Edgar Kolesnik y su vocación por la música

Edgar Kolesnik mientras practica con su acordeón.

Edgar Daniel Kolesnik Barros ha tenido que desempeñar distintos trabajos en el transcurrir de su vida, pero desde muy pequeño tuvo muy en claro su verdadera vocación y amor por la música, que lo llevaría a presentarse años más tarde en distintos escenarios, incluso, en la vecina orilla.
Con su carácter gentil, este cantautor sanducero recibió a Pasividades en el living de su casa, recordando cuando a los sólo 6 años “mi hermana me regaló una guitarra Vordini, que me compró en la vieja Comercial. Ahí empecé a estudiar música con un maestro de apellido Fossati, pero a los pocos meses se enfermó. Luego en casa me daba clases de guitarra el profesor Silgifredo Brum y aprendí con él. Después con amigos aprendí otras notas”.
“Pero mi hermano Rodolfo me dijo ‘tienes que hacer tus propios temas’ y fue así que cuando tenía 12 o 13 años empecé a escribir y mi hermano también me escribió un par de letras. A mí me gustaba mucho y siempre fui admirador de Horacio Guaraní, y por eso empecé a aprender del folclore argentino y no del uruguayo”, comentó este cantautor que asegura que no teniendo conocimiento de música, “escribía de oído”.
En 1978, con apenas 19 años “debuté en el tablado de Rampla”, recordó Kolesnik. Luego también se presentó en otros tablados de nuestra ciudad.

EN SANTA FÉ

Al año siguiente, estando en termas de Guaviyú conoció a un matrimonio santafesino que, cautivado con su talento, lo invitó a aquella provincia para participar en festivales del vecino país. “En noviembre del 79, luego de recibir una carta de don Antonio Gregolato, que era un contador muy vinculado, donde me decía que me esperaba una presentación en Santa Fé, viajé y me hospedé en su casa. Me embarqué de madrugada y cuando me senté en el ómnibus, con la lucecita del ómnibus saqué un papel y lapicera y escribí este recitado: ‘Argentina con brazos abiertos, esperaste este humilde cantor, soy un triste poeta uruguayo, soy un simple amante soñador, Dios y el cielo me dieron la suerte, crucé el puente, te vengo a visitar, la guitarra es mi fiel compañera y sus cuerdas comprenden mi andar, Paysandú es mi madre legítima, está al borde del río Uruguay y en su nombre te vengo a cantar, a Don José de San Martín mis respetos le quiero entregar, pero por ser hijo de Don José Artigas hasta el cielo le voy a cantar’.Llegué allá y de noche ya tenía que cantar en un festival. Arranqué con ese recitado y tras presentarme, me contrataron para cerrar el espectáculo. Después hicimos otros festivales pero como yo extrañaba Paysandú, me volví”, comentó.
Igualmente, durante su corta estadía en aquella provincia, “estuve en un festival en Santo Tomé y en el festival de la frutilla en la ciudad de Coronda; también fui entrevistado por LR15 radio Nacional de Santa Fé y en el Canal 13 de la Vera Cruz. En Santa Fé hice una presentación, porque mi anfitrión era amigo del dueño del canal”, recordó nuestro entrevistado.
Esa época de su vida permanece imborrable, sobre todo porque tuvo la oportunidad de conocer a su ídolo musical. “Un día don Antonio me dice ‘vamos a ir al recreativo de Paraná porque estará Horacio Guaraní’ y así lo conocí”, dijo emocionado quien conserva los mejores recuerdos de aquella experiencia y de “esta gente que fue tan buena conmigo”.

UNA LINDA NIÑEZ

Edgar Kolesnik nació el 25 de abril de 1959 en el hogar de los esposos Gregorio Kolesnik y Nélida Barros y creció en una familia de 6 hermanos, en una casa del sur de nuestra ciudad.
“Fui a la Escuela 6 y 3 años al Liceo 1. Mi niñez fue linda, jugábamos al trompo, a la bolilla, a la pelota envenenada, a la ladronada, al tejo, a las figuritas. Cuando tenía 6 o 7 años, me acuerdo que jugábamos con las tapitas de las botellas de la leche; alcancé a jugar al sapito en la escuela, después llegaron las figuritas y con los muchachos del barrio llenábamos un álbum a medias, pero no recuerdo si lo llegamos a completar”, dijo sonriente.

EMPEZÓ A TRABAJAR A LOS 14

“A los 14 años empecé a trabajar en la mueblería La Fama, en calle Uruguay pasando 19, como ayudante de lustrador. Ahí aprendí a lustrar muebles, porque en esa época se lustraba mucho. Después trabajé un par de años en Paycueros, renuncié y me fui con otro muchacho a Montevideo para probar suerte con la guitarra, pero como extrañé, me volví”, relató.
“En 1981 ingresé a la Intendencia, donde trabajé casi 40 años hasta que me jubilé hace 3 años. Entré en los Corrales de Abasto, después pasé al Cementerio Central donde estuve durante 15 años. Ahí me encontré con muy buenos compañeros que me ayudaron mucho, porque cuando recién ingresé ‘soñaba con los muertos’, porque tenía que hacer reducciones, pero después de un año me adapté. Luego trabajé como sereno en el Estadio Cerrado, después en el Complejo Camandulli y terminé en el Monumento de la Perpetuidad”.

“LA VIDA ME HA DADO MUCHAS SATISFACCIONES”

Sin dudas, Kolesnik tiene un sinfín de anécdotas sobre su faceta artística, con innumerables presentaciones en comidas y reuniones tanto solo como junto a “Luis Ramón Castro, que actualmente está en Estados Unidos. Junto a él nos presentamos en distintos escenarios”, recordó. Uno de ellos, fue “en un festival en San Javier, donde nos presentamos en la tarde y gracias a la generosidad de Nepomuceno Terra, que nos cedió el espacio de dos canciones de las 4 de su presentación, pudimos cantar nuestras propias canciones”, destacó, al recordar ese gran gesto del artista.
Kolesnik tiene tres hijos, David, Chintia y Karen y 7 nietos: Macarena, Kevin, Luzmila, Santiago, Milagros, Ezequiel y Lautaro. Vive junto a su compañera, Leticia Fuentes, y se siente muy “conforme y feliz”.
Ya con más tiempo disponible, se dedicó a estudiar música, y en esta etapa “encontré a una gran persona que es el profesor Robin Texeira”, destacó, quien ahora está también incursionando en el aprendizaje de un nuevo instrumento musical: el acordeón. Hace pocos días colaboró en un beneficio en San Félix, y en el horizonte, muy seguramente, quedarán muchas actuaciones más para este artista sanducero que al finalizar nuestra charla reconoce que “la vida me ha dado muchas satisfacciones”.