Cambiamos

Todavía el mundo no sale a echar campanas al vuelo en cuanto al fin de la pandemia, pero en los hechos todo parece indicar que la COVID-19, como pandemia global, está tocando sus últimos acordes (si tiene a mano toque madera).

El mundo parece retomar un ritmo de vida bastante similar a como transcurría previo a la emergencia sanitaria, especialmente si lo comparamos con las épocas de confinamiento o aquella denominada “nueva normalidad” cuando pudimos empezar a desplazarnos y andar por ahí pero con la obligatoriedad de usar tapabocas y poniéndonos alcohol en gel cada vez que se pudiera.
Pero, ¿es que de verdad regresamos a aquella “antigua normalidad”, volvimos a habitar el mismo mundo en el que vivimos antes de la COVID-19 y hacer las mismas cosas y comportarnos de la misma manera? Ahí ya no se puede ser tan categórico en la afirmación. Si se pone a analizarlo fríamente se dará cuenta que no. Capaz usted sí, individualmente mantenga algunos hábitos que tenía antes, se sigue comiendo un asado el fin de semana o mira el fútbol por la tele, yendo a misa o a la feria. Claro, hay cosas que hacíamos antes y que volvimos a hacer. Pero también hay hábitos que incorporamos durante la crisis sanitaria y que llegaron para quedarse. Y esto no es inocuo, porque si consideramos que nuestras acciones como sociedad se modificaron, es dable pensar que estos cambios afectan el mercado de trabajo, porque hay bienes o servicios que dejamos de demandar o que reemplazamos por otros. Un ejemplo: se masificaron los pagos online de facturas y las transferencias de dinero por medios digitales. Esto puede hacer suponer que se usen menos servicios de atención personal, como los de las redes de cobranzas, ergo, estas requieren menos empleados para su funcionamiento. No es más que una hipótesis basada en una impresión.

En líneas generales muchos de los cambios que podemos apreciar vienen de la mano de una mayor digitalización de la economía. Habíamos visto anteriormente la aparición de aplicaciones para solicitar comida a domicilio, al principio tímidamente, compitiendo con el tradicional pedido telefónico, pero en este último tiempo pasaron a tener una presencia más firme. Esto cambió la relación de quienes prestan servicio de reparto, que pasaron de ser dependientes de una casa de comidas o un restaurante, a vincularse con una aplicación. Tal vez en alguna medida haya cambiado además la frecuencia con la que las personas y las familias salgan a comer fuera de casa.

Ha sido muy comentada recientemente la baja que ha sufrido una popular plataforma de exhibición de películas y series, que es cierto, ya existía antes de la pandemia, pero que con el confinamiento tuvo un fuerte impulso, y no solo ella, sino que aparecieron como hongos y hoy la oferta se ha multiplicado, tal vez en detrimento del acceso a los contenidos de quien contrata una sola de estas plataformas, como ocurría al principio. Pero es indiscutible que cambió la forma en la que la gran mayoría consume televisión. Por supuesto, quedan personas que siguen viendo películas a través de los canales de aire o que van al cine, tal vez esto último se entienda más por la lógica de los estrenos y por la experiencia de salir y de ver la película en pantalla grande, pero no hay dudas de que lo dominante es la plataforma digital.

¿Quiere otro ejemplo? Los remates. Ir a una casa de remates es para un nicho de público que uno se imagina de ya determinada edad, pero con la necesidad de encontrar alternativas al no poder convocar aglomeraciones de público en las subastas, las casas de remate también saltaron a la pantalla y con tal éxito que se incorporó público de otras franjas que antes no concurría a los remates y que ahora puede intervenir desde la comodidad de su escritorio, desde el living o donde sea que esté, a través del celular. Con ello se sumaron también compradores a distancia. En fin, el punto es que la pandemia cambió muchas cosas, aunque tal vez no nos hayamos dado cuenta. Lo que en todo caso corresponde evaluar es si estos cambios son positivos o negativos, aunque tal vez nos encontremos con la consecuente afirmación: depende de para quién. Siempre que las cosas cambian hay quienes se favorecen y se perjudican.

Ayer el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social presentó un informe respecto a la informalidad. En nuestro país la informalidad cayó entre 3 y 4 puntos después de la pandemia y después de la recuperación del mercado de trabajo. Este fenómeno se analizó debido a que fue un comportamiento diferente al del resto de América Latina, donde si bien se produjo un incremento en el empleo y una baja del desempleo, esto ocurrió con un crecimiento fuerte de la informalidad.

Hay muchos factores que se explican en el informe –muy extenso como para analizarlo en esta página–, pero menciona entre ellos algunos cambios que se produjeron en el mercado laboral en este tiempo de emergencia sanitaria, algunos que se espera puedan revertirse, otros que seguramente no. “Hoy en día hay menos participación de menores de 25 años y mayores de 65. Cambió la estructura etaria. Hay menor participación del sector privado, especialmente perdimos muchos cuentapropistas sin local, perdimos muchas microempresas menores de 5 personas y esto incluye muchas unipersonales, y perdieron participación los sectores de servicio doméstico, construcción, comercio y servicios”, expuso el investigador senior del Instituto de Economía de la Universidad de la República, Matías Brum, responsable del estudio, junto a la Unidad de Estadística del MTSS y con el apoyo del Programa de las Naciones Unidad Para el Desarrollo (PNUD).