Argentina busca conspiraciones

(Por Horacio R. Brum)
Según el anecdotario diplomático de la guerra de las Malvinas, el general Vernon Walters –uno de los mediadores estadounidenses que trataron de evitar el choque militar entre Argentina y Gran Bretaña–, intentó explicar en pocas palabras a Margaret Thatcher cómo pensaban y sentían los argentinos. “Son hispanos”, le dijo Walters a la Primera Ministra, “que hablan como italianos y les gusta creerse ingleses”. No hay registro del comentario de la Sra. Thatcher, pero a juzgar por las reacciones ante el fallecimiento de la reina Isabel II que este corresponsal vio durante su reciente viaje a Buenos Aires, por anglofilia o por anglofobia los argentinos tienen un lazo emocional con Inglaterra. Los principales diarios del país dedicaron páginas y más páginas, durante varios días, al deceso y el funeral de la monarca, sin retacear elogios a su personalidad y su reinado; la televisión tuvo programas especiales y desde el gobierno hasta Mirtha Legrand, abundaron las expresiones de reconocimiento o respeto. Los nacionalistas más furibundos y la izquierda nostálgica de otros tiempos tampoco quedaron indiferentes. Mempo Giardinelli, excelente escritor pero rabioso columnista del diario Página12, escribió: “muchos y perversos sectores cipayos… ya perdida toda vergüenza se ocupaban de llorar y rendir estúpidas pleitesías al fallecimiento en Inglaterra de la nonagenaria reina Isabel 2ª”. Un sector de los veteranos de la guerra manifestó en un comunicado que la reina “encarnó el sufrimiento de los pueblos sojuzgados bajo el dominio colonial y económico durante todo su reinado, un sistema arcaico como lo es la monarquía británica”.

Durante unos días, el deceso de la soberana compitió en las primeras planas y los noticieros con la muerte, que no fue, de otra reina: Cristina Fernández de Kirchner. Aunque pudo haber sido la víctima de un supuesto atentado pergeñado por unos supuestos conspiradores, el 1° de noviembre la vicepresidenta Fernández, quien parece ejercer la presidencia del país por la interpósita persona del otro Fernández, jefe nominal del poder Ejecutivo, ni siquiera se dio cuenta de que un individuo le apuntó a la cabeza con una pistola automática. El lugar del hecho fue la esquina de Juncal y Uruguay, en el elegante Barrio Norte porteño; desde una semana antes y al grito de: “¡Si la tocan a Cristina, que quilombo se va armar!”, las masas partidarias de la viuda de Kirchner se venían reuniendo por incitación de su líder al pie del apartamento donde ella reside. El 22 de octubre, el fiscal investigador de uno de los varios casos de corrupción que comprometen a los Kirchner, había pedido para la Sra. K una condena a 12 años de cárcel. En una muestra de las divisiones irracionales que imperan en la sociedad argentina, los vecinos del barrio se reunieron bajo las ventanas de la vicepresidenta a festejar la noticia, lo cual a su vez provocó la movilización de los kirchneristas hacia el lugar. Una vez que la zona estuvo dominada por los suyos, Cristina Fernández los arengó en un acto improvisado en la calle, el cual fue el inicio de varios días durante los que la multitud esperaba sus llegadas y salidas del edificio. Como solía hacerlo Isabel II, pero con menos gracia y más desorden, la reina de la política nacional se paseaba entre la gente, estrechando manos y firmando libros. Fue durante uno de esos paseos cuando el supuesto asesino llegó hasta menos de dos metros de ella, blandiendo una pistola automática calibre .32.

Desde Lee Harvey Oswald, que dio muerte al presidente Kennedy, pasando por John Hinckley Junior –quien atacó a Ronald Reagan–, hasta Mohamed Alí Agca, que hirió a Juan Pablo II, todos los aspirantes a magnicidas estuvieron familiarizados con el funcionamiento del arma a emplear, lo cual les garantizó un mínimo de éxito. El desempleado Fernando Sabag Montiel trató de matar a Cristina Kirchner con una pistola que no estaba cargada… Cualquiera que tenga algún conocimiento de esa arma automática sabe que el primer tiro no sale con sólo apretar el gatillo; hay que mover manualmente la pieza denominada corredera, para que la bala pase del cargador a la recámara y el percutor quede amartillado. Sólo entonces es posible hacer el disparo. Sabag Montiel apretó el gatillo de su vieja Bersa .32 inútilmente, porque no había realizado aquella elemental operación. Además, en el cargador con capacidad para ocho proyectiles sólo había cinco y en el allanamiento que se hizo en la casa de este aspirante a asesino se encontraron dos cajas de balas fabricadas hace más de una década. O sea, que el sujeto apenas sabía manejar su arma y ni siquiera tenía el cuidado de contar con una munición confiable.

