Familia sanducera estuvo varada en la Cordillera con 30 grados bajo cero de sensación térmica

La familia Valls disfrutando de Mendoza y la nieve.

¿Y si nos vamos de vacaciones? Sin dudas que esa pregunta debe resonar en un sinfín de sanduceros que aprovechan las vacaciones de invierno para pasear, conocer algunos lugares y disfrutar en familia. Pero, como en todo viaje, por más que se preparan valijas, mochilas o se piense en una hoja de ruta, nada puede garantizarse cuando del estado del tiempo se habla. Eso le ocurrió a los cuatro integrantes de la familia Valls que, en procura de llegar a Mendoza donde la nieve de la Cordillera de los Andes regala un paisaje sin dudas digno de apreciar, tuvieron que valerse de paciencia al quedar encerrados en el automóvil y con 30 grados bajo cero de sensación térmica (según publicaciones argentinas); experiencia que no siempre es ¡divertida!

Ya lejos de la nieve, Nicolás (uno de los hijos de la familia) relató a EL TELEGRAFO cómo fue la odisea. “Vinimos con mi familia a Mendoza y nos decidimos ir a la Alta Montaña porque sería el primer día que podríamos ver nieve. Entonces, a eso de las 15, cuando íbamos a volver empezó todo… Empezó a caer nieve pero abundante y ya estaba levantándose viento. Para ese entonces ya estaba medio trancada la ruta, se iba moviendo muy de a poco. Ni bien salimos de Las Cuevas –último poblado en la frontera con Chile– no pudimos avanzar más. Nadie entendía por qué pero era raro que no pudiéramos movernos ni un metro. Toda la gente estaba en la misma situación, se bajaban de los autos a preguntar qué había pasado”.

Ese día pasaron toda la tarde sin muchas novedades y a la noche “llegó la tormenta de nieve que no paraba de nevar y subir la intensidad del viento, y eso hacía que cada vez nos fuera tapando más y más la nieve. Ya ahí empezamos a ver las luces de sirenas que apenas se distinguían porque los vidrios del auto empezaron a tener cristales de hielo. Como a las 3 de la mañana empezamos a notar que caminaba gente, algo se veía, y resultó ser que eran militares y policías que iban preguntando por cada vehículo si precisábamos alimentos, bebida, si había alguna persona mayor o alguien con alguna discapacidad para poder brindarle más atención”, recordó.

Más tarde, dijo, “empezaron a pasar las barredoras de nieve que iban armando caminos pero eso no hacía que se destrancara la cola, sino que seguía todo quieto. Después vimos que pasaban unos camiones que llevaban personas a un refugio porque no se sabía cuánto tiempo iba a durar esa situación, nos decían que podíamos estar varios días en la espera”.

Durante toda la noche la nieve fue subiendo, dijo Nicolás. “No sabíamos qué hacer, pasamos miedo también porque era algo nuevo para nosotros. Además el auto se movía para todos lados y si no tenías el equipo apropiado tampoco podías bajarte, aunque eso no iba a servir de mucho. Por suerte nosotros habíamos alquilado los equipos de nieve y eso nos ayudó para la noche. No pasamos frío porque estuvimos prendiendo el auto para que no se congele y gracias a eso fue que después pudimos sacarlo, porque después vimos autos abandonados porque no les arrancó más. En la mañana veíamos pasar gente que nos atendía y preguntaban si estábamos bien, algo muy solidario que se tiene que resaltar”, agregó.

En medio del caos de estar varados y tapados de nieve, Nicolás indicó que “nos contaban que no se sabía cuánto demoraríamos así. Más tarde llegaron los rescatistas que nos ofrecieron ir a un refugio y que si ellos no llegaban donde estábamos que era en la parte más alta, podíamos optar por irnos y dejar el auto”.
Ya en la tarde del siguiente día “decidimos irnos caminando por donde pasaría el camión que recogía gente para el refugio que quedaba como a una media hora, donde el viento y la nieve nos complicaban para caminar. Cuando estábamos a mitad de camino –siempre había gente con palas liberando autos– nos hablaron unos muchachos que ayudaban, que eran camioneros y que si teníamos el auto cerca nos ayudaban a sacarlo. Nos acompañaron a mi padre y a mí, porque mi madre y a mi hermana las habían llevado al refugio en un auto que tenía lugar libre”.

“Con palas y demás hubo una lucha para sacarlo de la nieve hasta que se pudo. Es obligatorio usar cadenas en las ruedas para la nieve y a mucha gente le pasó como a nosotros que no sabían como usarlas y que después de estar ya ahí no te iban a servir de mucho. A los empujones sacamos el auto. En mi opinión, la experiencia estuvo bastante difícil porque el auto patina mucho, tuvimos que empujarlo mientras mi padre lo arrancaba y se trancaba. Estuvimos desde las 15 ese día hasta las 16 del otro día y un par de horas más para llegar adonde estaban mi madre y mi hermana”, recordó Nicolás. En tanto, dijo que vieron muchos autos abandonados, tapados de nieve y hasta accidentes. Pese a todo ello, la familia recogió anécdotas para poder compartir con sus allegados y amigos, y sobre todo recuerdos de las vacaciones que serán –seguramente– difíciles de superar… salvo que otra tormenta de nieve les corte el paso.