Reconceptualizar la ciudad

Más del 53% de la población mundial vive en ciudades y América Latina es la segunda región más urbanizada del planeta, concentrando 242 urbes con menos de 2.000.000 de personas que crecen a tasas mayores que los países en los que ellas se encuentran y producen el 30% del PBI de la región, una cifra que se espera que crezca al 40% en 2025.
Sin embargo, estas cifras –y lo que ellas implican en la vida cotidiana de cada lugar– no siempre son consideradas adecuadamente en el diseño urbano y la planificación de su desarrollo como ciudad en crecimiento, resultando a juicio de organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) la percepción de que no estamos siendo capaces de manejar este tipo de crecimiento exponencial utilizando los mecanismos existentes, y por tanto la pregunta sobre cómo lidiar con este desarrollo está hoy en el centro de la discusión.

“La falta de respuesta efectiva, y especialmente el hecho que la planificación urbana en la región sigue operando desde paradigmas centralizados construidos bajo el proceso de implosión y aglomeración urbana, hacen difícil creer que la región se encuentra preparada para aprovechar este nuevo escenario de patrones explosivos/expansivos de una manera sostenible y productiva. Algo debe hacerse para poder manejar estas condiciones, que en el futuro tendrán un impacto tremendo en la logística, la eficiencia económica y los costos mismos de la administración de la ciudad. Si la tendencia continúa, en el año 2030 el área ocupada por ciudades con más de 100.000 habitantes habrá crecido 2,7 veces”, opina Felipe Vera en el libro “De ciudades emergentes a ciudades sostenibles: comprendiendo y proyectando las metrópolis del siglo XXI”, publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo.

Con mucho menos población que las grandes urbes latinoamericanas, Uruguay no está libre de estos problemas y discusiones como así tampoco de amenazas. En primer lugar, el 93% de la población vive en zonas urbanas –porcentaje que según las proyecciones aumentará en los próximos años– y, por solo citar una fuente de problemas, el cambio climático constituye una variable importante que debería ser tenida en cuenta a la hora de pensar en ciudades más sostenibles y con mayores niveles de resiliencia.

Situaciones como la sequía extrema que hemos tenido desde el año pasado pueden verse seguidas inmediatamente abundantes lluvias que pueden ser, a su vez, fuente de otra serie de problemas. No es un tema menor si tenemos en cuenta que según datos de la Dirección Nacional de Agua (Dinagua) aproximadamente 100.000 personas residen en área inundable en nuestro país y, por otra, la variabilidad climática es cada vez más frecuente.
Las olas de calor y frío, las ráfagas de vientos, tornados y tormentas convectivas así como la inundación fluvial de las poblaciones que viven en las costas o la inundación por drenaje en diferentes partes de nuestras ciudades son otros de los riesgos a los que los uruguayos estamos expuestos a nivel climático.
Entonces, a la hora de proyectar las ciudades del futuro –y esto incluye las que vivimos actualmente– surgen múltiples incógnitas, en especial, aquellas ligadas al cambio climático y a la evolución efectiva de los patrones de urbanización.

Por otra parte, impulsado por el gobierno nacional, se dio inicio recientemente el programa Municipios Sostenibles, que busca fortalecer, respaldar y atender a cada municipio respecto a las problemáticas ambientales y brindará soporte técnico y capacidades de recursos humanos al tercer nivel de gobierno. Para ello, la cartera trabajará con el apoyo de AUCI, OPP, y el Plenario de Municipios de Uruguay.
El punto de partida es la situación ambiental de cada municipio del país, que ya se encuentra relevada y será la base para planificar acciones. La información proviene de una consulta que fue respondida por el 92% de los municipios del país y que incluyó cuatro áreas: residuos, agua, áreas verdes y cambio climático. Se trata de una base de información anteriormente inexistente que será sumamente útil no solo para definir prioridades y medir el cumplimiento de objetivos individuales de cada municipio sino para las interacciones que puedan darse entre municipios, con las intendencias o el gobierno nacional.

Es una buena iniciativa que incorpora la variable climática y en el marco de la cual las mejoras a introducir debería considerar obras de infraestructura necesarias –por ejemplo para el resguardo de inundaciones o la mejora del drenaje pluvial– así como otras medidas que no siempre implican millonarias inversiones y que siempre pueden ser muy útiles para dar respuesta, por ejemplo, a la mitigación del cambio climático.
Nos referimos por ejemplo a alternativas constructivas para que las viviendas puedan estar mejor preparadas ante vientos fuertes o tormentas, o su acondicionamiento térmico ante olas de frío o calor, medidas para evitar el asentamiento informal en zonas de riesgo o tendientes a la recuperación y la protección de los ecosistemas urbanos; alternativas para hacer frente a los incendios en zonas de proximidad urbano rural o el apoyo e incentivo a las huertas urbanas.

Muchos países actualmente también están teniendo en cuenta las bondades del bioclimatismo (un diseño que aproveche las condiciones ambientales en beneficio de los usuarios, considerando condiciones de confort térmico y ahorro energético) y la incorporación de la naturaleza al diseño, con particular consideración al drenaje sostenible y al arbolado urbano. Algo tan sencillo como la recuperación de espacios verdes públicos puede contribuir a disminuir las olas de calor y a la vez contar con la utilización especies del bosque nativo para poner en valor esos espacios y contribuir a concientizar sobre la necesidad de su protección y cuidado por los múltiples servicios que generalmente prestan a los ecosistemas donde se encuentran.
Se trata de iniciativas que en gran parte pueden ser llevadas adelante por los municipios y para lo cual hay lineamientos claros, por ejemplo en los lineamientos del Plan Nacional de Adaptación al cambio climático en ciudades e infraestructuras (NAP Ciudades), que fue diseñado de manera participativa, es decir, con el involucramiento de actores locales.

Estas y seguramente muchas otras podrían materializarse en iniciativas para reconceptualizar la ciudad, tarea que involucra no solo a quienes están en el gobierno nacional, departamental y local, sino que también nos compete a todos y cada uno de los vecinos de los diferentes barrios y ciudades desde el lugar de una ciudadanía más consciente, participativa y responsable.