Los olvidados de las guerras: los otros animales

A veces nos olvidamos de lo afortunados que somos de vivir en este pequeño país. Con todo lo que siempre falta por hacer, hay cosas que por suerte desconocemos de hecho. Desconocemos los tsunamis, los terremotos, las hambrunas y las guerras, entre otros males. De los fenómenos antes nombrados, varios son naturales, podemos preverlos e intentar aminorar sus efectos, mas no controlarlos. Sin embargo, las guerras son entera responsabilidad del hombre, del ser humano.
Confieso que me resulta muy difícil entender cómo el animal que se supone más inteligente o con un sistema complejo más desarrollado, es capaz de crear, llevar adelante y seguir “resolviendo” los conflictos mediante guerras. Crear máquinas de matar, arrasar vidas que piensan diferente, contaminar cielo, aire, agua y tierra, provocar desplazamientos, hambre, huérfanos, caos y desesperación. No pretendo entender las guerras que hay hoy en nuestro mundo, ninguna de ellas, porque lamentablemente hay varias. Ni sé cuál sería la solución para cada caso, pero creo firmemente que el fuego no se combate con fuego y que solo pagan los inocentes de ambos lados del conflicto. Pretendo simplemente no ser indiferente a tanto dolor.
En el medio de tanto dolor, tristeza y desesperación, los otros animales no son mencionados prácticamente nunca. Cuando se informan las vidas perdidas, solo se habla de las humanas, nunca de todas las vidas implicadas. Muchas familias deben abandonar a sus animales de compañía por salvar sus propias vidas, en situaciones de extrema vulnerabilidad y sin posibilidad de elección. Algunos, muy pocos, pueden llevarlos con ellos. Pero también mueren los animales no domésticos, abandonados a su suerte por la urgencia y la desesperación, solos en medio de bombardeos, saqueos y exterminio.
Nada en la guerra es positivo, nada. La violencia, el terrorismo y la guerra deben ser firmemente condenados por su efecto deshumanizador, por las tremendas consecuencias que tiene para los civiles de ambas partes, para los demás seres vivos y para el ecosistema que es atacado, sin ser siquiera tenido en cuenta.
Ya que nos “auto-situamos” en la cúspide de una pirámide que nosotros creamos en relación a todos los animales, seamos realmente ese animal “más inteligente”, cuidemos y respetemos todas las vidas, demos el ejemplo moral y no seamos indiferentes ante ninguna situación de dolor. Sobre todo de un dolor que no somos capaces de dimensionar.

Dra. Verónica Ortiz
Diplomada en Derecho
de los animales – UMSA