Las “causas populares”… de ellos

Fue una acción “instintiva” para “defender a la gurisada”, es el relato, mejor dicho, la novela, que nos quieren vender a los uruguayos los protagonistas de los disturbios que derivaron en la rotura mediante un termo del vidrio trasero de la camioneta en la que se desplazaba Robert Silva, presidente del Codicen, cuando éste exponía en un local del Cerro sobre la reforma educativa que pretende llevar adelante.
Para hacer completo el relato de fantasía, les inventar que el jerarca hizo retroceder la camioneta de gusto para que el parabrisas trasero se incrustara contra el termo, y así hacer pasar la protesta “pacífica” por agresión.

Bueno, es lo que nos quieren vender un día sí y otro también los protagonistas de hechos violentos, los que dicen defender las “causas populares” para lo que nadie los llamó, como la acción terrorista tupamara de la década de 1960, para llevar adelante sus propósitos de “cuanto peor, mejor”, llevando agua hacia su molino.
Lamentablemente, se da una conjunción de hechos que tienen como común denominador la intolerancia y oponerse a todo lo que pueda afectar la cuota de poder de algunos en la educación en nuestro país, que a su vez está entre los peores resultados en la comparación a nivel internacional en las pruebas PISA, y que para peor provoca que miles de estudiantes dejen de asistir a los centros educativos, o aprendan poco y nada pese a que se los promueve para que no se caigan del sistema.

Y lo que es peor aún, no encuentren en las aulas la formación y capacitación que necesitan para ingresar al mundo profesional y del trabajo en las áreas que se necesitan, donde hay demanda, en lugar de eternizarse en las aulas para encontrarse en el egreso que no tiene las herramientas básicas para defenderse en la vida, con honrosas excepciones.
En el caso que nos ocupa, las “justificaciones” que da el Centro de Estudiantes de la Escuela Técnica Superior Marítima (Ceema) es que uno de sus “estudiantes” –un hombre de 44 años (nada menos), según la identificación de la Policía– fue el responsable del ataque a la camioneta del presidente del Codicen.

Los estudiantes agremiados expresaron que se trató de un acto desafortunado en el que la persona actuó “sin tomarse más que unas milésimas de segundo para pensarlo”, y aseguraron que no están dispuestos “a que se lo siga condenando gratuitamente”, en un comunicado publicado en Instagram del gremio este miércoles. Además, sostuvieron que el estudiante implicado “reaccionó de manera instintiva” y “corrió hacia el tumulto” con el objetivo de “defender” a la “gurisada”, cuando hasta ese entonces había “permanecido bastante alejado de las escaramuzas”.

Agrega que “confluimos en ese espacio con gremios, sindicatos y diferentes organizaciones sociales con las cuales compartimos la indignación de que la misma persona que dio la orden para reprimir estudiantes en ese mismo lugar en 2002, lo eligiera para montar su puesta en escena. Es sabido que la reforma educativa planteada por el gobierno es ampliamente rechazada por los sectores populares y esto en el Cerro se iba a hacer sentir”.
Peor aún, remata la “explicación” diciendo que Robert Silva “entró a una velocidad desmesurada y tras él un gran número de compañeros y compañeras terminaron agolpados en la puerta, tal como mostraron los canales de televisión. Allí había un cordón de personas (al parecer contratadas) que impedían de forma violenta el ingreso de cualquier persona ajena a la actividad”.

“Pasaban los minutos y el gorilaje no se aburría de empujar y golpear a los y las militantes que reclamaban poder ingresar y que su voz sea escuchada”, explicaron, y agregaron que “una salida muy mal organizada hizo que quienes hacían de seguridad, desesperados por proteger a Silva, como un perro protegería a su amo, salieran del local embistiendo a las personas y ocasionando la caída de varios compañeros y compañeras”, relataron los estudiantes en el comunicado.
Esta distorsión, conjunción de mentiras, interpretaciones y explicaciones estúpidas, dan la pauta de la enajenación de mentes que ven el mundo con el cristal de su ideología y que hacen gala inequívoca de prácticas intolerantes con tal de alcanzar sus designios, que nada tienen que ver con lo que piensa y opina el ciudadano común, al que dicen representar.

La idea central, sobre lo que no caben dudas, es que promueven la preservación de un statu quo en la enseñanza como en otras áreas, en las que los gremios, las corporaciones que ejercen el poder real en beneficio de sus intereses y condiciones de trabajo no vean en peligro aquello de que se han apropiado de espaldas al interés general.
Así, las protestas de los gremios patoteros dominados por militantes de la izquierda radical, una ínfima minoría respecto al grueso del estudiantado que solo pretende formarse y capacitarse, como leit motiv de su concurrencia a los centros educativos –a los que los agremiados les impiden ingresar por vía de la ocupación– , se centran en motivaciones político – ideológicas que están muy lejos del eje de la educación, pues de lo que se trata es de una lucha por la gobernanza y la influencia en la enseñanza, tradicional bastión de la izquierda y que en este caso como en tantas otras áreas forma parte de su resistencia que las autoridades electas por el voto ciudadano hagan aquello para lo que fueron ungidos por la ciudadanía, es decir cambiar el estado de cosas que conspira contra la formación de las nuevas generaciones.

El cuento de que la reforma que propone Robert Silva es ampliamente rechazada por los “sectores populares” no es otra que el mismo cuento de que los gremios, oenegés y dirigentes de izquierda están en sintonía con las causas populares, cuando es exactamente al revés, es tratar de introducir su relato como verdad absoluta, cuando la realidad una y otra vez los desmiente. Como ocurriera recientemente en Chile, cuando la “causa popular” de la reforma constitucional promovida por la izquierda nucleó en el acto final a casi 500.000 personas y la del NO apenas a 400 o 500. Sin embargo, Chile les respondió con un 62 por ciento de rechazo contra un 38 por ciento del apruebo dejando en evidencia el relato y que la representación de la militancia es poco menos que un cuento de hadas para engañar a incautos, porque la mayoría silenciosa opina otra cosa.

Robert Silva declaró recientemente que “el gobierno tiene la firme voluntad de efectuar la transformación educativa y que no hubo desde la época de Rama un proceso tan participativo como el actual”, en tanto señaló que algunos grupos pretenden instalar “un relato de la mentira, de la mercantilización estableciendo miedos. Mientras que esto sigue, 42 por ciento de los jóvenes han abandonado la educación”.
Consideró que “no ha habido una transformación con tanta participación, salvo en la época de Rama. Obviamente todo esto de forma respetuosa”, contrariamente a los incidentes que protagonizan a diario las organizaciones radicales.

“No queremos este tipo de educación, podemos discrepar, pero no agredir. Esos son modos totalitarios, quien lo hace afecta las reglas de convivencia pacíficas que tenemos. En Uruguay no hay cabida para eso”, reflexionó, en una postura en la que seguramente la gran mayoría de ciudadanos está de acuerdo, porque de lo que se trata es de encarar decididamente los cambios en paz que se necesitan, sin estridencias sin la protesta por la protesta misma, como pretenden los totalitarios de siempre.