Descentralizando cultura

La Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura ha comenzado a nominar Centros Culturales Nacionales en capitales departamentales y otras localidades del Interior, que funcionarán en distintos formatos de acuerdo a las infraestructuras ya existentes en cada lugar.
El anuncio de su puesta en marcha había sido realizado hace aproximadamente dos años, en los primeros meses del actual gobierno nacional, cuando se desmantelaron los denominados Centros MEC. Este año está previsto instalar 15 Centros Culturales Nacionales en forma progresiva, de los cuales en el presente primer semestre se abrirán –algunos ya lo hicieron– en Dolores (Soriano), La Paloma (Rocha), Treinta y Tres, Artigas, Flores, Maldonado Nuevo (Maldonado), Parque del Plata (Canelones) y Paysandú; mientras que en el segundo semestre se realizarán aperturas en Paso de los Toros (Tacuarembó), Sarandí Grande (Florida), Tacuarembó, Vichadero (Rivera), Durazno, San José y Young (Río Negro).

De acuerdo a lo informado por el MEC, estos centros tendrán un carácter “único” por “sus características, ubicación y cercanía con los miembros de la sociedad local” y que “su principal misión será la de contribuir a la descentralización del desarrollo cultural del país y garantizar la accesibilidad a bienes y servicios culturales, promoviendo las expresiones artísticas locales e internacionales y de esta forma construir un nodo de trabajo regional para coordinar con los institutos artísticos nacionales (Cine y Audiovisual, Artes Escénicas, Artes Visuales, Letras y Música) de acuerdo a su producción y a los intereses locales”.
Se prevé su integración a las políticas socioculturales de la Dirección Nacional de Cultura en articulación con sus institutos artísticos y todos sus estamentos, áreas, programas, museos bajo su dependencia, intendencias, municipios y demás instituciones y organizaciones públicas y privadas para tender al mejoramiento de las condiciones necesarias para la circulación cultural en todo el país, desarrollando un espacio de trabajo socio comunitario. “También trabajarán en sinergia con la Comisión de Patrimonio Cultural de la Nación, Dirección Nacional de Educación del MEC, Biblioteca Nacional, el Sistema Nacional de Bibliotecas y otros ministerios vinculados a quehaceres culturales, como el Ministerio de Turismo y el de Desarrollo Social”, se informó.

El ministro Pablo da Silveira dijo que una de las principales diferencias con los Centros MEC es que los Centros Culturales Nacionales no son oficinas, sino lugares “para disfrutar de la vida cultural” que trabajan en estrecha relación con los gobiernos departamentales” y “se concibieron como espacios de expresión de todas las políticas culturales del ministerio y abiertos a trasladar las propuestas locales a todo el país, en favor de la dignificación del interior”.
Si bien el perfil de estos centros es diferente al de los Centros MEC –que llegaron a ser 130 en todo el territorio nacional– y atendiendo a la misión y objetivos antes expresados respecto al desarrollo cultural de todo el país, llama la atención que apenas sean quince en este año sin llegar aún a todos los departamentos y teniendo en cuenta que casi la mitad de los previstos estará ubicado en ciudades capitales departamentales. Esto da la pauta de una descentralización desde Montevideo al Interior de algunos espacios y actividades culturales que, a su vez mantiene otras “centralidades” existentes a nivel departamental en lo que respecta a las capitales departamentales en relación a las localidades del interior de estos territorios.

En 2017, en el marco de una actividad promovida por el gobierno departamental, Toni Puig, el llamado “Gurú de las ciudades” –con destacada participación en la transformación de la ciudad de Barcelona– estuvo en Paysandú y planteó a su modo de ver las situaciones y formas de actuar necesarias para empezar a construir hoy los cambios culturales con perspectivas de futuro.
También expresó su rechazo a la palabra “descentralización” porque “significa que desde el centro expandimos y damos” cuando “todos debemos tener las mismas posibilidades, los mismos derechos, los mismos deberes”. Por supuesto que esta última idea no es original del famoso desarrollador de ciudades español, sino que está contenida ni más ni menos que en la Declaración de Derechos Humanos.

El acceso a la cultura es un derecho consagrado por el artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, vigente desde 1948, y todos los ciudadanos, con independencia del lugar donde vivan, deberían tener oportunidades de ejercerlo.
No obstante, no siempre es así. Como hemos señalado en alguna otra oportunidad desde este mismo espacio, es sabido que en diferentes partes del Uruguay existen personas de diversa edad que no tienen acceso a las actividades culturales que se desarrollan, generalmente, en las ciudades. Existen también otras formas de exclusión que se dan en las propias ciudades, como es el caso de residentes de algunos barrios de Montevideo que jamás estuvieron en el centro de esa ciudad.

Ocurre que los habitantes de los barrios más alejados y pobres, así como los pobladores del medio rural y las pequeñas localidades del interior, no suelen contar con los mismos servicios que quienes residen en las ciudades, lo que en la práctica es una limitante para el ejercicio de sus derechos ciudadanos y culturales.
Por otra parte, cuando se vive en una ciudad no siempre se es consciente de lo difícil que puede resultar la vida en el entorno rural o pueblerino de las pequeñas localidades del país donde la falta de actividades y alternativas impactan fuertemente en la vida cotidiana de niños, jóvenes y adultos, que suelen encontrarse en este sentido en situación de desventaja frente a sus conciudadanos de las ciudades.

Por eso, como dice Toni Puig en una entrevista en la revista Quinto Día de EL TELEGRAFO, los servicios públicos deben ser de proximidad (“buenas escuelas, sanidad, en todos los barrios, dispensarios, centros sociales para la gente que tiene muchos problemas, centros cívicos, una casa de cultura, pequeñita, buena, una biblioteca, cada 4 o 5 barrios”) y los proyectos se deben trabajar “de afuera a adentro y de abajo a arriba”. Esto es, desde los barrios y desde los barrios donde hay menos infraestructura de servicios hacia el centro. Porque es la única manera que las políticas culturales puedan tener pistas de aterrizaje reales y efectivas de aprovechamiento en el territorio, con potencial de transformación social y que, a su vez puedan considerar realmente las necesidades, intereses y aportes de las comunidades locales. Es de esperar pues, que los nuevos espacios culturales que se habilitan puedan contribuir a estos fines, crecer en número y llegar ampliamente a la población.