El ruido, ese gran y molesto tema

94 decibeles en el centro de Paysandú, a 20 metros de un avisador.

Con el crecimiento de las ciudades, con las actividades recreativas y de dispersión cada vez más sonoras, la contaminación acústica se ha convertido en todo un problema de salud pública. La consecuencia es clara: la creciente pérdida de audición entre la población. El último miércoles de abril se celebró el Día Internacional de la Concienciación contra el Ruido.
Suele suceder que se subestima el impacto del ruido en la salud de las personas, pero la acumulación de sonidos elevados hace mella con el paso del tiempo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que la contaminación sonora es uno de los factores ambientales que provoca más problemas de salud.

Este organismo define como ruido cualquier sonido superior a 65 decibeles y si pasa de los 75, se considera dañino para el oído humano y doloroso a partir de los 120. Incluso, por la noche es mejor que no exceda los 30 decibeles. El tráfico automovilístico o un televisor con el volumen alto están entre los 65 y los 75 decibelios. La bocina de un auto sube a los 90 decibeles y el de un ómnibus a 100. Las obras en construcción aportan lo suyo en ese sentido; por ejemplo, el martillo neumático suena a 110 decibeles, la misma cifra que pueden alcanzar los restaurantes en horas pico.

Incidencia en el estrés

La normalización del ruido parece ser una marca registrada de esta época. Cuanto más elevado el volumen, más en onda, más cool. Esto pasa mucho con la música en las plazas o en las playas, o en esas motitos que cuanto más ruidoso tenga el caño de escape, mejor. “Como que el ruido es un derecho y soportarlo una obligación. No es muy cómodo”, indicó la fonoaudióloga Virna Capurro a EL TELEGRAFO.

La especialista subrayó que las consecuencias no solo se circunscriben al oído, sino que la contaminación sonora origina un “cambio de conducta en los individuos”.
“Hay más personas que acuden al médico por estrés o males indefinidos, causados por el ruido”, explicó.
“Esto lo ves en los cambios psicofísico y psicológico de las personas. Los que están expuestos a ruidos permanentes padecen trastorno del sueño, pérdida de atención, dificultad para la comunicación, conducta agresiva, accidentes de tránsito o laboral, baja productividad. Trae muchos trastornos, no solo relacionados al oído sino a todo lo psicofísico”, explicó Capurro.

La fonoaudiólogo aseguró que a la hora de analizar el impacto acústico, lo que interesa medir es la intensidad y el tono para determinar el umbral del oído, de la audición de la persona. “El umbral de audición normal de una persona es de entre 0 y 10 decibeles. En una oficina donde la gente habla normalmente, sin música, y en el que el ruido está más o menos controlado, es de 50 decibeles. Si vas conversando en un lugar con tráfico normal, subís la voz a 60 decibeles. En un comedor escolar o en un lugar de trabajo intenso ya te vas a los 80 decibeles”.

En el caso de los que trabajan en radio o en call centers, o que ejercen como dentistas o peluqueros, no solo pueden presentar pérdida auditiva, sino también el “famoso” tinnitus, el zumbido permanente en los oídos debido a la exposición permanente al ruido. “La patología que provoca toda la contaminación sonora son muchas. Y pasa desapercibido”, se lamentó Capurro.
A cuanto más edad, más probabilidades de aumentar la sordera, continuó la especialista que dejó en claro que la incidencia es mayor en mujeres que en los hombres. Los antecedentes familiares también cuentan.

“Lo malo de estas pérdidas auditivas es que no son reversibles. No tenés marcha atrás. Incluso está más predispuesto a que siga aumentando con el tiempo”, mencionó Capurro. A nivel mundial, una de las causas más frecuentes de pérdida auditiva es la exposición al ruido; luego siguen enfermedades del oído, lesiones al nacer, virus, genética, presbiacusia –causada por la edad– o traumatismo craneal.
“Hay que tener en cuenta que vivimos en un mundo sonoro. El tráfico automovilístico y aéreo. Las obras en construcción. Los restaurantes. Los lugares de ocio nocturno. El ladrido de los perros. Vas sumando y no nos damos cuenta. El daño está aunque la exposición sea corta”, destacó la fonoaudióloga. Y añadió: “La contaminación sonora no son sonidos puros aislados, es producto de un conjunto de sonido ambientales que son nocivos y el oído los recibe”.

Existe toda una escala de tiempo de exposición a ruidos continuos intermitentes, que Capurro especificó: una persona que está sometida a 85 decibeles puede trabajar ocho horas; a 95 decibeles, su exposición deberá ser de dos horas; a 105, solo 30 minutos; y a 115, siete minutos.
“Se han tomado algunas medidas contra la contaminación acústica, que tratan de amortiguar la propagación del sonido y su impacto. Como aislar locales para que no se escuche desde afuera. En algunos países se está aprobando unos pavimentos que disminuyen entre tres a cinco decibeles la contaminación sonora. No es mucho, pero suma. Luego hay medidas activas o preventivas como silenciadores de motos, o los filtros para los motores. Y una que para mí más básico e importante que son las medidas educativas, la formación de la sociedad. Esto lo lográs con la concienciación de las personas”.

Qué pasa en Paysandú

Pese a que no cuenta con un tráfico aéreo de consideración –el factor mayor de contaminación acústica–, Paysandú no escapa al creciente ruido entre sus calles. Para la ciudad se contempla un decreto de 1965 respecto a ruidos molestos, en convenio con la Dinama (Dirección Nacional de Medio Ambiente) que permite que cada departamento posea su ordenanza.
La encargada de Espectáculos Públicos de la Intendencia, Cecilia Chirigliano, dijo a EL TELEGRAFO que Paysandú “se maneja” con 60 decibeles como tope y que, en caso de quejas por ruidos molestos “se miden desde el dormitorio donde tomamos la denuncia”.

“Hay mucha denuncia sobre ruidos molestos, sobre todo los viernes, sábados y domingos por el tema de los bailes. Pero el problema que tenemos es que cuando vamos a medir los decibeles, el que denuncia no quiere que entremos para que no sepan que él llamó. ¿Qué hacemos? Medimos los decibeles desde afuera. Esto lo tenés todos los fines de semana, llaman pero no dejan actuar correctamente”, contó Chirigliano.

Lo de los 60 decibeles también corre tanto para los caños de escapes –asunto que se encuentra en la órbita de la Dirección de Tránsito– como para los autoparlantes. Para circular en un vehículo que vocifere propaganda y consignas se necesita un permiso –brindado por el gobierno departamental– y se debe circular en un horario preestablecido: desde el 1° de abril al 15 de setiembre, de 9 a 13, y de 16 a 20 horas; desde del 16 setiembre hasta el 31 marzo, de 8 a 13, y de 17 a 21.30 horas.
Chirigliano dijo que esta ordenanza se suele cumplir. Igual dejó en claro que existen sanciones para todos los que se pasan de la raya. En primer lugar, hay tres advertencias. Después, se aplica una multa de 1,5 UR. “Si esto persiste, se recomienda que directamente se presente en el juzgado. Y ahí el que actúa es la Dinama”, explicó la encargada de Espectáculos Públicos.