses”. Agregó que “es una decisión que hay que basar en la ciencia, no porque una compañía declare que hay que dar refuerzo de su vacuna”. Claro, tampoco es una decisión que deba quedar en manos exclusivamente de uno o más gobiernos, es decir, sin que se considere la opinión de la academia. En este sentido cabe revalorizar el instrumento que nuestro país, y el gobierno de nuestro país, tuvo a disposición a través del Grupo Asesor Científico Honorario, GACH, al que tan certeramente se reconoció su labor recientemente.

En un artículo publicado en su blog dentro de la página de las Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, la directora del Grupo de Salud, Mandeep Dhaliwal, explicó que los análisis que manejan indican que durante este año se producirán en el mundo suficientes dosis de vacunas contra la COVID-19 para alcanzar a inmunizar a un 70% de la población de todos los países. Eso si se distribuyeran equitativamente, por supuesto.

Claro que ello no está ocurriendo, dado que los países con economías más fortalecidas ya han reservado para sí gran parte de esas dosis (las existentes y las por existir). Eso, sumado a las restricciones a la exportación de dosis que otros están considerando, es probable que provoque muchos países de ingresos medianos y bajos no logren vacunar por completo a sus poblaciones antes de 2023.

El mensaje es que el mundo necesita vacunar a más personas, más rápidamente (los expertos señalan que al ritmo de vacunación actual, de alrededor de 6,7 millones de dosis por día, llevaría 4,6 años inocular a entre un 70% y un 85% de la población), y priorizar a quienes no han recibido ninguna dosis ante quienes ya cuentan con la cobertura prevista inicialmente.

Curiosamente el mundo contó con un instrumento que nació con este propósito de hacer lo más equitativa posible la distribución y el acceso, tanto a las vacunas como a otros insumos necesarios para hacer frente a la pandemia, solo que algunos países, algunos gobiernos, decidieron simplemente ignorarlos y someterse voluntariamente a las condiciones impuestas por las empresas farmacéuticas. Lejos del orden deseado la lucha por el acceso a las vacunas se volvió un sálvese quien pueda. Y ahora parece que, con la pandemia ya controlada en muchos de estos países que se compraron un puesto más adelante en la fila, en vez de encaminarnos a enmendar ese error y tratar de ayudar al resto del mundo a acceder a las vacunas, se viene una nueva carrera por las dosis de refuerzo, que ni siquiera está comprobado que sean necesarias.

El fracaso del Covax, como se llamaba este mecanismo multilateral de acceso a las vacunas, será la gran mancha con la que el mundo saldrá de esta pandemia
Tedros Gebreyesus insistió en el llamado a fabricantes y países a trabajar juntos para donar 10 millones de dosis al Covax a fin de que los países de ingresos medios y bajos que todavía esperan recibir los primeros envíos de vacunas puedan comenzar a inocular al menos a sus trabajadores de la salud, “que corren mayores riesgos, y a las personas mayores”. La organización también pidió a los fabricantes de vacunas “que concedan sus tecnologías en licencia a otros fabricantes para acelerar el proceso”. Cosa que, ni se diga, no ha acontecido.

Es claro que la pandemia no ha sacado lo mejor de la humanidad, ni ha supuesto una oportunidad para un nuevo comienzo para el planeta. Más bien todo lo contrario.

El mundo no es un lugar mejor, tal vez por ello es que vemos hoy cómo los millonarios más multimillonarios están preocupados por irse al espacio.