La “Gran Rusia” en su laberinto

La invasión de Rusia a Ucrania ha desenterrado antiguos enfrentamientos que de una u otra forma se mantenían como conflictos de baja intensidad, aunque no por ello menos cruentos o preocupantes. A medida que transcurren los meses va quedando en claro que se trata de un conflicto mucho más importante que un simple enfrentamiento entre dos países y que sus consecuencias tal vez no serán tan radicales como anuncian algunos analistas, pero sin duda serán significativas y duraderas.

Las razones por las cuales Rusia tomó la decisión de invadir Ucrania no son solamente económicas, sino también históricas y hasta estratégicas. Desde el punto de vista económico, y según la radio británica BBC, “tanto Rusia como Ucrania son grandes exportadores de productos alimentarios. Los dos países, conocidos como “el granero de Europa”, representan el 29% de las exportaciones globales de trigo y 19% de las exportaciones de maíz, según JP Morgan. Ucrania es el mayor productor mundial de aceite de girasol y Rusia ocupa el segundo lugar, según S&P Global Platts. Entre ambos representan el 60% de la producción mundial”. Ucrania también resulta de vital importancia en materia de energía (petróleo y gas), metales y neón. Según datos de TrendForce, Ucrania representa casi el 70% de las exportaciones globales de gas neón purificado, que se utiliza para crear los láseres que graban los patrones de los semiconductores. Y más de 90% del neón utilizado por la industria de chips de EE.UU. procede de territorio ucraniano.

A las razones económicas debe sumarse la propia historia de Rusia. En varias ocasiones Putin ha expresado que el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) es “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, una reflexión que no tiene una relación directa con el régimen comunista finalizado en el año 1991 sino con algo que muchas veces quienes habitamos en otros continentes no llegamos a percibir con claridad: la visión rusa de una gran nación unida más allá de las particularidades de sus repúblicas en lo que muchos historiadores y cientistas políticos han llamado “la Gran Rusia”. Lo que Putin añora no es el comunismo como sistema político sino un proyecto geopolítico (“la Gran Rusia”) que se remonta a la era de los zares y cuyo fundamento es el supuesto destino manifiesto de Rusia como nación líder del mundo. Asimilar a Putin con el comunismo puede servir de base a un discurso con olor a naftalina propio de la Guerra Fría y en todo caso nos conducirá a equivocarnos en el diagnóstico y las posibles soluciones. Sería algo así como confundir los 6.000 años de historia de la cultura china con el régimen comunista que gobierna ese país desde el año 1949, o sea hace tan sólo 73 años, un período que no llega al 1,22 % de la existencia de la civilización que dio origen al gigante asiático.

Las motivaciones estratégicas también forman parte del elenco de razones del presidente Putin para llevar a cabo la invasión, especialmente por el acercamiento de Ucrania con la Unión Europea (UE) y con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una organización de defensa militar creada en el año 1949 en un marco de tensiones con la URSS, que por su parte fundó en el año 1955 el Pacto de Varsovia con idénticos propósitos.
La idea de que la OTAN (y por ende Estados Unidos) pudiera tener bases militares y misiles nucleares de largo alcance cerca de su frontera preocupaba a Rusia. Por otro lado, la invasión a Ucrania provocó un lógico sentimiento de inseguridad en otros países (Suecia y Finlandia) que los llevó a solicitar su ingreso a la OTAN de acuerdo con lo expresado en la cumbre de países miembros de esa alianza, celebrada días atrás en Madrid.

En efecto, como ha señalado el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, “lo más importante de la reciente reunión de la OTAN en Madrid ha sido que Turquía levantara su veto, a cambio de ciertas concesiones, a Suecia y Finlandia para que se incorporen al tratado de defensa atlántica. Una vez más se comprueba, de este modo, que Vladimir Putin se equivocó con su invasión a Ucrania, pues aquella medida arbitraria, irracional y matonesca ha tenido como consecuencia un fortalecimiento de la Alianza Atlántica. Tanto Suecia como Finlandia preservaban su neutralidad, a la que han renunciado por temor, debido a aquella absurda guerra desatada por Rusia contra Ucrania. Ninguno de estos países quiere ser invadido por el gigante vecino”.

A todo lo anterior hay que sumarle la crisis humanitaria que significará para algunos países de la UE la llegada de cientos de miles de refugiados ucranianos, máxime cuando Europa ya tiene entre manos problemas migratorios a los cuales no ha podido dar solución y que le generan grandes tensiones sociales y cuantiosos gastos en materias tales como educación, salud y seguridad social, entre otros. En este sentido, y según el portavoz del Partido Liberal alemán en el Parlamento Europeo, Alexander Graf Lambsdorff, el interés de Europa en Ucrania se puede resumir en tres elementos: estabilidad, elusión de conflictos fronterizos y contención de olas de refugiados.

Para Berlín, Londres y París, puede que Kiev se encuentre lejos, pero para los países del este de Europa, las acciones de Rusia y la situación que se vive en Ucrania causan gran preocupación. Polonia, Eslovaquia, Rumanía y los Estados bálticos están presionando a Bruselas para que acerque Ucrania a la UE tanto como sea posible. “Si el país entra en bancarrota, la inmigración controlada se convertirá en caos, y eso iría en contra de los intereses de Europa”, concluye Lambsdorff.
Por último (pero no por ello menos importante), la invasión rusa tendrá un alto costo para los países directamente involucrados, pero también para aquellos que, ajenos al conflicto (como sucede con Uruguay), terminarán pagando con inflación, desempleo y escasez el mesianismo territorial de Vladimir Putin. Según la cadena de noticias alemana Deustche Welle, “En los próximos años, Ucrania va a costarle a Occidente grandes cantidades de dinero. La Unión Europea ya ha preparado 1.600 millones de euros para el paquete de ayuda a corto plazo, y Estados Unidos facilitará un crédito de 800 millones. El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que Ucrania necesitará entre 15.000 y 18.000 millones de dólares. Y, por su parte, Rusia ha aumentado el precio del gas natural en Ucrania un 44 por ciento, lo que significa que el país necesitará algunos miles de millones más todavía para evitar caer en la bancarrota”.

Seguramente Putin pensó que la invasión a Ucrania era casi un paseo, algo rápido y arrollador, tal como fue la famosa “Blitzkrieg” (“guerra relámpago”) que Adolfo Hitler llevó adelante durante la primera etapa de la Segunda Guerra Mundial. La realidad terminó demostrando que los avances logrados por el ejército ruso no reflejan su potencial y su esfuerzo económico, industrial y militar, así como tampoco resultaba esperable un apoyo tan contundente de los países europeos y de Estados Unidos a Ucrania, país que cuenta además con el apoyo de la opinión pública internacional. Rusia todavía puede lograr su objetivo militar en Ucrania, pero el precio podría ser muy caro. Perdida en su propio laberinto, Rusia sigue apostando a la fuerza bruta antes que a la razón. Una mala noticia para Ucrania y para la humanidad.