Un día sin desperdicio

La semana pasada la Organización de las Naciones Unidas (ONU) convocó a celebrar por primera vez el “Día Internacional de Cero Desechos”, una fecha a través de la que aboga por el cambio hacia una economía circular, buscando crear conciencia sobre la contaminación desmedida que la actividad humana provoca en detrimento de la salud y el medio ambiente. La fecha va en la misma línea que otras, reforzando el mensaje de preocupación y de llamado a la acción climática, pero en este caso con el cometido específico de hacer frente al serio y creciente problema que en cada rincón del mundo representa la basura, la “mal llamada basura” para algunos, y su gestión.
En el contexto de esta celebración, el secretario general de ONU, António Guterres, afirmó que “Estamos destrozando nuestro único hogar”, y llamó a una mejor gestión y reciclaje de basura, que es responsabilidad “de la industria, los gobiernos y la sociedad civil”. Advirtió además que “la humanidad está tratando a nuestro planeta como un basurero, estamos destrozando nuestro único hogar”.

En su discurso en el marco de esta jornada el secretario presentó algunas cifras del Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) que indican que “el mundo genera 2.000 millones de toneladas de desechos sólidos urbanos cada año, el 45% de los cuales no se gestiona adecuadamente”, así como que “cada minuto se arroja al océano el equivalente a un camión de basura lleno de plástico” y que “la contaminación y los productos químicos envenenan el agua, el aire y el suelo”.

También dijo que “el 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero provienen del cultivo, almacenamiento y transporte de alimentos que nunca se utilizan, agregando que es ‘una barbaridad’ que esto ocurra mientras más de 800 millones de personas padecen hambre en el mundo”.
No obstante, el impacto que esta desmesurada generación de residuos no se “reparte” equitativamente, sino que las consecuencias recaen en mayor medida sobre “los casi 4.000 millones de personas que no tienen acceso a instalaciones de eliminación controlada de desechos”. Todo esto, planteó Guterres, implica un costo de millones de dólares cada año a la economía mundial. Para colmo de males, las perspectivas no son alentadoras, porque la tendencia es a que se incrementen significativamente los volúmenes de residuos. “Los residuos sólidos se duplicarán para 2050, alcanzando 4.000 millones de toneladas al año”, de acuerdo a las estimaciones de los científicos.

En este primer “Día Internacional de Cero Desechos” desde los estamentos de ONU se plantearon tres líneas de acción que involucran a la industria, los gobiernos y la sociedad civil. El planteo es que “las empresas contaminantes deben tomar la iniciativa diseñando productos y servicios que requieran menos recursos y materiales, gestionando ecológicamente los desperdicios en todas las etapas del ciclo de producción, extendiendo la vida útil de sus productos e invirtiendo en sistemas de reciclaje de residuos en las comunidades en que operan”. En cuanto a los gobiernos (en todos sus niveles) el planteo es que “deben invertir en el desarrollo de sistemas modernos de gestión de basura y elaborar políticas que alienten a los ciudadanos a reciclar todos los bienes que consuman”. La línea de acción referida a los consumidores enfatiza en “la responsabilidad a la hora de desechar algo: Debemos encontrar posibilidades de reutilización, reciclaje, reconversión, reparación y recuperación de los productos que utilizamos y pensar dos veces antes de arrojarlos a la basura”.

Lo bueno, si es que algo bueno tiene este escenario, es que la economía circular tiene el potencial de crear “millones de empleos” alrededor del mundo.
Pero atención: no estamos hablando de conceptos que sean desconocidos en nuestro país, por el contrario, en estos temas Uruguay es una referencia y un ejemplo a seguir para el mundo en una política de Estado que se instaló sin discusión, especialmente porque el sector privado ha tenido un rol protagónico en las soluciones que se han instrumentado, lo que marca todo un rumbo a seguir.

A modo de ejemplo de las experiencias circulares que se desarrollan en nuestro país cabe mencionar el caso de la gestión de los neumáticos que han cumplido ya su vida útil. Hay en funcionamiento dos planes de gestión de neumáticos que en conjunto están valorizando más del 60% de los neumáticos fuera de uso. Del mismo modo se logró poner en marcha con eficacia una cadena de recuperación y valorización de envases de agroquímicos a través del plan “Campo Limpio”, que alcanza a recuperar cerca de 40% de estos materiales. También funciona una cadena de esto tipo para las baterías en desuso, a través de la que se logra recuperar más del 84% de las baterías de plomo ácido, que tienen como destino la valorización fuera del país. Hay también una experiencia de compostaje de residuos industriales de origen agroindustrial.

Y hay otros ejemplos, pero sobre todo hay todavía mucho terreno por avanzar siguiendo el ejemplo de otras iniciativas a menor escala, como la que lleva adelante Ciclo Orgánico en Paysandú, con un potencial enorme.
Uruguay aprobó en 2019 la Ley de Gestión Integral de Residuos, Nº 19.829, que ha marcado un hito en la normativa y que establece los cimientos de la planificación y la política de gestión de residuos a nivel nacional y departamental, impulsando una gestión sólida, resiliente, inclusiva y moderna, pero sobre todo dando espacio a que las soluciones se encuentren de forma participativa y apostando a que en el proceso se generen esos puestos de empleo de los que habló Guterres.