Acerca del chip

“Chip” es una palabreja importada, pequeña palabra que designa algo muy, muy pequeño, pero muy importante, tanto para el bien como para el mal, y que está causando grandes polémicas en estos tiempos del pandemia, otra aparentemente insignificante cosa, que ha causado terribles estragos.

A propósito del chip hoy transcribiré la nota de un amigo italiano, un sicólogo muy experiente y sabio, Antonio Frunzio, con su autorización.

“A quienes temen vacunarse porque creen que con la vacuna podrían inocularles un chip para así controlar todos nuestros comportamientos, como desean quienes detentan el poder, quiero darles una confirmación y un desmentido.

La confirmación es que el chip existe en verdad.

El desmentido: no es inoculado con la vacuna, sino a través del contacto con el cuerpo materno durante la lactancia: y después con la presencia o la ausencia de la figura paterna. Porque es con el comportamiento de los padres como modelamos en las primeras etapas de nuestra existencia nuestra escala de valores y el núcleo de nuestra personalidad.

Después los maestros los amigos, los amores, la lectura, la casualidad y la suerte, realizan ajustes y permanencias.
Pero será antes que nada y sobretodo la cualidad de aquel chip inoculado en el centro de nuestra mente, en el corazón de ser, el que decide sobre nuestro humano vivir.
Será sobre todo la calidad de la relación que entretejamos con esta parte del mundo que nos penetra, con este Alien que se posee en parte, en parte se conforma, quien decida nuestro destino como seres humanos.(El Sé es Uno mismo, el Sí mismo, el Yo, nuestra identidad, que en parte es innata y en parte conformada, influida por el ambiente en el cual crecemos).

Si con el tiempo nos acostumbramos a este extraño interno, también nuestra disposición hacia el mundo y los otros será más optimista, más colmada de expectativas positivas y de esperanza.

Si al contrario, en el trasplante a nuestra mente de las reglas del mundo, nuestro núcleo familiar originario ha forzado la mano, ha causado heridas que dejarán cicatrices, ha usado la violencia y la obligación en vez de la dulzura y la persuasión, resultará un comportamiento de continua alarma respecto al mundo, que será percibido como un lugar donde se diseminan las trampas y las amenazas: una conducta de oposición rígida y perenne a cada regla que asuma el carácter de mandato, de orden, de diktat, una desconfianza prejuiciosa hacia todo aquello que no ha sido experimentado en carne propia antes que los otros.

Existe también una buena noticia.

Este chip se puede desactivar o por lo menos se pueden atenuar sus efectos negativos, pero sólo al precio de una literamente “catastrófica” tempestad emocional, la cual se puede verificar sólo con un enamoramiento, un luto, un fracaso o un tratamiento analítico o sicoterapéutico.

Aparte de la fuerte resistencia de este chip a las comunes e inevitables tempestades existenciales, está la constatación de que en muchos casos ni siquiera la tragedia colectiva y personal de la pandemia ha logrado eliminar sus huellas, lo ha dejado inmutable”.

Hasta aquí mi amigo.

Según he leído, sí existen chips, que se inyectan en el cerebro de algunas personas enfermas, para hacer una neuromodulación, con fines benéficos. Pero eso es otro cantar.

La tía Nilda