Catorce años, del 54 al 68 d.C., Roma sufrió el (des)gobierno de Nerón, el último emperador de la dinastía Julio-Claudia. Fueron años difíciles. ¿Fue Nerón esa bestia despiadada que se cuenta en algunos libros de historia y que inspiró películas? ¿O realmente se trató de una conspiración siniestra en su contra?
En su libro “Reflexiones en Santa Elena”, Napoleón Bonaparte dejó escrito: “El pueblo ama a Nerón. Nerón le inspira simpatía y respeto. Por fuerza hay alguna razón. Tácito no nos la dice. Que oprimiera a los grandes y no se ensañara jamás con los ‘pequeños’: en ello entrevemos una posible explicación de este sentimiento popular. Pero Tácito no dice nada. Habla de crímenes y lo hace con pasión. Desde ese momento lo notamos parcial. Ya no inspira la misma confianza. Nos hace pensar que exagera. No explica nada: se diría que solo pretende pintar cuadros”.
El nombre de Nerón se asoció a avaricia, desenfreno, ¡crueldad y tiranía! Pero también, señala Napoleón, en algún momento hasta amado por su pueblo. También sabemos que los historiadores Suetonio (que vivió del 69 al 140) y Tácito (entre los años 55 a 120) fueron los principales instigadores de la pésima imagen de este emperador.
NERÓN, LA IRA
En latín, Nero Claudius Caesar Augustus Germanicus. Fecha estimada de nacimiento: 15 de diciembre de 37; y de muerte, el 9 de junio de 68. Fue emperador romano desde el 13 de octubre de 54 hasta su muerte, y marcó el final de la dinastía Julio-Claudia. Hijo del matrimonio de Cneo Domicio Enobarbo y Agripina la Menor, accedió al trono tras la muerte de su tío Claudio, quien tiempo antes lo había adoptado y nombrado sucesor en detrimento de su propio hijo, Británico. Casi desde esas fechas, el reinado de Nerón se asocia a la tiranía y la extravagancia.
Se le recuerda por las ejecuciones que ordenó, la de su propia madre y su hermanastro, Británico. También el incendio de Roma y una manía de persecución a los cristianos.
Aunque sus posibilidades de llegar al poder eran pocas, un complicado entramado familiar le llevó a beneficiarse del respaldo de poderosos parientes, como Calígula, su tío materno.
LA SUCESIÓN DE CLAUDIO…
A la muerte de Claudio, con apenas 16 años Nerón se convirtió en emperador. Las tensiones en su entorno ponían las cosas mal y difíciles. La madre de Nerón presumía que cuando Británico llegara a los 14 años sería coronado emperador. Pero eso no sucedió: murió “en la víspera”. Nerón, sospechado, ya a sus 14 años había sido proclamado adulto, nombrado procónsul e ingresado al senado. Tras la muerte de Británico, Octavia y Nerón expulsaron a Agripina de la residencia imperial.
Así, a los 16, Nerón se convirtió en emperador. De su primera etapa en el poder, se destaca una buena administración, un cuidado de los asuntos del Imperio. Pero eso duró poco. Aunque la versión de Nerón es que Británico murió de un ataque epiléptico, los historiadores advierten que hay suficientes elementos como para sostener que ordenó envenenarlo. El odio dominaba las pasiones.
Nerón consolidaba su poder, y concomitantemente seguía sumando enemigos. En los años 62 y 63, las ejecuciones de sus rivales Palas, Rubelio Plauto y Fausto Sila, marcaban el clima de la convivencia.
LA PRIMERA GUERRA JUDEO-ROMANA
Algunos historiadores la denominaron “la gran revuelta judía”. Va del año 66 al 73. La causa estuvo en las tensiones entre griegos y judíos. Y se terminó cuando las legiones romanas, comandadas por Tito, ya en el año 70, sitiaron y destruyeron Jerusalén, saquearon e incendiaron el Templo de Jerusalén, y demolieron las principales fortalezas judías, especialmente Masada, ya en el año 73. También esclavizaron o arrasaron con buena parte de la población judía.
