El encuentro de dos hermanas en la adultez; para ellas fue “una bendición” y “un milagro”

María Rosa Carrillo (71) e Isabel Carrillo (58) son hermanas pero, por esas cosas de la vida, no se conocieron hasta hace poco menos de un año. El que la vida por fin las uniera para María Rosa es “una bendición” y para Isabel “un milagro”, según confiaron a Pasividades en una entrevista que mantuvimos en Cajupay acerca de esta peculiar historia, precisamente donde se conocieron.
Isabel reconoce saber “poco de la historia” familiar y lo único que recuerda es que siendo una niña su madre en alguna ocasión le señaló en la calle a alguien y le dijo “ella es hija de tu padre”. Pero pasaron los años y ese recuerdo se volvió cada vez más vago y también ausente en sus pensamientos, por lo que un día le llamó la atención que en Cajupay hubiera otra persona con su mismo apellido. Si bien en aquel momento pensó en averiguar de quién se trataba, dado que “ese apellido no es muy común”, tampoco lo asoció al hecho de que se tratara de aquella hermana que tan solo vio por algunos instantes y a la distancia tantos años atrás. Es así que pronto se olvidó del tema. María Rosa, en cambio, nunca conoció la existencia de otros hermanos, pues en realidad cuando su padre se divorció de su madre nunca más supo de su vida. “El se divorció y formó otra familia. Mi padre cortó el vínculo”, aseguró María Rosa.
Lo cierto es que toda una vida transcurrió antes de que llegara ese primer encuentro, un día inolvidable para ambas. No es increíble coincidir en el mismo lugar y momento, como lo fue para ellas un baile en Cajupay. Lo más sorprendente quizás sí fue que Isabel reconociera el rostro que décadas atrás y a distancia le mostrara su madre. Mientras ambas bailaban, en un giro Isabel se encontró de repente con ese rostro familiar y sin pensarlo, espontáneamente le preguntó “¿sos Teresa?”, a lo que María Rosa, le dijo que no. Ya sin dudas de que se trataba ciertamente de su hermana, insistió, ‘¿pero tu apellido es Carrillo?’. “Le dije que sí, pero seguí bailando porque no me interesaba, no la conocía, ni siquiera sabía que había alguien con mi mismo apellido, pero cuando me dijo ‘sos mi hermana’, ya me cambió la vida”, reconoció María Rosa, recordando que en ese momento de repente “tuve sentimientos muy encontrados, una emoción muy grande que sinceramente no sabía que hacer, si llorar, si reír”.
El encuentro y las emociones movilizadoras de ese momento lógicamente ameritaron una charla en un sitio de mayor intimidad. Ambas coinciden en que “no queremos investigar ni saber” del pasado ni de esas decisiones de sus progenitores que las mantuvieron alejadas durante toda una vida. Para ellas, en cambio, “a esta altura de nuestras vidas, que ya hemos pasado tantas historias, que ya estamos grandes, solo queremos disfrutarnos ahora, nada más”.
“Es una cosa increíble porque el trato con ella es como si nos hubiésemos tratado toda la vida, como si nos hubiésemos criado juntas, yo siento esa conexión”, admitió Isabel. Coincidió con su hermana en que “nos parecemos en muchísimas cosas, en actitudes, en forma de vestirnos, en las comidas que nos gustan”. También “somos igualitas, no parecidas, igualitas, en el pensar, en el accionar, en el razonar”, reafirmó María Rosa.
A partir del 30 de julio pasado, decidieron aprovechar el tiempo perdido y compartir momentos juntas. “Salimos todos juntos, tenemos una barra común de amigos, vamos a los bailes, a los almuerzos, también nos visitamos en nuestras casas y pasamos el rato. Además nos hemos integrado con nuestras familias”, comentaron.
Isabel es divorciada, tiene 2 hijas de 29 y 27 años y 3 nietos. “Soy asistente personal del BPS y estoy trabajando con un niño en la escuela 88 y me encanta el trabajo, no sólo por la remuneración, lo hago con mucho gusto. Primero cuidé gente mayor y desde el año pasado cuido un chico, son experiencias nuevas, un desafío grande”, señaló. María Rosa tiene 2 hijos de 52 y 46 años, y una nieta, es viuda, pero ahora tiene un compañero. “Trabajé, atendí mi hogar, soy jubilada y estoy disfrutando de esta etapa”, comentó.
“Para mí el habernos encontrado es un milagro”, consideró Isabel durante la charla.
“Pienso que Dios a veces marca un camino, porque recién el año pasado nos decidimos inscribirnos en Cajupay, porque queríamos ir a algún lado a bailar, a pasear, a divertirnos, pero como que veíamos que no encajábamos en esos lados. Y en febrero del año pasado, decidimos venir con mi pareja, primero nos sentábamos solos en una mesa porque no conocíamos a nadie, pero después nos fuimos integrando”, contó María Rosa.
Este encuentro “me cambió la vida porque yo siempre había anhelado tener hermanos, y aunque tengo dos hijos, uno está en Maldonado y el otro, aunque está acá, tiene su propia familia, y no tengo más familia, ni tías, ni primos, entonces el haber encontrado a esta altura de mi vida una hermana, es una bendición”, aseguró María Rosa.
Mientras que para Isabel, que también reconoce “me sentí sola muchas veces”, ahora “ella siempre está pendiente; la verdad es muy lindo tenerla”, dijo.
“A veces uno escucha a la gente quejarse de los hermanos, y yo siempre pensaba ‘qué lamentable que piensen así’, ‘tienen hermanos y no lo valoran’. Son cosas de la vida”, reflexionó María Rosa.