El terror en la escuela

El 13 de octubre de 1916 nació en la localidad sanducera de Piñera el autor de una de las obras más exitosas publicada en nuestro país, José María Firpo. Su obra más conocida “El humor en la escuela” ha sido leída por cientos de miles de uruguayos y argentinos. Tal como lo menciona la Biblioteca Nacional de Uruguay en su página web, desde su aparición en el año 1974, “El humor en la escuela” fue uno de los libros más exitosos en la historia editorial del Uruguay. (…) Este esplendor fijó para la posteridad a José María Firpo, su autor, como un maestro recopilador o coleccionista de gazapos y ocurrencias de sus alumnos, imagen que se conserva hasta aún hoy”.

Como ha señalado el escritor y crítico literario uruguayo Alfredo Alzugarat, “la vocación de coleccionar escritos de los alumnos comenzó muy tempranamente en el ejercicio de su profesión, probablemente por la década de los 50 o tal vez antes. Mientras que, para muchos de sus colegas, los ‘disparatarios’ de escolares eran un instrumento efímero, condenado al olvido, útil solo para evaluar un instante, un ejercicio, a lo sumo un grupo o tan solo un alumno, en Firpo se fueron acumulando a lo largo de décadas, en una tarea realizada con tesón y constancia, llenando con ellos cuadernos enteros con suma prolijidad. No era solo una manía. Había también una fundamentación pedagógica. Valoraba la libertad de expresión en los niños y los ejercicios de redacción eran parte importantísima de su bagaje didáctico. Le importaba mucho lo que los niños decían como reflejo del entorno social que los acompañaba, de su experiencia de vida, de su práctica cotidiana, distinta según la extracción social y el lugar geográfico en que se hallaban. Mi intervención ha sido mínima: solamente para pulir un poquito. El diamante en bruto que es un rasgo de humor mechado en una redacción infantil debe ser en algunos casos pulido para defender lo que quiso decir el niño, y naturalmente sin distorsionar el origen y el sentido del texto”.

Queda claro entonces, que el maestro Firpo escribió sus libros desde el respeto y la dignidad, en ambos casos cimentado en su amor por la enseñanza y por sus alumnos y para todos sus lectores quedó claro que no se reía de sus alumnos o de sus errores, sino que el objetivo era muy diferente. En la actualidad, cuando vivimos presos de lo “políticamente correcto” que es una forma de censura invisible pero altamente efectiva, seguramente sería imposible publicar un libro con ese contenido, so pena de ser considerado discriminatorio, clasista, patriarcal, machista, fascista y tantas otras calificaciones que se repiten día a día en las redes sociales, cuyos tribunales del odio juzgan, condenan y hacen cumplir sus “sentencias sociales” con una arbitraria pero eficaz mezcla de rapidez y falta de garantías.

La situación que la enseñanza y las capacidades de los propios alumnos dejan al descubierto en el día de hoy dejan poco espacio para que exista humor en la escuela. Habiendo transcurrido casi un cuarto del Siglo XXI la publicación de un libro similar a “El humor en la escuela” les dejaría a sus autores un gusto muy amargo, porque lo que hace casi cincuenta años generaba risas hoy se ha transformado en una tragedia educativa que todos los gobiernos desde el año 1985 han sido incapaces de solucionar. Hoy ya no se trata de inocentes frases de escolares como las que Firpo recopiló en sus obras, tales como “El maestro está compuesto de átomos, pero él tiene más que nosotros” o “Si no fuera por el Sol, no habría sombra donde descansar cuando hace calor”. En los tiempos que corren la falta de comprensión lectora ya sea de escolares, liceales o alumnos de nivel terciario es casi una plaga nacional que les impide a entender el texto que están leyendo y su verdadero significado. A modo de ejemplo, las evaluaciones educativas realizadas por técnicos del Ineed (Instituto Nacional de Evaluación Educativa, en su informe “Aristas” del año 2018) demostraron que ocho de cada diez estudiantes liceales (esto es ¡un 80%!) “no logra comprender un texto que lee”. El otrora “humor” que existía en nuestras escuelas se ha visto reemplazado por un “terror” compuesto de falta de habilidades y capacidades para afrontar los desafíos mínimos de un mundo cada vez más competitivo. ¿Qué valor agregado puede aportar en su lugar de trabajo o en su propia comunidad alguien que no entiende lo que lee?

