La sala “1º de Julio” de EL TELEGRAFO estuvo colmada de un público que se mantuvo interesado en los testimonios de personas insulino dependientes, quienes junto a los doctores Ricardo Pedoja y Laura Savio destacaron las nuevas técnicas e instrumentos disponibles para el diagnóstico y el tratamiento de la diabetes en Uruguay que, de acuerdo a las cifras oficiales, incluye al 8% de la población. Mario Dorfman, Ana Rosa Llovet y Rubens Courdin tienen en común un diagnóstico positivo. Sin embargo, cada uno relató su experiencia adquirida a base de aprendizaje e información en las décadas transcurridas como pacientes.
AQUELLOS TRATAMIENTOS
“Comencé a estudiar Medicina en marzo de 1973. En junio de ese año se clausuran los cursos y en ese entonces estaba libre de diabetes y de cualquier enfermedad”, comenzó Dorfman. “Retorno a Montevideo en 1974 y comienzan los primeros síntomas de la enfermedad. Consulto en la policlíncia de la Universidad donde me atiende la doctora Perla Temesio, que en esos años era una referente en diabetes y me diagnostica la enfermedad”.
Luego de la receta de dos medicamentos y los resultados esperados, “con el afán de conocer más sobre la enfermedad reclamaba algunos libritos”. Dorfman mostró las publicaciones que datan de mediados de la década de 1970 y 1980 donde la asociación de diabéticos difundía sus actividades con especial énfasis en la prevención. Décadas después, los conceptos publicados “mantienen plena vigencia” como la promoción del autocuidado y el autoconocimiento.
El expositor destacó particularmente que la patología “se sana pero no se cura”, y significa que si cumple con las indicaciones puede lograr un equilibrio metabólico. En aquellos años recordó que los controles se efectuaban a través de los reactivos de Benedict. “Es decir, no existían las tirillas, sino que había que poner una gotas de orina en un tubo de ensayo con un reactivo, calentar por un minuto e indicaba ‘más o menos’ el nivel de glucosa en sangre”. Avanzada la década de 1980 aparecieron las tirillas que permitían las mismas mediciones, pero eran difíciles de conseguir. Las conclusiones tampoco eran exactas “porque no daban resultados, sino un color”.
En 1974 retorna a Paysandú y comienza a atenderse con la doctora Julia Quintana. “Fue muy sensible y me ayudó a superar el trago amargo cuando luego de tres años de tratamiento con medicamentos orales, me sugiere que comience a aplicarme insulina. Y digo trago amargo porque la insulina de antes no es la misma de hoy. Las primeras eran de 40 unidades (bovina) después apareció la de 80 (porcina) y la de 100 (humana) hasta la insulina Lantus que usamos hoy, de acción prolongada”. Incluso, antiguamente debía trasladarse con el hielo en sus viajes para mantener vigente el producto.
Dorfman compartió las agujas utillizadas en aquellos años. “Eran de acero inoxidable, había que hervirlas, cuidarlas y al aplicarlas había que tener autoestima ante las marcas que dejaba en la piel”. Con la evolución de los instrumentos médicos, se utilizaron nuevas jeringas y eyectores que facilitaban el tratamiento. “Este año cumplo 50 años de actividad y 50 años como diabético”, concluyó Dorfman.
EJERCICIO Y ALIMENTACIÓN
Ana Rosa Llovet fue docente y hace unos diez años recibió el diagnóstico positivo. “Estaba asustada porque recibir insulina era como un pecado. Después aprendimos que no, porque la insulina es algo que forma el organismo. Por lo tanto, es natural”. No obstante, reconoció que hubo que realizar cambios en los hábitos alimenticios y tomarse “muy en serio” la actividad física.
