Por momentos parecía el Titanic, pero al final apareció el Crucero del Amor

El título resume lo que fueron las más de seis horas por las que se extendió la sesión del jueves por la noche de la Junta Departamental de Paysandú, para considerar el pedido de anuencia de la Intendencia Departamental para la aprobación del “paquete” promovido por el intendente Nicolás Olivera que involucra la donación de las construcciones del antiguo Corralón Municipal a la Universidad de la República, para la creación del Campus Universitario, así como expropiaciones y venta (luego quedó en expropiación) y proyecto para incorporar una residencia estudiantil en la antigua Dirección de Vialidad, lugar cercano a Playa Park.

Es que cuando el Frente Amplio se retiró de sala, dejando solo al Partido Nacional y al Partido Colorado para votar el pedido de anuencia, con solo 17 votos, cuando se necesitaba la mayoría especial de 21, todo parecía indicar que Paysandú se quedaría sin su ciudad universitaria, por posiciones irreconciliables entre las respectivas bancadas, posiciones que no estaban tan alejadas –el Frente Amplio estuvo de acuerdo desde el inicio en la anuencia para el Campus– pero con diferencias respecto al “paquete”, por cuanto el tema no se termina en el Campus, sino que por supuesto, para poder llevarlo a cabo a su vez la Intendencia, necesita mover las dependencias y servicios del antiguo Corralón hacia otro lugar. Pero el FA no estaba de acuerdo en la forma establecida en el “paquete” para llegar a estos objetivos, ni en uno de los puntos; el que refiere a la residencia estudiantil en el predio que estuviera la dirección de Vialidad, en la zona de Playa Park.

Los lugares propuestos –y aprobados en la votación final– son las instalaciones de la antigua empresa a expropiación o compra del padrón 6806, paychacras, ocupado por la empresa Lafemir, cuyo remate judicial está previsto para el 19 de abril, la antigua Casa Ghelfa, en tanto la residencia estudiantil es un anteproyecto para contar con una posibilidad de alojamiento, sobre todo para estudiantes del interior departamental y de otros departamentos.

Es que la cosa ya había empezado mal y era prolegómeno de dificultades: la sesión de la Junta empezó una hora después de lo previsto, ante la necesidad de deliberar de la bancada de la oposición mayoritaria, y durante el tratamiento del tema, las posturas se mostraron irreductibles, con el Partido Nacional enfatizando la necesidad de votar todo el paquete para no dejar “manco” el proyecto integral de Ciudad Universitaria y realojamiento de dependencias municipales, además de la residencia estudiantil, y el Frente Amplio, señalando que se le había dado poco tiempo para analizar la propuesta. Además, que como organismo de control, no se le había suministrado la información necesaria sobre la financiación de la adquisición del edificio de la antigua Casa Ghelfa y serias dudas sobre el lugar elegido para el hogar estudiantil, por considerarlo inundable, por fuera del ordenamiento territorial y distante de los centros de estudio.

Como suele ocurrir, lamentablemente, más allá de las posturas, se configuró el tradicional pase de facturas y atribución de intencionalidades entre los ediles, con una larga discusión, debates y cruces, además de sucesivos pedidos de cuarto intermedio, hasta que pasada la medianoche, y tras darse el tema por suficientemente debatido, se puso a votación el informe en mayoría de las comisiones de Legislación y Apelaciones y de Obras y Servicios, con el retiro inmediato de la bancada del Frente Amplio para no estar en la votación.

Esta fue la hora del Titanic, del naufragio de un proyecto que a primera vista aparecía como insumergible dado que había todo para ganar y nada para perder para Paysandú. Nos hundíamos todos en medio de la nada, por incapacidad para entendernos. La fábula del escorpión y la rana. Morir con los ojos abiertos. Todo eso y más, en sentido figurado pero en shockeante realidad, al fin de cuentas.

El intendente Nicolás Olivera, presente en sala sobre el final de la sesión, pero siguiendo de cerca todo el desarrollo de la sesión desde el ambulatorio, lucía visiblemente afectado por cómo se desencadenaron los hechos, pero ante la magnitud de la pérdida que ello significaba para Paysandú, decidió asumir personalmente la negociación para revertir lo que parecía ya inexorable; reconoció que la importancia del objetivo justificaba bajarse del caballo y hacer concesiones, y en el marco de estos sucesivos contactos hubo receptividad en el Frente Amplio, que desde el primer momento reafirmó su intención de votar la donación del antiguo Corralón Municipal, pero no transó en la compra de la antigua Casa Ghelfa, por “falta de transparencia” y en la residencia estudiantil –que se establecería en un predio comprendido dentro el proyecto OMA, buque insignia del ejecutivo departamental–, a la vez que en más de un momento pidió el desglose del “paquete” para votar.

Y al final, apareció el Crucero del Amor de la vieja serie televisiva: el desglose con la “expropiación” en lugar de la “compra” del inmueble de la Casa Ghelfa destrabó la situación, y la consiguiente exposición del intendente Olivera desde la mesa, quien entre otros conceptos hizo referencia a la grandeza del caudillo nacionalista Wilson Ferreira Alduante, en cuanto a la actitud de tender la mano en bien del país en lugar de buscar revancha hacia quienes lo tuvieron en prisión, como una guía a tener presente para los gobernantes, así como la inclinación negociadora y de los consensos del general Líber Seregni.

Por lo tanto un final feliz para Paysandú, dejando atrás las discusiones, los reproches, las intencionalidades, lo de “nosotros esto pero ustedes lo otro”, lo de “pero se acuerdan”, los etcéteras propios del fragor político en campaña electoral permanente, logrando el milagro de que el Titanic esquivara el traicionero iceberg y se llegara en a culminación a un clima de fiesta propio del Crucero del Amor.