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Escribe Ernesto Kreimerman: Trump, un presidente prescindente
Hubo un tiempo, al inicio del segundo mandato del presidente Trump, que amanecía con una sorpresa. Anuncios inéditos que asombraban a propios y ajenos, que poco a poco y más bien, rápidamente, fueron generando un ambiente inestable, inconsistente para la gestión gubernamental.
En repetidas ocasiones y a pesar del escaso tiempo transcurrido de su segundo mandato, Trump ha alegado ignorancia o desconocimiento sobre eventos y procesos importantes. Ante la evidencia de sus errores y al mismo tiempo de intentar evitar asumir sus responsabilidades, comenzó con una estrategia que no cambió, obviamente, nada de la porfiada realidad. Terminó admitiendo que no estaba informado del asunto, ni al tanto de las decisiones importantes. Los círculos de poder de Washington empezaron a confirmar un rumor cada vez más fuerte: el presidente gobernaba en “modo avión”, sin involucrarse ni tampoco informarse de una mínima agenda diaria de seguimiento de los asuntos principales. Ello, asumen preocupados analistas y ejecutivos claves, ha ido instalando dudas e incertidumbre en cuanto a las consistencias de las políticas y acciones principales, y a la sensación de estar frente a un nivel de compartimentación de información y decisión, más cercano a la improvisación y al desconcierto. Ello explica las marchas y contramarchas en las decisiones, las contradicciones, así como algunas ideas disparatadas.
Los ataques a Biden
Sus ataques a la figura del candidato reeleccionista en particular y a los demócratas en general, durante la campaña preelectoral le dio unos resultados electorales muy positivos. Sin embargo, posteriormente, como en una nueva ola de ataques personalizados, hacía afirmaciones del tipo de que Biden “no tiene idea de lo que está pasando”. Lo comentó en el 2022 y lo reiteró en más de una ocasión, casi textual: Biden “no tiene ni idea de lo que está haciendo, ni idea de dónde está. Aparte de eso, está haciendo un trabajo fantástico”.
Un ejemplo de ello se conoció en los últimos días cuando este jueves Trump asumió que poco o nada había aportado en la selección del nuevo candidato a cirujano general, Casey Means. “No lo conozco; escuché la recomendación de Bobby”, el secretario de Salud y Servicios Humanos, Robert F. Kennedy Jr.
Lo mismo sucedió con el candidato para ser fiscal federal de D.C., Ed Martin. “No sabía eso” cuando se le preguntó acerca de un senador republicano clave que se pronunció en contra de su controvertido candidato para ser fiscal federal de D.C., Ed Martin. Los comentarios del senador Thom Tillis, de Carolina del Norte, se habían producido el día anterior y fueron pronunciadas para producir un efecto político definitivo: frustrar el proceso de confirmación de Martin. Fue una seguidilla de decisiones desacertadas: fue Trump quien directamente había asumido promover la candidatura de Martin. Varios medios confirmaron que con tal propósito había realizado varias llamadas a senadores claves. Después volvió a comunicarse para brevemente anunciarles que había cambiado de opinión, pero no dio ninguna explicación.
En el mismo sentido, fue el desacierto acerca de casi una decena de despidos anunciados de un programa que brinda atención médica a los socorristas y sobrevivientes del 11 de setiembre. “No estoy al tanto de nada que se haya mencionado recientemente”, admitió Trump. Pero dos días después, Fox News anunciaba que fuentes de la Casa Blanca confirmaban extraoficialmente que ese personal ya había sido reincorporado.
Cuestiones claves
En esta misma línea, sumando “distracciones” difíciles de comprender, es el caso más que llamativo de los cuatro soldados que perdieron la vida durante ejercicios de entrenamiento que tuvieron lugar en Lituania. Muy brevemente, la historia es que estos soldados desaparecieron el 25 de marzo, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, informaba a primera hora de la tarde del 26 de marzo que, tristemente, habían sido asesinados. Ese mismo día, pero en horas de la noche, Trump casi doce horas después informaba acerca de “los soldados en Lituania” después de explicar que no había sido informado sobre la situación. El intento, ya transformado en infeliz escapismo, volvió a dejar en falso a Trump.
Otro paso desacertado involucra al secretario de Defensa, Pete Hegseth, cuando ordenó hacia finales del pasado mes de enero detener los envíos de ayuda militar a Ucrania, a pesar de que Trump no habría emitido tal orden ni tampoco estaba al tanto de lo que su funcionario de mayor confianza estaba planificando y ejecutando.
Otros hechos similares es claro que responden a una práctica del presidente de no involucrarse en la gestión salvo en ciertos hechos que, en lo previo, es claro que tendrán repercusión mediática, y no requiere más que una mínima preparación para luego dedicarse a la labor.
Sólo ello explica el hecho de que Trump se ha distanciado una y otra vez de todas aquellas acciones significativas de deportación, constituyendo una modalidad bastante sorprendente.
En los casos de deportaciones, Trump debió asumir que las acciones de deportaciones las había delegado en el secretario de estado Marco Rubio.
Modo Avión
Lo que ayer empezó como asunto para chismes de peluquerías, hoy se comenta con el ceño fruncido. Hay una duda que se ha incorporado en forma de pregunta: cuánto Trump está realmente fuera del circuito y cuánto simplemente está diciendo eso. En busca de una respuesta, el Washington Post advierte “acerca del historial de deshonestidad de Trump (que) es casi incomparable. Cuando se trata de algunos de los temas más sensibles, podría beneficiarse de la distancia de estas decisiones. Pero este enfoque aparentemente de no intervención también asomó la cabeza en su primer mandato, especialmente en lo que respecta a la respuesta de la administración al COVID-19. El New York Times publicó un artículo al principio de la pandemia titulado “El presidente como espectador”.
Para algunos, la cuestión de Trump “modo avión” es una reedición del “presidente como espectador” o sencillamente la misma cosa, un presidente prescindente. → Leer más