Los “desafíos” en tiempos modernos

No era una novedad el muñeco Huggy Wuggy hasta que siete escolares en una escuela de Barros Blancos, en Canelones, se autolesionaron. El muñeco que “abraza hasta matar” ya era viral en Youtube y en TikTok, por lo tanto accesible para todo el mundo. Fundamentalmente, niños y adolescentes que manifiestan una tendencia a los retos virales.

El muñeco azul ha demostrado en imágenes monstruosas el alcance de sus amenazas. Incluso, se venden reéplicas de este monstruo, como resultado de su popularidad. Es decir, tanto en las plataformas o con su presencia física, tiene la capacidad de manifestarse en forma violenta. Una capacidad que, por cierto, iba a traer consecuencias en las respuestas de un público muy sensible.
Huggy Wuggy desafía a autolesionarse con el filo de los sacapuntas y para eso, solo hace falta bajar la aplicación para celulares. La semana pasada, dos niños de sexto año fueron internados y otros cinco recibieron atención médica a raíz de la entidad de las lesiones.

Es que los retos virales son varios y encierran el atractivo del “ser popular”, hacer amigos u obtener una mayor cantidad de seguidores. Mientras avanzan en los siguientes niveles, pierden privacidad, se desconectan de la realidad, limitan su lenguaje sólo a lo que observan en las redes y ponen en peligro sus vidas.
Además, es una circunstancia que demuestra el alejamiento del control de los referentes familiares que tampoco están preparados para medir el riesgo sicológico, justo en el momento de la vida en que se desarrolla el sentido crítico. Por eso, las alertas deben dispararse primero con aquellos que supervisan a niños y adolescentes para fomentar el uso responsable de las redes sociales, aplicaciones y dispositivos que tanto evolucionan en estos tiempos.

Porque las redes sociales y las plataformas son una manera formidable de buscar materiales y nuevas lecturas. Las dificultades aparecen a partir de su mal uso.
Estas nuevas formas de socializar han tenido un alcance tan extendido que forman parte de las vidas de los involucrados y los paraliza antes de pensar en otras consecuencias. Sólo en obtener la mayor cantidad de likes posibles y hacer “amigos”.

El problema inicial en esta cuestión es que no hay un público educado para el uso de estas aplicaciones. Y si los adultos carecen de conocimiento, seguramente el miedo a lo que pueda ocurrirle a los más jóvenes empieza a llenar ese espacio. La primera reacción será la prohibición y el juzgamiento. Eso, sin dudas, los alejará de los adolescentes que ya ingresaron en ese mundo virtual y lo toman como propio.

Algo similar sucede con los adultos, que ponen plena confianza en las supuestas noticias que se divulgan en estas redes, donde un alto porcentaje de fake news –o noticias falsas– impulsan a tener juicios de valores sobre determinados temas, sin contar con mayores evidencias ni la voluntad de chequearlo con otros medios tradicionales.
Por lo tanto, las reacciones de niños y adolescentes a los retos virales es de similares características al seguimiento constante que realizan las personas en otros tramos etarios. Porque los retos de los adolescentes son igual de violentos que las manifestaciones de agresiones entre los adultos.

Por otro lado, lo que se propaga a nivel global afecta indistintamente a las personas. No obstante, hay un común denominador que es el ciberacoso. Son transformaciones en las relaciones interpersonales tan visibles que llegaron para quedarse luego de la pandemia y requieren nuevas estrategias personales y familiares.
Estas nuevas formas de ejercer la violencia han llevado a la desvinculación de los afectos, a la depresión y, en el peor de los casos, a la muerte. Sin embargo, desde el principio, el usuario cree que tiene “el control”.

O como en los juegos virales que, con el paso del tiempo se vuelve una “necesidad” la participación en ese universo digital. Allí, donde se cree que existe la popularidad, o que le importa verdaderamente a alguien.
Por eso fueron tan famosos “La ballena azul”, “Momo”, “Balconing”, “Tid Pod Challenge”, el “Juego de la Asfixia”, el “Train Surfing”, “Juego de la muerte”, el “Hot water challenge”, “Vodka en el ojo”, y tantos otros.

Entonces, el fenómeno no es novedoso. Y en Uruguay hablamos de su importancia a raíz del caso ocurrido en una escuela. Porque existía en la prepandemia, pero en los últimos tiempos se agudizó y volvió aún más complejas las relaciones humanas. El aislamiento acentuó la persecución virtual, los desafíos virales y el uso de las redes para ejercer violencia y acoso.
Bajo estas circunstancias, más temprano que tarde se vuelve necesario un cambio de paradigma y bajar la vara de la tolerancia sobre lo que se lee y escucha en estas nuevas formas de comunicación. Porque, según cálculos de Bullying Sin Fronteras y de la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente 200.000 personas por año pierden la vida a causa del bullying y el ciberbullying.

No es posible esperar a que un grupo de niños se autolesione en sus muñecas o que haya adultos bajo casos extremos de violencia y amenazas para hablar del problema. Porque todo tuvo un comienzo en los “desafíos” de estos tiempos.
Las redes y plataformas utilizadas para los desafíos virtuales se han transformado en el mejor aliado para los acosadores. Y sus resultados se observan en las personas con la autoestima deteriorada, que encuentran allí un espacio de popularidad.