Nada es igual desde el 7 de octubre, cuando la más sangrienta acción terrorista de Hamás descargó su furia en el sur de Israel, asesinando unas 1.400 personas, y secuestrando bebés, niños, mujeres, hombres y ancianos. Ha sido la más devastadora y mortal de las bestialidades. Que desmorona expectativas de paz y levanta muros de odio.
Tras quedar en evidencia que las fuerzas de seguridad de Israel, en cualquiera de sus expresiones, había sido sorprendida y por ello la reacción tomó algún tiempo, la respuesta de las fuerzas de seguridad israelíes han sido acordes al impacto inicial. Más allá de valoraciones acerca de aquellas horas dramáticas, las respuestas de las FDI han sido severas, y reabierto polémicas que no son novedosas y que nunca han sido laudadas. No obstante, ello, la revisión para deslindar responsabilidades operativas y políticas sigue pendiente.
“Inundación de Al-Aqsa”
Tal el nombre de la operación que Hamás inició el 7 de octubre de 2023. La planificación logística se centró en los kibutz, en la población trabajadora, y en al menos 3.000 cohetes disparados esa misma mañana. El plan incluyó el secuestro de trabajadores, sin importar su condición. Hasta hoy no se ha logrado precisar cuántas personas fueron secuestradas y cuántas encontraron la muerte en esos momentos, y cuántas permanecen con vida en cautiverio. A casi 120 días desde el 7 de octubre, 136 rehenes aún siguen secuestrados en Gaza.
Un año antes, ha precisado The New York Times, oficiales israelíes contaban con información imprecisa de la planificación, pero la desestimaron (Ronen Bergman y Adam Goldman, 30 de noviembre de 2023, “Israel Knew Hamas’s Attack Plan More Than a Year Ago”; The New York Times).
Esta operación de Hamás dejó al descubierto la inmensa red de túneles que sorprendió por sus dimensiones. Se trata de largos corredores subterráneos, una obra de ingeniería en hormigón, con rieles, energía eléctrica y cableados telefónicos. En el 2013, el extremo era un corredor de 2,5 km de largo, que unía Gaza con Israel. Pero según la BBC, hoy ese laberinto subterráneo es de 500 kilómetros aunque hay quienes dicen que no es exagerado sospechar que la extensión sea en el orden de los 650 a 700 kilómetros. De allí que se hable del “Metro de Gaza”, por sus dimensiones, alcance y costos.
Para tener una idea de la dimensión del “metro”, debemos saber que se desarrolla a unos 20 metros bajo tierra. De la red de túneles se desprenden depósitos de municiones, almacenes de armas, alimentos y agua. Casi todos ellos en usufructo de Hamás, más allá de quien se declare propietario… Del análisis de los nuevos circuitos, surge que las nuevas dimensiones permiten desplazarse por dentro con autos, motos y bicicletas, algunos de ellos con motor eléctrico.
Estas estructuras de hormigón armado son más que “sendas” de tránsito. En sentido estricto también sirven como refugios contra ataques, salas de planificación, almacenes de municiones y espacios para rehenes.
Los acuerdos, decíamos en ocasión del primer intercambio, hace unas semanas, hay que valorarlos en su justa medida. Aquellos sirvieron para los intercambios de presos por secuestrados que ya conocemos, y un alto al fuego transitorio. Un avance no menor, pero al mismo tiempo escaso frente al anhelo de paz de quienes creemos que solamente tienen valor ético y curador, aquellos acuerdos que son superadores y dignificadores. Los que dan paso a algo superior.
El contexto va cambiando
De un tiempo a esta parte, como resultado de sus propias dificultades y de diferentes aspiraciones, la sociedad estadounidense ha ido modificando su mirada del mundo. Pero también las propias mayorías de los israelíes han procesado cambios en su comprensión y expectativas. En ese sentido, el giro hacia las propuestas políticas de la derecha y la ortodoxia religiosa, así como el debilitamiento de la centro izquierda e izquierda produjeron, al amparo del marco institucional, algunos intentos de atropellos institucionales que finalmente no prosperaron pero han afectado la calidad institucional del país.
Como telón de fondo, nada menor, no hay que perder de vista el giro que va ensayando Estados Unidos respecto a toda la región. Que no empezó con la presidencia de Biden, sino que de manera visible se inició con Donald Trump, pero sí se ha acelerado con la presidencia demócrata.
En sentido estricto, es un pendiente del “día después de la guerra fría”. Esa espina se llama Rusia o Rusia y sus aliados, incluido Irán. Desde esa perspectiva, el estado palestino que “idealiza” Estados Unidos, tiene una primera condición tanto para Cisjordania como para la Franja de Gaza: un “nuevo estado desmilitarizado”. Y para que eso sea viable, son necesarias un conjunto de instituciones desarrolladas, y capacidades de seguridad definidas y confiables, al mismo tiempo que garantice su estabilización a partir de políticas de buena vecindad, pacíficas.
En esta vía, hay otra línea en pleno desarrollo: una alianza de seguridad entre Estados Unidos y Arabia Saudita, que va asociada a una normalización de las relaciones saudíes con Israel, preparando las condiciones que habiliten la transformación hacia un estado palestino desmilitarizado, dirigido por una Autoridad Palestina diferente, transformada.
Ajustes sobre la marcha
Los hechos del 7 de octubre, que han teñido a Israel de dolor y muerte, le obligan a una revisión de su presente institucional si es que se aspira a un nuevo diseño político propio y de la región. También convoca al mundo judío global a una profunda reflexión autocrítica y de recuperación de su propia esencia fundacional.
Los fracasos de todos y cualquier intento de paz o de no guerra, necesita un gobierno de Israel con capacidad política para articular condiciones para un plan de convivencia donde Gaza ha de estar presente, guste o no guste. Hace 20/25 años, dos pueblos dos países era una idea tan fuerte, aunque tan abierta, que por momentos parecía ser algo complejo y cercano. Pero no. Sabemos que algunos han repetido el eslogan, pero no lo comparten. El mundo lo ha hecho propio y la paciencia empieza a recortarse.
Pero admitamos que, si bien estas consideraciones han ido ganando terreno en EE. UU. y Europa, Kofi Annan ya hablaba de algo así en lo que denominaba “la estrategia de doble ajuste de cuentas”. ¿Y por qué ha recuperado energía y ganado terreno esa idea o una muy similar? Porque la política hacia Irán, Israel y Palestina-Hamás-Al Fataah no ha logrado encaminar soluciones.
Hay muchas voces a las que hay que escuchar y avanzar hacia ámbitos de confianza y colaboración. En Estados Unidos surge una pregunta: ¿puede Israel post trauma 7/10 relanzar su deseo de convivencia en paz e inclinar decisivamente una Red de Inclusión hacia un espacio de convivencia respaldado por garantes mutuos del proceso? Seguramente, por aquí va el futuro.
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