Sobre águilas y palomas

La cadena alemana de noticias Deutsche Welle (DW) se ha hecho eco en las últimas horas de una noticia que ha recorrido el mundo: “El águila de bronce con simbología nazi que adornaba el acorazado alemán Graf Spee, hundido en aguas uruguayas en los albores de la Segunda Guerra Mundial, será fundida y transformada en un ‘símbolo de paz y unión’, anunció el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou. (…) El Admiral Graf Spee protagonizó junto a los cruceros británicos Exeter y Ajax y el neozelandés Achilles la Batalla del Río de la Plata, uno de los primeros enfrentamientos navales de la Segunda Guerra Mundial, el cual tuvo lugar frente a la costa uruguaya el 13 de diciembre de 1939”.

De acuerdo con declaraciones del artista Pablo Atchugarry a DW “este proyecto consiste en crear un molde en mármol de Carrara con el diseño de la paloma, fundir el bronce del águila y convertirla en una paloma de la paz, de aproximadamente 1,70 metros de largo por un metro de altura y 80 centímetros de espesor”, explicó el artista. “Me pareció un proyecto de una gran importancia ética y moral”. “Creo que en la humanidad tenemos necesidad de señales de paz en todo lo que pasa actualmente, empezando por la guerra de Ucrania y más…” Consultado sobre si creía válido modificar un objeto de valor histórico, respondió que “la historia siempre está y todos la conocemos. Pero entre conservar un símbolo de odio o destrucción o conservar un símbolo de amor y de paz, creo que la elección es un mensaje de paz del que toda la humanidad tiene necesidad”. “Es la materia, pero la imagen va a cambiar”, agregó, e invitó a “imaginar en nuestros corazones y almas, y proponerlo como actitud para que la humanidad pueda encontrar un camino de paz”.

La decisión adoptada por el Estado uruguayo abrió en forma casi inmediata una fuerte polémica en torno al destino que se le debería dar al águila de bronce antes mencionada, todo ello a través de posiciones que pueden resumirse de manera muy simple: quienes entienden que debe ser conservada en su estado actual, como muestra de una época nefasta de nuestra historia y aquellos que desean utilizarla con otros fines, como el propuesto por Lacalle Pou. Y en estas posturas no se trata de “derecha o izquierda”, “zurdos o bolches” ni Frente Amplio vs Coalición multicolor, porque las opiniones están cruzadas. A modo de ejemplo sobre estas reacciones, y de acuerdo con lo informado por el diario argentino La Nación, “Después del anuncio, el presidente del Comité Central Israelita de Uruguay, Roby Schindler, lo celebró y calificó la idea de “maravillosa”. “No salgo de mi sorpresa, porque este es un tema que venimos monitoreando hace ya unos cuantos años. En el entendido de que el águila iba a ser eventualmente rematada y de que el producto de ese remate se repartiría entre el Estado y quienes se encargaron de la búsqueda e invirtieron una cantidad de dinero”, expresó. “Esta noticia es música para nuestros oídos, al menos en lo personal”, añadió.

Nadie puede dudar que la cruz esvástica que forma parte del águila del Graf Spee es un símbolo que invoca el horror y la maldad que impulsaron los actos del nazismo antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial y que merecen la más enérgica condena por tratarse de delitos de lesa humanidad que llevaron sufrimiento, destrucción y muerte a millones de personas, incluso a través de planes masivos de exterminio como la llamada “solución final”, denominación macabra para la aniquilación del pueblo judío en uno de las más repudiables ataques contra la dignidad humana.
Sin perjuicio de ello, lo cierto es que ese símbolo representa un sentir maléfico que existió y que fue implacable con quienes eran sus objetivos en las vastas operaciones de aniquilación que llevó adelante en todo el continente europeo (judíos, gitanos, marxistas, artistas, masones, opositores de toda clase, personas con síndrome de down). Lo mismo sucede con los pequeños pedazos del ghettos que siguen en pie en algunas ciudades europeas. Nadie puede pensar que se mantienen allí para ensalzar las acciones nazis o para mantener viva la llama del odio que llevó a conformar esos sectores urbanos donde campearon la discriminación, el hambre, el odio y la miseria. Tal vez se trate del objetivo contrario: hacer que las nuevas generaciones sepan que Adolf Hitler y el nazismo realmente existieron y fueron capaces de cometer las atrocidades que llevaron a cabo y ello tiene una importancia especial y fundamental en un mundo donde cada día se alzan más voces de odio intentado negar o al menos minimizar la existencia de tales actos. El mismo razonamiento debe aplicarse a los antiguos campos de exterminio que son mantenidos precisamente para que sirvan como mudos testigos de que aquello realmente ocurrió, a pesar de que nos pueda parecer increíble que exista tanta maldad. Otro tanto sucede con obras que fueron llevadas a cabo durante épocas en las cuales no se encontraban vigentes las libertades constitucionales que protegen la libertad de expresión. Obras como el puente internacional Paysandú-Colón, el Mausoleo de Artigas en la Plaza Independencia de Montevideo o incluso varias partes de las rutas nacionales fueron construidas durante la dictadura, pero forman parte de la historia de un período oscuro de Uruguay y no por ello se forman grupos para destruir cualquiera de ellas invocando que podrían ser consideradas como una reivindicación de tales épocas. Téngase en cuenta que estamos hablando de construcciones y no de símbolos concretos como lo constituye la esvástica que junto con la hoz y el martillo de la Unión Soviética han representado los símbolos de destrucción y desprecio por la vida humana más poderosos y lamentablemente eficaces del siglo XX.

¿Acaso ahora habría que fundir los estandartes romanos de hace 2.000 años porque oprimían a los pueblos que no se doblegaban a Roma? Afortunadamente la mentalidad de nuestros antepasados era muy diferente a la que ahora rige lo “políticamente correcto”, y gracias a eso aún conservamos elementos muy valiosos de para la historia de la Humanidad, más allá de la “maldad” que puedan representar. En las redes sociales, ya se han generado peticiones con firmas digitales para no modificar el águila en cuestión. En su muro de Facebook la exintendente departamental de Paysandú durante el gobierno del Frente Amplio, Arquitecta Helena Heinzen, expresó lo siguiente: “Firmo porque un símbolo de la historia global no puede ser transformada. El águila no se vuelve paloma por el capricho de dos personas. Por más encumbradas que estas sean”. Por su parte el profesor de historia Diego Delgrossi expresó a Radio Carmelo 1460 AM, “su desacuerdo con modificar el águila del Graf Spee. Esto es un desatino antihistórico, por no decir un disparate. Es una pieza HISTÓRICA única en su género, representa lo que representa y así debe ser conservada”. “¡Miren si México convierte sus piedras de sacrificio Aztecas en mesas para Camping! La conversión en paloma de la paz al águila que ES parte de la Historia de la Segunda Guerra Mundial es una medida que demuestra falta total de sentido histórico de restos arqueológicos recientes”.
Desatada la polémica sobre el destino que se le debería dar al águila del navío de guerra naval, las aguas deben retomar su curso fructífero y normal para lograr el verdadero objetivo que nos cabe afrontar como seres humanos: ¿cómo ayudamos de manera más concreta e inapelable a que los horrores del nazismo sean recordados para que nunca vuelvan a repetirse? ¿En qué forma enseñamos a las nuevas generaciones que todo ese odio puede desatarse en distintos lugares, por distintas personas y en cualquier momento? Fundiendo el bronce de un símbolo del nazismo, así como quemando libros de historia, seguramente no es la forma.