Editorial de El Telégrafo sobre los temas que más importan en el mundo, Uruguay y Paysandú en particular.

El dilema del ahorro
La semana pasada el portal argentino Infobae publicó un artículo titulado “De la inversión a la ruina: los once negocios que terminaron en grandes pérdidas para los ahorristas uruguayos”. La nota, firmada por Pedro Tristant, recopila una serie de de casos, algunos muy sonados, otros que quizás la mayor parte de la opinión pública no tenga tan presente. Verlos así, puestos todos junto en una sola nota, provoca una enorme tristeza por las personas afectadas por estos episodios, negocios que salieron mal —los menos—, o rotundos delitos.
Apoyados en este resumen podemos recordar, por ser los más voluminosos en montos y además los más recientes, los casos de los negocios en la ganadería, pero todos ellos tuvieron su desenlace durante los dos últimos años, por más que algunos viniesen de larga data, como el más importante y sonado de ellos, el de Conexión Ganadera, una empresa con 25 años a cuestas y un prestigio que se esfumó en cuestión de semanas.
La empresa se dedicaba a captar el ahorro privado para invertir en ganado, a cambio ofrecía una rentabilidad fija. Unas 4.300 personas confiaron en este modelo y perdieron el dinero. Hay dolorosos relatos, como personas que habían heredado determinada suma y la colocaron allí, o que decidieron desprenderse de algún bien para buscar una rentabilidad en ese negocio en el que vieron esfumarse el dinero con el que proyectaban su retiro.
Conexión Ganadera, se supo después, se había vuelto hacía tiempo un esquema Ponzi, o una estafa piramidal, por el cual para pagar a los inversores se emplea el dinero de nuevos inversores que ingresan, sin que exista una rentabilidad real que lo permita. Pero no fue el único caso, su modelo había sido copiado en el mercado y con ajustes para entregar mayor rentabilidad, como en el caso del Grupo Larrarte. Otra empresa que cayó en esa corrida fue República Ganadera, cuyo rescate había anunciado Conexión Ganadera antes de su propia debacle, que empezó con la muerte de uno de sus propietarios en un llamativo accidente automovilístico, que luego se comprobó fue una autoeliminación.
Larrarte llegó a captar inversiones por U$S 12 millones, República Ganadera tenía un pasivo de U$S 90 millones y Conexión Ganadera uno de U$S 230 millones. Se sumó a ellos la empresa Portfolio Capital, que comunicó a sus clientes que no está pudiendo pagar los intereses ni devolver el capital anticipadamente ante la corrida de los inversores y está buscando acuerdos para afrontar sus obligaciones.
Otro sonado caso, mencionado en el resumen, fue el de la empresa Balsa y Asociados, desarrolladora de proyectos inmobiliarios, en especial dedicado al desarrollo de barrios privados en el departamento de Canelones. En un correo electrónico, en abril de 2024, anunció a sus inversores que había solicitado el concurso de acreedores. Afrontaba deudas por U$S 65 millones de dólares, que está negociando. Otro caso mencionado en el repaso es el de la corredora de bolsa Sara Goldring, quien, frente a la caída del valor de los títulos de sus clientes, a causa de la pandemia, decidió ocultar esa información. En 2022 blanqueó la situación, reconoció pérdidas millonarias. Una investigación reveló que utilizaba fondos de algunos inversores para compensar las pérdidas de otros. Otra empresa de corretaje, el Grupo Bursátil Uruguayo, también fue intervenida —al igual que la de Goldring— por el BCU. Más recientemente, menciona, Ignacio González Palumbo, “un supuesto corredor de bolsa que ostentaba una vida de lujo, fue acusado por haber estafado hasta a su propia familia”.
Los casos siguen. La tecnológica argentina Wenance reconoció que estaba reprogramando pagos de intereses a clientes que depositaron fondos en la firma. Se buscó evitar que la operativa en Uruguay se viese afectada, pero fue posible y unas 600 personas dicen haber sido estafadas por U$S 20 millones en total. Los denunciantes consideran que el modelo de negocios de Muszak terminó siendo un “verdadero esquema Ponzi” o una “estafa piramidal”.
Otro caso, diferente, fue el del exrugbier Gonzalo Campomar proponía un negocio de inversión en criptomonedas y billeteras virtuales, con una rentabilidad muy alta, de hasta el 50% anual, que terminó acumulando una deuda de U$S 65 millones antes de desaparecer del país.
Está claro que no alcanza con que estas personas y empresas ofreciesen un servicio financiero para que las personas afectadas terminaran cayendo en una trampa o viéndose arrastradas en en un negocio fallido. Hay que leerlo como un síntoma de que hay una inquietud por obtener rentabilidades mayores que las que el mercado ofrece actualmente a través de mecanismos tradicionales. Claro, a veces estas opciones tienen implícito determinado riesgo. Ya vimos que miles y miles de uruguayos expusieron estos ahorros buscando obtener un mayor retorno. Y en muchos casos no se trataba de personas que los colocaran allí con la expectativa de recuperarlos, aumentados, en el corto plazo, sino con la intención de tenerlos en algún lugar y que no pierdan valor.
Hay, sigue habiendo, ahorro nacional buscando posibilidades de inversión a riesgo bajo —que era lo que prometían e incumplieron las empresas del área ganadera— y buena rentabilidad. Veremos de qué manera todas estas experiencias negativas terminan afectando el desarrollo de algunas alternativas privadas que se vienen generando y que han tenido auspiciosos comienzos, dando impulso a nuevos proyectos empresariales. O si, en cambio, los ahorristas se vuelcan por opciones más tradicionales, aun esperando resultados más moderados.