De todas maneras, en estos días los medios, la justicia y el kirchnerismo están envolviendo a la figura de un sujeto de vida marginal en una telaraña de informaciones imprecisas, poco verificadas o contradictorias, para convertirlo en el centro de una conspiración. Una justicia bajo permanente presión política, actúa con una rapidez inusitada y sobre la base de pruebas circunstanciales; no se aclara cómo la memoria del celular del atacante quedó borrada cuando el aparato ya estaba en poder de la policía; el entorno de la vicepresidenta aporta testigos cuyas declaraciones se ajustan a la versión oficial del supuesto intento de magnicidio y los medios hacen titulares con cualquier información, aunque ella no sea relevante o contradiga otras publicadas poco antes. Así, por ejemplo, se dijo que la pistola había sido robada por Sabag Montiel a un conocido, pero días más tarde apareció la versión de que había sido comprada por su pareja.

Clarín informó a toda página de la incautación del paraguas del atacante, junto con una bolsa de nailon y el oficialista Página12 ha ido armando un rompecabezas de versiones, para demostrar que la conspiración se gestó en el apartamento de una vecina de Cristina Fernández, quien hace tiempo que tiene colgada en su balcón una gran bandera argentina a modo de protesta contra la ilustre residente, tal cual lo han hecho muchas otras personas del barrio. De los medios surgió también la figura de “la banda de los copitos”, porque Fernando Sabag Montiel y su compañera son amigos de un grupo de vendedores ambulantes de espumita o algodón de azúcar. Unos días atrás, la “banda de los copitos” fue transformada en una facción de conspiradores, debido a que las fuentes oficiales informaron de unas intercepciones de celulares, en las que uno de sus miembros hablaba de matar la Sra. de Kirchner. Sin embargo, el imaginado jefe de la banda había ido voluntariamente a un juzgado a entregar su teléfono, para demostrar sus intenciones de desligarse del caso. Ahora está bajo arresto y sostiene que la conversación fue una broma. Entretanto, Cristina promueve la versión de que está viva por intervención divina. Hace una semana, su primera actividad pública después del supuesto atentado fue una reunión en el Congreso con un grupo de sacerdotes y monjas que trabajan en los barrios precarios. “Siento que estoy viva por Dios y la Virgen”, dijo a los religiosos, uno de los cuales lanzó la idea de que vuelva a ser candidata a la presidencia en 2023.

A propósito de ese tema, en sus muchas críticas a los jueces que la están procesando, la vicepresidenta expresó que piden para ella doce años de prisión por “los doce años del mejor gobierno que tuvo la Argentina en las últimas décadas: el de Néstor Kirchner y mis dos mandatos”. Varios datos de la actualidad permiten hacer un balance de ese período y lo que va del gobierno actual: 2022 probablemente terminará con una inflación del 100%; la pobreza no baja del 37% (la Universidad Católica Argentina calcula que unas 2.800 personas se vuelven pobres cada día); a causa de que ya la política de subsidios se está haciendo insostenible, las tarifas de los servicios públicos aumentarán hasta 170% para la clase media; 71% de los niños pobres no llegan al nivel básico de comprensión de lectura en 6° año de escuela; los cartoneros no han desaparecido y no baja el número de personas que duerme en la calle; Rosario, la segunda ciudad del país, se ha convertido en la capital del narcotráfico y ya son más de 200 los asesinatos cometidos allí en lo que va del año.

Ahora hay otra crisis: la escasez de figuritas para el álbum de Qatar 2023, por la que el secretario de Comercio presidió una reunión de dos horas entre los quiosqueros y la empresa que las produce… ¿Habrá una conspiración para acaparar figuritas?