En el informe del Ineed correspondiente a los años 2019-2020 se expresa que “así como el acceso no es una dificultad en educación primaria, tampoco lo es el egreso, el cual es prácticamente universal. Sin embargo, durante el trayecto se genera rezago escolar, que alcanza a casi un 15% de los niños de 7 a 11 años. A su vez, se registra una brecha de 14,3 puntos porcentuales entre los niños de hogares de contextos más y menos favorables; a medida que aumenta la edad, aumenta el rezago. Entre los adolescentes de 12 a 14 años, un 22,5% tiene rezago. Se observa una diferencia de 24,4 puntos porcentuales según las características socioeconómicas y culturales del hogar de origen. Entre los adolescentes de 15 a 17 años el rezago alcanza a un 45,7% y la brecha según las características de los hogares se profundiza: llega a casi 50 puntos porcentuales. En estas edades, entre quienes provienen de hogares con condiciones más favorables el rezago alcanza a un 16%, mientras que entre quienes provienen de condiciones más desfavorables el porcentaje es de 63,8%.

Adicionalmente, hay que tener en cuenta que los niños y jóvenes que no poseen el hábito de la lectura difícilmente tendrán una adecuada comprensión lectora y uso del lenguaje. En un mundo cuya lectura se reduce a lo que se publica en redes sociales y puede leerse en el celular, máxime cuando en lugar de describir una emoción, un estado de ánimo o una reacción se utiliza un meme, un gif o un emoji, lo que ahorra tiempo en la escritura pero derrocha ignorancia el día de mañana cuando se requiera la correcta utilización del lenguaje. En este sentido en informe del Ineed para el bienio 2019-2020 remarca que “los hábitos de lectura de los niños presentan una asociación positiva con sus desempeños: cuanto mayor es el gusto por la lectura, mayores son los logros. Más tarde o más temprano la brecha de oportunidades laborales y salariales entre quienes leen y quienes no lo hacen se hará tan visible como dolorosa, porque al fin y al cabo los complejos procesos sociales, políticos, tecnológicos o profesionales no pueden ser explicados durante la brevísima duración de un video en la red TikTok, algo así como la unidad máxima de tiempo atencional que pueden dispensar niños y adolescentes incluso a los asuntos más complejos. Sin embargo, si hay algo realmente positivo de las redes sociales es que nos muestran el grado de ignorancia en el que nos movemos, a pesar que supuestamente el conocimiento está al alcance de todos a través de la web. Lo políticamente correcto aplicado a “mientras se entienda el mensaje, es suficiente”, con los años derivó en un leguaje virtual ininteligible donde las faltas de ortografía son tan groseras que resultan imposibles de interpretar, como escribir “sinasion” en lugar de “asignación”, confundir un beneficio por una “promo” o saludar con un “guendia”.

Afortunadamente, a lo largo y ancho del país existen educadores que poseen un gran compromiso con su tarea y “dejan el cuero en la estaca” luchando con “chaucha y palitos” por sus “gurises” contra un sistema educativo que obviamente no está alcanzando los resultados que debería. Lamentablemente los educadores de hoy son los hijos de la mala formación del pasado. Es por eso que un gran daño en materia de educación a cientos de miles de alumnos ya es, en gran parte, irreversible. Tenemos que recuperar el tiempo perdido enfrentando y venciendo el gran desafío que nos plantea la educación en nuestro país, para que el humor y no el terror vuelva a estar presente en las escuelas y liceos de todo el Uruguay.