La principal fuente de información es La guerra de los judíos, de Flavio Josefo. Es una obra que debe tomarse con cierta cautela debido a su carácter apologético, constituyendo no obstante la única fuente coetánea existente que narra los acontecimientos acaecidos durante ese conflicto.
MASADA Y EL EXILIO
Según el historiador Flavio Josefo, los zelotes (los celosos de Di-s) lideraron la sublevación para liberar a Judea de la dominación romana. Los también rebeldes sicarii liderados por Menájem, hijo de Judas el Galileo contribuyeron a la labor. Tomaron Masada por sorpresa y para ellos degollaron a la guarnición romana apostada en la fortaleza donde estaba una de las diez cohortes de la Legio III Gallica, que estaba en Masada desde el año 44, cuando Judea volvió a ser gobernada, otra vez, por un procurador romano tras la muerte de Herodes Agripa I.
Al rescatar Masada, los sicarios se toparon con lo necesario para equipar un ejército de diez mil hombres, y también reservas de metal para fabricar nuevas armas y municiones. Los almacenes estaban surtidos de trigo, leguminosas, aceite, dátiles y vino. También fértiles huertos en la cima aseguraban alimentos frescos. Y los canales cavados en la roca calcárea conducían el agua de lluvia a las cisternas subterráneas. Masada estaba preparada para resistir un sitio prolongado.
La defensa de la fortaleza estaba en manos de 967 combatientes. Las fuerzas atacantes eran unas 10 mil. No se sabe cuál fue el costo en vidas para los atacantes, pero para los judíos de Masada, fue absoluto.
La herramienta para controlar Masada fue el fuego: con antorchas incendiaron la muralla interior. Los atacantes reforzaron la guardia para que los judíos de la defensa quedaran atrapados en círculos de fuego, de infierno.
De la victoria a la derrota hay sólo un paso de dignidad. Al amanecer los legionarios romanos, preparados para combatir a la defensa judía, se encontraron con un silencio estremecedor: algunos focos de fuego y los cuerpos sin vida de sus enemigos. Flavio Josefo resume que murieron, se suicidaron, todos los 960 (o 963) defensores. Josefo lo escribió así: “Cuando allí se toparon con el montón de muertos, no se alegraron, como suele ocurrir con los enemigos, sino que se llenaron de admiración por la valentía de su resolución y por el firme menosprecio de la muerte que tanta gente había demostrado con sus obras”.
AQUELLOS JUDÍOS DE MASADA
La primera guerra judeo-romana terminó cuando las legiones romanas, comandadas por Tito, asediaron y destruyeron Jerusalém, saquearon e incendiaron el Templo. Demolieron las referencias judías, especialmente Masada (año 73), y mataron o esclavizaron a gran parte de la población judía.
Éste sería el segundo exilio judío. El primero se remonta al 722 a.C., cuando los asirios provocan el destierro, proceso que seguiría en el 607 a.C. cuando los babilonios destruyen el primer templo de Jerusalém.
La dispersión de judíos por el mundo comenzó hace más de 2.700 años, siendo desde entonces una minoría religiosa y cultural en numerosos países. La historia es larga y dolorosa. Aún así hubo siglos de convivencia y desarrollo, pero también persecuciones, matanzas y expulsiones colectivas. El Holocausto, o Shoá, es una prueba: 6 millones de judíos, entre ellos un millón de niños, asesinados a manos de los nazis y sus cómplices.
La historia judía recoge dolorosas experiencias desde el fondo de la civilización humana hasta nuestros días. Su relación con la tierra de Israel es especialmente intensa y extensa. Y este domingo de enero, cuando recordemos que hace hoy exactamente 100 días que Hamás lanzó su ataque sangriento, honremos la memoria de todos los que han pagado con su vida haber pertenecido a una identidad milenaria. Hoy también debemos reflexionar, con humildad, acerca de los valores compartidos como sociedad de escala global. → Leer más