Solicitada: Ana Jerozolimski a Jorge Drexler: sentimientos diferentes ante la misma guerra

La prestigiosa periodista de talla internacional Ana Jerozolimski salió al cruce de unas opiniones del cantante Jorge Drexler vertidas en enero pasado sobre la guerra que libra Israel contra Hamás en la Franja de Gaza. Dijo Jorge Drexler: “Cada uno es lo que es. Me cuesta muchísimo entender que un pueblo que pasó por una deshumanización tan grande en el siglo XX, una parte importante de la sociedad israelí, no pueda sentir el dolor del pueblo palestino. A mí, personalmente, me afecta muchísimo. Se trata simplemente de, por un instante, ponerse en el lugar del otro. No hay muerto que no me duela, de ninguno de los dos lados. Tiene que haber un alto el fuego ya, un retorno de los secuestrados a la casa y, por favor, terminemos con la cantidad monstruosa de muertos civiles que está habiendo en Gaza en este momento”, Jorge Drexler, Colonia, enero 2024.

Ana Jerozolimski nació en Montevideo en 1961, vive en Israel desde 1979 y es madre de tres hijos. Periodista y conferencista. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad hebrea de Jerusalén.

Comienza su opinión sobre los dichos de Drexler, diciendo, “Nunca pensé que decidiría criticar públicamente palabras de un cantante mundialmente conocido, y que encima es tanto uruguayo como judío igual que yo, no alguien a quien pueda sentir como distante y extraño. Pero te escuché en las redes sociales Jorge, y decidí que no me puedo guardar para mí sola lo que quería decirte.
Podría comenzar comentando que en ninguna guerra el sentimiento prioritario o mayoritario es de dolor por el sufrimiento del otro lado. Es humano que a uno le duela ante todo el sufrimiento de su propio pueblo. ¡Y si tendrá Israel razones para sentir dolor! Fue atacado cruelmente por Hamás en un sinfín de ocasiones y los horrores del 7 de octubre lo superaron todo. Más de 1.200 muertos en un día, la enorme mayoría civiles, familias enteras asesinadas, ancianos, mujeres y niños torturados y muertos de formas crueles, algunos incinerados a tal punto que llevó muchas semanas reconocerlos, mujeres violadas violentamente hasta sangrar y tanto, tanto más, además de más de 240 secuestrados, la mayoría civiles. Es bueno que pediste por su regreso a casa, pero mi sensación, sinceramente, es que ese tenue llamado quedó tragado en todo lo demás que dijiste”.

Acierta, a mi juicio, la periodista cuando ante la pretensión de Drexler sobre que los israelíes sientan dolor por sus adversarios le expresa: “Más allá del hecho que pretender que los israelíes se preocupen ahora por el dolor palestino equivale a exigirle al pueblo atacado una actitud de ángeles de otro mundo que no se le pide a nadie en guerra, trataré de explicar por qué se llegó a este punto. ¿Sabés por qué pasa esto? Porque junto a los 3.000 terroristas armados que irrumpieron el sábado 7 de octubre a territorio soberano de Israel, armados hasta los dientes para matar, violar, secuestrar y destruir, entraron también multitudes de civiles a saquear, robar, violentar, secuestrar e inclusive matar. Sí, secuestrar civiles israelíes, también matar en algunos casos, y luego ‘vendieron’ a los secuestrados a Hamás. Hay testimonios de secuestrados que volvieron, que lo vivieron en carne propia”.

Sigue la inquisidora periodista que vive y sufre en Israel, exponiéndole al cantante, que mira y opina de afuera, las terribles situaciones vividas desde el 7 de octubre cuando la invasión de Hamás contra Israel y detallándole atrocidades propias de ese terrorismo llevado a sus más bárbaras manifestaciones de odio, desarrollado contra los civiles capturados, secuestrados, torturados y muchos, muertos. Lo que era festejado por sus ejecutantes. Y casi al fin de su larga exposición remata con estas palabras:
“No me alegra nada, ni un minuto, las penurias que pasan los civiles palestinos, porque los niños chicos no tienen la culpa, y porque seguirán siendo vecinos de Israel. Pero la culpa no es de Israel sino de los terroristas. Israel no tenía derecho a quedarse de brazos cruzados sin responder. Ningún pueblo que ama la vida tiene derecho a no defenderse. No concuerdo en absoluto en dar a entender que es la deshumanización. Porque el ejército no encontró ni un jardín de infantes sin enormes cantidades de explosivos y cohetes. Porque tuvieron a secuestrados retenidos en hospitales, en connivencia con médicos y enfermeros que después salen a las cámaras a hablar del sufrimiento de los civiles y la falta de remedios, aunque saben que Israel introduce todo y Hamás se lo roba a su propio pueblo”.

“¿Sabés de dónde yo misma sentí furia, yo que siempre dije que seguramente la mayoría de los palestinos quiere para sus hijos lo que yo quiero para los míos? De asistir a la proyección para la prensa internacional de los videos de los horrores… y hasta ahora no me puedo olvidar de la voz de Mahmud, uno de los terroristas, que llama a sus padres por el celular de una de las víctimas y les cuenta entusiasmado que acaba de matar a diez judíos con sus propias manos…. ¿Qué querían los padres para ese hijo que creció y se convirtió en un monstruo?”

Concluyendo su exposición la periodista acepta que la cifra de muertos es “monstruosa”, pero hace ver que en esas cifras dadas por los invasores y tomadas por las agencias, no se deduce cuántos muertos son terroristas de Hamás, soldados israelíes, civiles israelíes o palestinos, adultos o niños. Aumentando la confusión y diluyendo las culpas. Y remata con unas frases emanadas de su dolor surgido ante la realidad que vive y sufre. “Ni un palestino habría muerto si Hamás no hubiese declarado la guerra a Israel. Y, desde que lo hizo, varios de sus líderes dijeron abiertamente en distintas entrevistas que lo volverán a hacer. Pues no. Israel tiene que garantizar que no puedan. Nunca más, es hoy.”

Situaciones límite. Varios actores. Los que proveen y sostienen a los terroristas. Una potencia como Irán, que busca eliminar a Israel, mientras coquetea con Rusia. Se acicatean odios del viejo mundo. Los persas, los otomanos, los judíos, los palestinos, los árabes. Y los que merodean como observadores.

Ramón Appratto Lorenzo