La información fue fundamental para ayudarse en el proceso de cambios y mejorar la alimentación que ante los temores, optaba por comer poco. El equipo técnico de la mutualista le sugirió la dieta adecuada, conformada principalmente por carnes blancas, verduras y fibra. Una costumbre que mantiene hasta hoy, junto al ejercicio que realiza en distintos momentos del día.
Explicó que atravesó “distintas etapas para la aplicación de insulina”, hasta que encontró los momentos del día que resultan beneficios a su tratamientos. Llovet destacó la nueva tecnología aplicada a los controles a través de un sensor que puede utilizarlo tantas veces como desee en el día para conocer su nivel de glucosa. Sin embargo, hay hábitos “sencillos y fundamentales” que una persona con diabetes debe tener en cuenta, como la hidratación diaria.
UN ÁMBITO DIFERENTE
Rubens Courdin es productor agropecuario y su diagnóstico fue recibido como “un regalo de Reyes”. El 6 de enero de 1982, el resultado del análisis dio positivo y en los meses previos había atravesado por un gran estrés vinculado a su trabajo. Con la responsabilidad de una familia y las preocupaciones económicas, comenzaron los síntomas.
En ese momento vivía en Artigas frente a la casa de un conocido médico cardiólogo que le encomendó los análisis y, una vez conocido el resultado, comenzó una dieta que permitió bajar los niveles de azúcar en sangre. El tratamiento con insulina mejoró su estado de salud. Mientras tanto, su escenario laboral comenzaba desde cero. Como productor rural autónomo y con la ayuda de su padre tenía la totalidad del trabajo del campo bajo su responsabilidad.
“Con la diabetes también comenzaba una nueva vida, por lo que era clave la información. En el caso que me tocó vivir, tenía que conciliar con una actividad que no es similar a las mencionadas en los testimonios anteriores”. Las labores rurales y su condición económica lo ubicaban entonces en “la primera línea en todo con una familia en cauce”.
El productor señaló que en esas tareas había que lidiar con las distancias y la calidad de los caminos. Eso llevó a “optimizar los recursos” existentes para los tratamientos y la batería de información. En este punto, también enfatizó sobre la alimentación y comparó los relatos previos con su trabajo en el ámbito agropecuario que demanda una intensa actividad física y es necesario “alimentarse bien”.
Incluso, los horarios cronológicos y biológicos son diferentes, porque “trabajamos con organismos vivos y nosotros tenemos que adaptarnos a ellos”, aseguró Courdin. Los tres expositores coincidieron en el apoyo y contención familiar para salir adelante y en sus experiencias como un factor de solidaridad para otros que atraviesan por dicho diagnóstico.
TRAJE A MEDIDA
Al finalizar las exposiciones, Pedoja y Savio coincidieron en señalar que la diabetes “es un traje a medida”, donde cada tratamiento y experiencia es única. Los profesionales recordaron que desde hace muchos años mantienen la exhortación de conformar un grupo de diabéticos a nivel local y hasta ahora no han logrado su objetivo. “Paysandú ha sido pionero en educación en la policlínica de diabetes y con la primera endocrinóloga y diabetóloga que tuvo Paysandú, la doctora Quintana. Aprendimos mucho de ella y seguimos aprendiendo en base a los pacientes”, señaló Savio.
Recordó que el trabajo se lleva adelante en equipo con las distintas especialidades médicas, así como la diplomatura en diabetes –de reciente insturmentación– es un avance en la especialidad.
Explicó que “los testimonios corresponden a pacientes que son el menor porcentaje que hay en Uruguay que es diabetes Tipo I. En algunos la enfermedad fue diagnosticada en jóvenes y otros en su etapa adulta. Pero la mayor parte son diabéticos Tipo II, que en algún momento requieren de insulina. Y, con los cuidados como recalcan en los testimonios, evitarían llegar a la insulina. Ese mensaje hay que transmitirlo también”.
El encuentro finalizó con el compromiso de los presentes interesados y los profesionales de guiar en la conformación de un grupo de diabéticos en Paysandú.
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