Cuba, la gran cárcel “compañera”

Del 1º de enero de 1959, las fuerzas de izquierda en América Latina se encontraron a las puertas de lo que ellas mismas consideraron como el auténtico paraíso en la Tierra: las fuerzas revolucionarias de Fidel Castro y otros (Ernesto “Che Guevara, Camilio Cienfuegos, entre otros) entraron triunfantes en la ciudad de La Habana, dando inicio a un régimen que se ha mantenido en el poder por más de 65 años. Más allá del relato que la izquierda latinoamericana, el Frente Amplio y el Pit Cnt han tratado de imponer sobre las supuestas virtudes de la dictadura cubana en áreas como la salud, el respeto a los derechos humanos, el compromiso revolucionario de quienes la padecen o la educación, la verdad es que Cuba se ha transformado en una gran cárcel a cielo abierto y ya nadie puede tapar el Sol con un dedo.

El informe del año 2022 publicado por la organización Amnistía Internacional (la misma a la cual la izquierda recurría durante la dictadura militar para denunciar violaciones a los derechos humanos a nuestro país) afirma que “al terminar el año, continuaban detenidas centenares de personas que habían sufrido la represión de las manifestaciones de julio de 2021, según informó la oenegé Cubalex. En marzo, Amnistía Internacional solicitó acceso al país para asistir a los juicios de las personas detenidas, pero las autoridades no permitieron el acceso a observadores internacionales. Ese mismo mes, en un contexto en el que la defensa jurídica estaba fuertemente controlada por el Estado y el acceso a los documentos judiciales era excepcional, las autoridades cubanas tomaron la inusual medida de hacer públicas al menos 6 sentencias relacionadas con unas 129 personas –varias de ellas jóvenes– que habían sido acusadas de delitos más graves por haber participado en las protestas de julio de 2021. Se las había acusado principalmente de lanzar piedras o botellas contra agentes encargados de hacer cumplir la ley, y algunas habían sido condenadas a 30 años de prisión. (…) En diciembre entró en vigor un nuevo Código Penal que podía consolidar las limitaciones a la libertad de expresión y de reunión ya habituales y presentaba un panorama inquietante para periodistas independientes, activistas y cualquier persona crítica con las autoridades. (…) La cámara legislativa no tipificó el femicidio como delito en el nuevo Código Penal, pese a las propuestas de las mujeres partidarias de esa medida”.

Lo cierto es que, una vez que Castro tomó el poder, desarrolló durante todo su mandato un férreo ataque a los homosexuales, cuyo principal responsable fue el argentino Ernesto “Che” Guevara, un símbolo idolatrado por el Frente Amplio, quien consideraba incompatible la homosexualidad con su ideal de hombre nuevo, al cual identificaba con la decadencia capitalista, la debilidad y la fuerza de carácter. Por su parte el escritor cubano José Martí (ídolo nacional cubano) y un homófobo consumado, identificó en su obra Nuestra América, la homosexualidad como un “signo de la decadencia burguesa” y casi como un “virus que excluye irremediablemente a quienes están infectados por él de la posibilidad de construir proyectos”. Para Martí, en efecto, los homosexuales eran “seres afeminados”, “rechazados del materialismo moderno” “incapaces de construir una nación. Paradójicamente Martí cuenta con un busto en un espacio público en el Balneario Municipal de nuestra ciudad, el cual fue inaugurado el 17 de octubre de 2008 bajo un gobierno departamental del Frente Amplio. Lamentablemente todos los intentos para defender los derechos de aquellos que disentían con el régimen, fueron duramente aplastados y sus partidarios torturados y encarcelados en procesos judiciales sin ninguna clase de garantías. En palabras del propio Fidel Castro, “nunca hemos creído que un homosexual pueda encarnar las condiciones y requisitos de conducta que nos permitan considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero comunista; tal desviación choca con nuestro concepto de lo que debería ser un comunista militante”. A pesar de ello, las figuras del Che Guevara, de Fidel Castro y de José Martí son ampliamente veneradas y defendidas por los frenteamplistas de Uruguay, e incluso es usual ver a integrantes de la comunidad LGTBI+ portando camisetas o banderas con sus colores y la imagen del “Che”. Una contradicción difícil de entender.

La economía cubana tampoco tiene buenas noticias para dar. De acuerdo con el portal alemán de noticias Deutsche Welle –el mismo que tiene como referente político al propio “Pepe” Mujica–, en Cuba comienza a escasear el pan. Repentinamente, el gobierno cubano anunció que hasta finales de marzo no podrán garantizar el suministro del pan subvencionado, un símbolo del alimento básico en la dieta cubana. Sin dar más detalles, el ministerio de la Industria Alimentaria (Minal) informó que la razón es la falta de harina de trigo debido a “situaciones específicas con los embarques planificados. Este anuncio llega en medio de una grave crisis de escasez de alimentos, medicinas y petróleo, inflación, cortes eléctricos y la dolarización parcial de la economía”.

Luego de 65 años con el control total de la isla, sin oposición y con cientos de miles de millones de dólares de ayuda de la entonces Unión Soviética y de sus patrocinadores más cercanos en el tiempo (Rusia, China, Irán, Venezuela, Corea del Norte, entre otros), Cuba no ha podido superar su retrasada economía agrícola de monocultivo.

Tampoco existe la justicia social, cuando el pueblo apenas subsiste, las ciudades están en ruinas, con toda su infraestructura edilicia de la época de oro cubana en ruinas, cayéndose a pedazos con quienes aún las habitan debido a su antigüedad pero también a que el sistema ha sido incapaz siquiera de mantener lo mínimo indispensable.

La propia Salud Pública es una gran mentira, y no hay medicamentos para la población, que se asiste en hospitales públicos decadentes y sin tecnología alguna, mientras el país se vende como un ejemplo internacional y ofrece sus servicios “solidarios” a los países afines, que por cierto no resultan gratis.

El fracaso es estrepitoso: la energía eléctrica es intermitente y escasa, el hambre lleva a la población a saquear las magras producciones de los campesinos, la basura y la contaminación se acumula por montañas en las ciudades, entre ellas en la propia Habana fuera del circuito turístico; las calles están destruidas, el gris es el color dominante en un país que cada vez más se confunde con Haití. Ocultarlo ya es imposible, porque mal o bien algo funcionan las redes sociales, y la población se anima cada vez más a mostrar la realidad del comunismo ejemplar de América Latina. La excusa del bloqueo ya no alcanza, cuando la promesa de una Revolución que multiplicaría la producción y la riqueza del pueblo tras las expropiaciones masivas y los planes milagrosos terminó en la absoluta aniquilación de la industria, la producción y el comercio nacional. Cuba puede importar y exportar con casi todo el mundo –de hecho negocia con América Latina casi en su totalidad, buena parte de Europa, todo Asia, Rusia, China, etcétera–, pero no puede porque el aparato opresor del Estado destruyó todo el sistema productivo del país. Está arrasada.

Hay algo que resulta importante entender y recordar: en Uruguay, Cuba no tiene amigos. Tiene cómplices. Más tarde o más temprano, cuando la democracia sea el sistema de gobierno en Cuba, estos cómplices deberán rendirle cuentas a la Historia y a sus conciudadanos y explicar por qué ocultaron, tergiversaron y mintieron sobre una dictadura sangrienta a la cual le dieron el más férreo y dogmático apoyo.