Escribe Ernesto Kreimerman: Aquel viernes santo de 1998

El viernes santo de 1998 en Belfast, Irlanda del Norte, no fue un día más ni un viernes santo a cumplir, como un rito anual. Fue especial porque lo vivido en esa oportunidad fue el resultado de un largo proceso, complejo, que cambiaría la historia, aunque hoy de aquello se hable poco.
Firmado el viernes 10 de abril de 1998, el Acuerdo entre los gobiernos británico e irlandés, refrendado por la mayoría de los partidos políticos norirlandeses, puso fin al prolongado y doloroso enfrentamiento en Irlanda del Norte. Este Acuerdo de Viernes Santo sería ratificado mediante referéndum en uno y otro territorio, por el soberano de Irlanda del Norte y el de la República de Irlanda.

Resultado de un peregrinaje complejo, al momento de celebrarse dejaba en todos la sensación de que sería inolvidable. Pero ello no ha sido así. Hay como una especie de silencio histórico, de olvido injusto.
Si bien las nuevas generaciones asumen que la paz presente, es el resultado de aquellas negociaciones y de Acuerdo, aún quedan, dicen los jóvenes, rastros de algunas tensiones. No hay riesgos de retrocesos, pero sí labor pendiente.

Más de 600 mil personas han nacido en la Irlanda del Norte desde que está vigente el acuerdo de Viernes Santo. Atrás quedaron los años de políticas fracasadas inspiradas en la teoría de la mano dura. Margareth Thatcher, que había llegado al gobierno en 1979, lo primero que intentó fue imponer una solución más violenta que la ya violenta campaña del Ejército Republicano Irlandés, el IRA. Y lo intentó sumando policías, equipamiento para inteligencia y logística, y prisiones con condiciones más restrictivas. Pero fue más allá aún; cuando la huelga de hambre de diez presos del IRA, en 1981, con el propósito de que se les reconociera el estatus de presos políticos y se les dejara de caratular como terroristas y criminales, la “dama de hierro” no cedió, ni se avino a ningún tipo de negociación hasta el final. Indiferente, dejó que la decisión de los huelguistas llegara hasta sus últimas consecuencias.
Thatcher mostró un carácter hasta ese momento desconocido en la política inglesa, que marcó su imagen para siempre. Esa huelga de hambre marcó un punto de inflexión, a pesar de ella.

Bobby Sands y una  huelga hasta morir

El 5 de mayo de 1981, un preso de 27 años y líder del IRA en la prisión de Maze, próxima a Belfast, realizó una huelga de hambre hasta morir. El origen de esta crisis dentro del conflicto se remonta al año 1976, con la resolución del laborista Harold Wilson, que abolió la condición de “categoría especial” que ostentaban los presos del IRA. En la práctica, esa calificación les permitía vestir su propia ropa, un detalle nada menor. Esa condición les permitía exhibir su condición de pertenencia al IRA y los diferenciaba de los presos por delitos comunes.
Planteada así, los funcionarios de prisiones, cuando los presos se negaban a vestir el uniforme, sólo le dejaban la opción de la desnudez y abrigarse con mantas. Tenían cinco reivindicaciones: 1: el derecho a vestir su propia ropa; 2: no hacer trabajos en la cárcel; 3: derecho a organizar sus propios estudios; 4: derecho a recibir encomiendas de sus familias; y 5: derecho a desplazarse y mezclarse con sus camaradas dentro de un marco amplio.

Nadie se conmovió por estas tensiones, ni propios ni ajenos. El gobierno se mantuvo firme, seguro de su posición y confiados en la apatía que esos reclamos motivaban entre la población.
Los presos tensionaron un tanto más las cosas, generando una precrisis sanitaria: se negaron a vaciar e higienizar los orinales de sus celdas, unos celdarios que no tenían retretes ni red sanitaria. Comenzaron a vaciar los orinales en las paredes y piso, volviendo aquello algo insostenible. Pero tampoco lograban conmover la agenda política. Para muchos, “solo se trataba de un conflicto intramuros”, y allí radicaba su error táctico.

En 1980 las protestas no figuraban en los medios ni en la agenda pública. Buscando dar un giro al conflicto lanzan un mensaje dramático: nuestras vidas respaldan, desde ahora, nuestros reclamos e inician una huelga de hambre. De algún modo, esperaban que Thatcher se conmoviera y se sintiera obligada a buscar una solución, Así, un núcleo de presos se negaron a comer el 28 de octubre de 1980. Casi sin ninguna planificación transcurrieron casi dos meses. Hubo una “suerte de acuerdo”, que seria refrendado por la primer ministro. Pero se trataba de algo tan difuso, que no había dos versiones similares. Fracasó.

El gobierno nunca aceptó que los presos vistieran su propia ropa, sino una ropa nueva. Los presos del IRA lo rechazaron todo, o casi todo.
El 1 de marzo de 1981 Bobby Sands anunciaba el inicio de una segunda huelga de hambre, que comenzaba a cinco años de haber perdido la categoría especial que seguían reclamando. Se sumaron 9 voluntarios, y así fueron diez los huelguistas. El conflicto siguió encapsulado, marginal a la organización rebelde, perdiendo el poco apoyo que lograron inicialmente. Pero una movida sorpresiva cambiaría algo las cosa. Fue una acción decidida por su principal figura Gerry Adams. Por decisión del Sinn Fein, brazo político afín al IRA, Sands postuló a diputado en la siguiente elección y logra una victoria por un ajustado margen, pero victoria al fin y al cabo. Pero el destino le juega una mala pasada: apenas un mes después del resultado electoral, y tras 66 días de huelga de hambre, muere el diputado Bobby Sands. Una multitud acudió al funeral.

En los tres meses siguientes, fallecieron los 9 voluntarios que le acompañaron desde el primer día de huelga de hambre. Otros les relevaron. La huelga se extendió hasta el 3 de octubre. El final fue condicionado por el gobierno a que las familias autorizarían una intervención médica para salvar la vida de sus hijos presos.
Thatcher designó un negociador, con tono conciliador y una vez concluida la crisis se acordó: el primer y más emblemático punto, los presos lograron instalar el “principio” de vestirse con sus propias ropas. También el de movilizarse con menos restricciones, recibir más visitas y liberarse del trabajo en la cárcel. El costo de esas nuevas condiciones fue muy alto, incluso para el gobierno.

El acuerdo de Viernes Santo

Aquel fue el tono de la discordia hasta pasados unos cuantos años. El conflicto encerraba cierto agotamiento. Las negociaciones fueron del más alto nivel y el objetivo era compartido. El acuerdo se firmó el 10 de abril de 1998. Ya no gobernaba Thatcher sino Tony Blair.
Las huelgas de hambre lideradas por Sands abrieron un largo período de enfrentamientos violentos que llevaría unos tres lustros superar. Por eso la sombra de aquellos días estuvieron tan presentes en ese proceso. Y una de las condiciones que hacen especial esta paz es la alta exigencia de ratificación política y social que se autoimpuso. No fue un pacto de élites políticas, sino que incluyó la realización de dos referéndums, complementarios y convergentes. El Acuerdo logró, en ambos casos, una contundente mayoría, que le dio solidez a la convivencia democrática, aunque no lo haya resuelto todo.
Finalmente, el 28 de julio de 2005 el IRA anunció el cese de la lucha armada y se extinguió orgánicamente el 3 de setiembre de 2008, lo cual fue ratificado por la Comisión Independiente de Control.
A 25 años de aquel Acuerdo de Viernes Santo de 1998 bien vale recordar el compromiso que significó el fin de la violencia.