La tarea de gobernar y las redes sociales

Desde hace ya algunos años y de forma creciente, las redes sociales han adquirido una importancia fundamental no sólo en la forma de comunicarnos sino también en nuestra percepción de la realidad. Al igual que una persona podría limitarse a describir el mundo exterior de la misma forma que lo percibe mirando a través de la ventana de su casa (teniendo de esa forma una versión parcial de la realidad y por ende empobreciendo su conocimiento), las redes nos dan una versión parcial de lo que sucede, hecho agravado por la manipulación a través de algoritmos que determinan con quiénes interactuamos y sobre qué temas intercambiamos opiniones. Este fenómeno adquiere especial importancia y sensibilidad cuando quienes hacen uso de esas redes sociales son dirigentes políticos que se manifiestan a través de las mismas sobre temas relacionados con la actividad política en general y con la tarea gubernativa en particular.

De acuerdo con el especialista español Santiago Delgado Fernández, “el liderazgo político, entendido como una interacción entre líderes y seguidores en un determinado contexto, guarda una necesaria y evidente relación con la comunicación política; ésta desempeña una función relevante en la conformación y en el ejercicio del liderazgo político democrático. En consecuencia, puede decirse sin ambages que la política democrática es inviable e incomprensible sin líderes que comunican; que el rol del líder político democrático se encuentra estrechamente ligado al del comunicador político. Tal es la relación, que ni uno solo de los enfoques de estudio del fenómeno del liderazgo político –de los rasgos, conductual, situacional, nuevo liderazgo, etcétera– han dejado de reconocer el papel de la comunicación política, llegando a poner el acento este último enfoque en la necesaria capacidad de la que debe disponer el líder en su labor de transmitir su particular ‘visión’.

En tanto que son cada día más evidentes las exigencias de personalización y de espectacularización de la política, se refuerza sin remedio la necesidad del liderazgo comunicador, del liderazgo mediático. Hasta hace relativamente poco tiempo, los denominados medios de comunicación tradicionales —televisión, radio, periódicos, etcétera— copaban en exclusiva el espacio comunicativo de la política democrática. Los líderes se hacían y eran en la medida en que estaban y participaban en dichos medios. (…) Hoy estos medios tradicionales singuen ocupando un espacio muy relevante, pero a ellos se les han sumado, con extraordinaria fuerza, medios propios de la era Internet, primero los de la web 1.0 y, más tarde, los de la web 2.0. Ambos han venido a transformar el sistema de la comunicación política en su conjunto”.

Existe cierta coincidencia en señalar que las redes sociales constituyen en la actualidad un espacio deliberativo de primer nivel; posiblemente como jamás se había conocido hasta el momento. Son, en lo fundamental, mera comunicación política, pero también aportan un espacio para la participación política. (…) Las redes, pese a algunas limitaciones, son una forma de comunicación bidireccional o incluso multidireccional, que ha irrumpido para democratizar la influencia. Estas posibilitan el ejercicio de actitudes propias del buen liderazgo tales como el saber escuchar y preguntar para llegar a saber el trasfondo de las necesidades e intereses de los seguidores. (…) En la actualidad, las redes sociales son las que con mucha frecuencia alimentan a los medios tradicionales de comunicación con la información a tiempo real de lo que está aconteciendo en el espacio público.

La rapidez y la fluidez de la información y la generación de ciberactivismo son las características de estos nuevos espacios virtuales. Nuestros líderes han incorporado de manera creciente el uso de estas redes sociales como herramientas multimedia de comunicación y, en particular, en período de elecciones. Se trata de medios capaces de influir en la opinión pública, mediando sobremanera en las decisiones políticas, también en las que suponen la toma de postura sobre a quién seguir, en quién confiar políticamente. En definitiva, la irrupción de Internet y, más concretamente, el citado uso de las redes sociales por parte de los líderes políticos ha venido a modificar la forma tradicional de hacer política y de comunicarla”.

Hace algunos días, el senado de la República realizó un minuto de silencio por el supuesto fallecimiento de la exlegisladora Ivonne Passada, lamentable suceso que tuvo lugar algunos días después debido a su grave estado de salud. De acuerdo con el portal de noticias Subrayado, “los senadores se basaron en las redes sociales y no habían confirmado la información con la familia”. De acuerdo con esta fuente La sesión transcurría en la discusión de diversos temas, cuando la vicepresidenta Beatriz Argimón informó sobre el fallecimiento de la exsenadora.
Dijo que desde el Frente Amplio la senadora Liliám Kechichian le había comunicado el fallecimiento de Ivonne Passada. De inmediato, se hizo un minuto de silencio. Varios legisladores tomaron la palabra para referirse a la triste pérdida hasta que la senadora Kechichian se refirió a la situación, porque no estaba confirmada”.

El lamentable y doloroso equívoco en el cual se vio involucrado nada más y nada menos que el senado de nuestro país deja en claro que el ritmo de nuestras vidas (y el de muchos actores políticos tanto del gobierno como de la oposición) está marcado nada más y nada menos que por la inmediatez de un mensaje que se reenvía o se toma por cierto sin chequear su origen o veracidad. Es precisamente esa inmediatez las que nos acelera y nos domina, dejando de lado la necesaria reflexión que debe preceder todos nuestros actos, especialmente cuando se trata de expresiones públicas y más aún cuando quienes las emiten son titulares de uno de los poderes del Estado (el Poder Legislativo) en el cumplimiento de una tarea que le ha confiado una parte de la ciudadanía (sus votantes) pero que es financiada mes a mes con los tributos que pagan todos los uruguayos, aún aquellos que no los votaron.

Si los legisladores uruguayos son incapaces de leer con atención un texto de pocos caracteres, ¿que podemos esperar de cuando deben leer proyectos de ley o actas de comisiones o informes técnicos sobre la materia sobre la cual se discuten dichas iniciativas legislativas? No se puede tratar igual a los desiguales y por ello no son iguales las consecuencias causadas por un político que hace un uso desapegado y poco diligente de las redes sociales que aquellas que pueden emanar del actuar erróneo de un ciudadano común. La adicción al uso permanente de los celulares y en especial a las redes sociales no son para nada aconsejables, sin importar la actividad que se interrumpa para hacerlo, pero si se trata de distraer la actividad legislativa para actuar irreflexivamente y sin meditación alguna para ser el primero en tener “la última noticia” o una primicia de última hora, entonces el resultado tendrá consecuencias más que lamentables. Como bien lo dijo en sala la senadora Liliám Kechichian en esa ocasión con total claridad, acierto, honestidad y autocrítica: “la verdad que no se puede vivir al ritmo de las redes sociales”.