Alerta temprana

De la misma forma que sería inestimable que cada uno de nosotros contara con algún sistema que le pudiera advertir cualquier contratiempo o impacto negativo que podría sufrir en determinados aspectos de su vida cotidiana, el planeta también está necesitando contar con más y mejores sistemas de alerta sobre desastres naturales para protegernos a todos.
El tiempo más extremo que se observa en todas las partes del mundo es una prueba muy clara del cambio climático. En este sentido, un informe de 2021 de la Organización Meteorológica Mundial –que recopila estadísticas sobre desastres naturales y estudia la frecuencia, mortalidad y pérdidas económicas causadas por desastres vinculados a fenómenos meteorológicos entre 1970 y 2019– indica que en este período éstos se han quintuplicado en el planeta.

Si bien una parte de este incremento puede ser explicada por la mejora de los mecanismos de suministro de información ocurridos en este medio siglo, las principales razones son el cambio climático causado por las actividades humanas y el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos.
En los últimos 50 años se produjeron más de 11.000 desastres relacionados con el tiempo, el clima y el agua, que provocaron algo más de 2 millones de muertes y 3,64 billones de dólares en pérdidas, según los últimos datos presentados el Atlas de la OMM sobre mortalidad y pérdidas económicas debidas a fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos.
Esto significa que en dicho lapso los desastres de naturaleza meteorológica, climática o hidrológica se han cobrado la vida de unas 115 personas por día en el mundo y ha provocado pérdidas diarias valoradas en cerca de 202 millones de dólares (un dato no menor es que el 91% de estas muertes ocurrieron en países en desarrollo). El 44% de los desastres estuvieron asociados a crecientes (crecidas fluviales en un 24% de los casos y crecidas generales en un 14%), y el 17%, a ciclones tropicales, impactando fundamentalmente en países en desarrollo.

En América Latina, en este período de 50 años se produjeron 867 desastres que provocaron 57.892 víctimas mortales y pérdidas económicas por valor de 100.900 millones de dólares. Las crecidas (59%) fueron la causa más frecuente de desastre y ocasionaron el 77% de las muertes y el 58% de las pérdidas económicas registradas en la región. A su vez, causaron el 90% de los diez desastres más mortíferos y el 41% de los diez desastres que más pérdidas económicas provocaron en nuestro continente. Respecto a este fenómeno se destaca que ha ido en aumento ya que los desastres provocados por crecidas pasaron del 50% en la década de 1990 al 60% en la del 2000 y al 66 % en la década de 2010. El desastre más mortífero en América del Sur fue una crecida en Venezuela en 1999 que provocó deslaves y corrimientos de tierra que cobró 30.000 vidas, episodio que representa el 51% del total de muertes registradas en los últimos 50 años en la región. Por su parte, Brasil concentra el 40% de las pérdidas económicas registradas en América del Sur en los últimos 50 años, con un total de daños materiales que asciende a 41.700 millones de dólares.

Los especialistas entienden que estas situaciones pueden ser prevenidas de mejor manera si se cuenta con sistemas de alerta temprana y que se debe asumir como un compromiso mundial encaminarse a ese objetivo.
Un sistema de alerta temprana de crecidas, sequías, olas de calor o tormentas es un sistema integrado que advierte a las personas de la llegada de condiciones meteorológicas peligrosas y señala las estrategias que gobiernos, comunidades y particulares pueden adoptar para reducir al mínimo los impactos inminentes. Se trata de sistemas que permiten seguir de cerca las condiciones atmosféricas en tiempo real –tanto en tierra como en el mar– y pronosticar eficazmente los fenómenos meteorológicos y climáticos que se producirán mediante avanzados modelos numéricos informatizados. Es claro que, además del sistema de alerta deben existir planes de los gobiernos para dar respuestas a las comunidades y personas con la finalidad de minimizar impactos y riesgos.
En cuanto a su efectividad, los sistemas de alertas poseen beneficios para las personas y las cuentas nacionales, según destaca el emblemático informe Adapt Now (Adaptación ya) de la Comisión Global de Adaptación publicado en 2019, que concluye que estos sistemas multiplican por más de diez la inversión realizada, siendo el mayor retorno de la inversión de entre todas las medidas de adaptación contempladas en el informe.

Allí también se indica que alcanza con emitir con 24 horas de antelación un aviso de tormenta u ola de calor para reducir los daños consecuentes en un 30%, y que invertir 800 millones de dólares en sistemas de ese tipo en países en desarrollo evitaría pérdidas anuales de entre 3.000 y 16.000 millones de dólares.
En los últimos años nuestro país ha venido trabajando en estas cuestiones y evidencia un compromiso con la mejora de sistemas de prevención de riesgos y sistemas de alerta, contándose por ejemplo con un mapa de riesgos de inundaciones actualizado este año y un Sistema de Alerta Temprana de inundaciones que permite a las autoridades y población disponer de información sobre una eventual inundación con la suficiente antelación para poder evacuarse antes que el agua alcance las viviendas.
Es indudable que queda mucho por hacer a nivel global para proteger a las personas del impacto de los fenómenos extremos. Alcanza con decir que solo la mitad de los 193 países miembros de la Organización Meteorológica Mundial cuenta con sistemas de alerta y que una de cada tres personas en el mundo sigue sin estar cubierta por servicios de alerta temprana (en África la proporción de personas sin cobertura es casi el doble).

Los gobiernos de Reino Unido, que presidió la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático número 26, y de Egipto, que presidirá el mismo evento en su próxima edición (COP 27) en noviembre próximo, reiteraron el llamado a los países desarrollados para que cumplan su compromiso de multiplicar al menos por dos sus contribuciones a la financiación climática para fines de adaptación de los países en desarrollo de aquí a 2025, con el objetivo de lograr un equilibrio entre la financiación de la adaptación y la destinada a la mitigación.
En este sentido, será interesante ver qué ocurre con el objetivo anunciado el mes pasado por la Organización Meteorológica Mundial respecto a un incremento de la cobertura global de los sistemas de alerta temprana en los próximos cinco años, con una meta de inversión de 1.500 millones de dólares. Se trata de un objetivo ambicioso que será llevado a la próxima conferencia de Naciones Unidas sobre el clima (COP 27) en Egipto, ámbito en el que se presentará un plan de acción para dar cumplimiento a esa meta.