El año que duró 445 días por confusión en el calendario

En un intento por arreglar el desorganizado calendario romano, el emperador romano Julio César añadió meses, los eliminó y luego inventó los años bisiestos. Pero todo el gran proyecto casi se vio frustrado por un error básico de cálculo.
Ya era lo suficientemente confuso cuando las celebraciones de la cosecha llegaban a mediados de la primavera. Era el siglo I a.C. y, según el ritual, para ese tiempo debían haber verduras maduras listas para consumirse.
Sin embargo, cuando los trabajadores miraban los campos, se daban cuenta de que no era así. Pasarían muchos meses antes de poder recoger los frutos.
El problema era el primitivo calendario romano, que se había vuelto tan desordenado que las fechas de los festivos anuales más cruciales no tenían relación con el mundo real.
Este sistema sin sentido era algo que Julio César quería arreglar. No fue una tarea fácil. La misión era colocar al Imperio Romano en un calendario alineado tanto con la rotación de la Tierra sobre su eje (un día) como con su órbita del Sol (un año).
La propuesta del emperador terminó siendo el año más largo de la historia.
Era un gran proyecto… y casi fue descarrilado por una peculiaridad de las matemáticas romanas.
Así fue como el año 46 a.C, fue mejor conocido como el Año de la Confusión.

No se cuentan los días sin trabajo

Puede que haya sido un año complicado, pero no tanto como el anterior, dice Helen Parish, profesora de Historia en la Universidad de Reading, Reino Unido.
El calendario romano más antiguo estaba determinado por los ciclos de la Luna y los ciclos del año agrícola. Al mirarlo con ojos actuales, es posible que alguien se sienta defraudado.
Sólo tiene 10 meses, comienza en marzo con la primavera, y el décimo y último mes del año es lo que ahora conocemos como diciembre. Seis de esos meses tenían 30 días y cuatro tenían 31 días, lo que da un total de 304 días. ¿Qué pasa con el resto?
“Durante los dos meses del año en los que no se realizaba trabajo de campo, simplemente no se contaban”, explica Parish. El Sol sale y se pone pero, según el antiguo calendario romano, oficialmente no ha transcurrido ningún día.
“Ahí es donde empiezan a aparecer las complicaciones”.
En el año 731 a.C., el segundo rey de Roma, Numa Pompilio, decidió mejorar el calendario introduciendo meses adicionales para cubrir ese período invernal.
“Porque ¿qué sentido tiene un calendario que sólo cubre una parte del año?”, comenta Parish.
La respuesta de Pompilio fue añadir 51 días al calendario, creando lo que ahora llamamos enero y febrero. Esta extensión elevó el año a 355 días.

De mal en peor

Pero alrededor del año 200 a. C., las cosas habían empeorado tanto que se observó en Roma un eclipse de Sol casi total en lo que ahora consideraríamos el 14 de marzo, pero que según se registra tuvo lugar el 11 de julio.
“Debido a que el calendario, a este punto, había ido tan catastróficamente mal”, comenta la profesora, el emperador y los sacerdotes en Roma recurrieron a insertar un mes adicional intercalado, Mercedonius, como una forma de alinear el calendario con las estaciones.
Esto no funcionó muy bien. Había una tendencia de añadir a Mercedonius cuando algunos funcionarios públicos estaban en el poder, por ejemplo, en lugar de alinear estrictamente el calendario con las estaciones.
Lo que nos lleva de regreso a Julio César.
El año 46 a.C. ya tenía planeado un Mercedonius, pero el asesor de César, Sosígenes, un astrónomo de Alejandría, dijo que este mes adicional no iba a ser suficiente esta vez.
Siguiendo el consejo de Sosígenes, César añadió otros dos meses nunca antes vistos, uno de 33 días y otro de 34, para alinear el calendario con el Sol.
Las adiciones hicieron que el año fuera el más largo de la historia con 445 días de duración y 15 meses.