A comienzos de este año, en dos columnas – (Dólar y Dólar I) hice algunos comentarios sobre el tema del atraso cambiario; “desalineamiento” para el lenguaje oficial. No soy un especialista, sabido es, pero en función de mi experiencia, el contacto que tuve durante años con grandes economistas de este país, me atreví a vaticinar que el dólar iba a seguir a la baja y que la situación iba a empeorar con el paso del tiempo. Hablé de pérdida de competitividad, costo país y salarios altos, enfriamiento de la actividad, desocupación. También señalé la responsabilidad del Banco Central y su “ortodoxia monetarista” para acabar con la inflación, y sus efectos colaterales.
Causaron cierto revuelo, humildemente, y hubo un contacto con el BCU, abierto y franco y muy ilustrativo para mí. En ese diálogo me limité a observar que no se estaban teniendo en cuenta otras variables que hacen a la economía toda; a la economía real. Que hay precios que no se manejan simplemente subiendo o bajando la tasa de interés: los salarios, y los precios externos, por ejemplo. Un poco en broma y un poco en serio y dada la confianza que tienen sobre los efectos de esa política a mediano plazo, cité el caso del caballo que se murió justo cuando se estaba acostumbrando a vivir sin comer.
Esta semana veo con preocupación que dos reconocidos economistas –ya no se trata de una payada mía más o menos bien rumbeada– encienden luces de alarmas sobre el tema. Me refiero a los economistas Jorge Caumont e Ignacio Munyo; la autoridad de ambos está por encima de cualquier discusión. Caumont en su columna del lunes (e&m) hablando de la “apreciación que ha tenido el peso ante el dólar” –bien delicado él–, recoge la preocupación de empresarios y de exportadores, inquietos por el futuro y por la caída de la competitividad. Hace un análisis del nivel de pérdida de competitividad en los últimos dos años –24%– y de la evolución de precios y costos internos y de precios externos y decididamente augura un escenario de menor empleo y caída de la actividad a un futuro no lejano. Caumont, con acierto, indica que el BCU que maneja la política monetaria y decide el rumbo a seguir, debería explicar las razones de la situación actual. (Deberían leerlo)
El Director Ejecutivo de Ceres, con mucho menos anestesia que Caumont, ante unos 350 empresarios afirmo que “la economía está atrapada en un fenómeno serio de atraso cambiario”. Manejó cifras similares: caída del 26% del tipo de cambio real.
Munyo fue más contundente, incluso, dijo que estamos “en una trampa del atraso cambiario” y hablo de una “especie de muerte lenta”. Es un “problema grande que el Uruguay tiene para adelante” advirtió.
Y el problema grande, según el director de Ceres, es que es muy difícil salir de esa trampa. “Implica entrar en conflicto con la planificación macroeconómica, con los sindicatos, entre empresas o con el sector publico” enfatizó. Munyo enumeró y fundamentó los obstáculos casi insalvables para salir de ese laberinto o trampa como él le llamó.
Uno diariamente se pregunta cómo van hacer los argentinos para salir de su actual situación económica; tras el análisis de Munyo cabe preguntarse cómo vamos a hacer los uruguayos para salirnos del atraso cambiario y sus consecuencias.
Munyo mostró un panorama que asusta. Supongo que los empresarios deben haber salido asustados. (Deberían conseguir la exposición del director de Ceres). → Leer más