El secreto de Bielsa para darle su impronta a la Celeste

Marcelo Bielsa llegó a la Celeste para iniciar un nuevo ciclo, con el Mundial 2026 como objetivo.

La llegada de Marcelo Bielsa a la selección uruguaya de fútbol revolucionó todo. Rápidamente hubo quienes estuvieron a favor de su contratación, y otros que por el simple hecho de ser extranjero plantaron bandera en contra, como si no hubiera técnicos uruguayos dirigiendo y triunfando fuera de fronteras.

Que Suárez, que los históricos, que su estilo de juego y hasta su forma de ser estuvieron en boca de todos, llamativamente cuando ni siquiera había dirigido ningún partido.

Para unos pocos, era el DT indicado para adaptarse al fútbol moderno, para darle otra tónica al fútbol celeste, con la espalda suficiente como para generar el recambio generacional.
Pero ahora, las cosas cambiaron. Fueron los resultados de los primeros partidos de eliminatorias, especialmente los triunfos ante Brasil y Argentina, los que hicieron que la crítica mutara rápidamente al halago.

Lo que, por cierto, no es demasiado coherente a la hora de referirse a alguien que lleva ocho partidos al frente de la Celeste, incluyendo un par de amistosos. Y de tener menos de un mes de trabajo con los jugadores.

Pero ¿cuál es el secreto de este Uruguay de Bielsa? ¿Cómo es posible que el DT tire por tierra aquello de que para dirigir a una selección hace falta tiempo de trabajo para que se vea la mano del técnico en la propuesta y rendimiento del equipo?

La respuesta es fácil: trabajo. Desde que fue designado entrenador, Bielsa ha tenido la oportunidad de trabajar mucho más que los casi 30 días que tuvo a los futbolistas en cancha.
Es más: durante las conversaciones previas con la AUF, se habló mucho más que del contrato. Ya en los primeros encuentros Bielsa habló del seguimiento de algunos jugadores que estaban rindiendo de buena manera en el exterior. Incluso dejó sorprendidos a los dirigentes, que confesarían que a algunos no los tenían ni siquiera registrados. El DT ya venía ganando tiempo.
Mientras se acordaba el contrato, Bielsa siguió mirando hacia afuera observando rendimientos, pero sobre todo qué nombres se adaptarían rápidamente a su idea de juego.

Firmado el acuerdo, se zambulló de lleno en la tarea con la pasión que lo caracteriza.
Comenzó con las comunicaciones de manera permanente, casi diarias con los jugadores a los que tenía en mente. Y sorprendió con algunos nombres, como los de Maxi Araújo, Cristian Olivera y Sebastián Cáceres, entre otros.

El argentino había comenzado con el trabajo silencioso, que no se ve. Pero que resultaría clave para que en cuestión de apenas ocho partidos, el equipo plasmara su idea.
Las charlas constantes con los jugadores, observación de los partidos de cada uno de ellos en sus diferentes equipos, los consejos a cada futbolista sobre cómo mejorar su juego, y su idea siempre arriba de la mesa.

Bielsa lo tiene claro: la tarea del entrenador es convencer al futbolista. Es plantear su idea, que el jugador la entienda como propia y esté convencido de que es la mejor manera de estar más cerca de la victoria.
Así, la mano del entrenador se vio rápidamente. Queda mucho por hacer y por mejorar para ver el máximo potencial del equipo, que hoy está lejos.
Pero la idea prendió rápidamente. Y los jugadores se convencieron. “Nos convenció de que podíamos jugarle de igual a igual”, dijo José María Giménez tras la victoria ante Argentina, haciendo referencia al DT. Más claro, imposible.

Después, es Bielsa. Y con Bielsa no hay sorpresas y tampoco improvisación. Por eso, de acuerdo a su visión obsesiva del fútbol, de un estudio permanente del juego y lo que entiende que necesita en cada posición dentro de la cancha, no puede haber sorprendido, por ejemplo, la aparición de Mathías Olivera como zaguero ante el campeón del mundo.
Y tampoco puede sorprender la postura del equipo. Porque Bielsa es eso: la obsesión por mirar el arco rival. Todos atacan y todos defienden.
Nada menos que el Uruguay de hoy.

“Yo soy un obsesivo del ataque. Miro videos para atacar, no para defender. Mi trabajo defensivo se resume con una frase: ‘corremos todos’. El trabajo de recuperación tiene cinco o seis pautas y chau, se llega al límite. El fútbol ofensivo es infinito, interminable. Por eso es más fácil defender que crear. Correr es una decisión de la voluntad, crear necesita del indispensable requisito del talento”, resumió el DT en el libro “Marcelo Bielsa, los 11 caminos al gol”.