
Por Marilina Odella
Profesora de Filosofía jubilada en 2019. En 2004 empezó a estudiar teatro con Raúl Rodríguez y ya no paró. Le siguieron talleres con Horacio Merlo, Giorgina Giamberini, Laura Galin, Darío Lapaz y Danilo Pandolfo. “Hice talleres de improvisación teatral con un español que en ese tiempo estuvo acá, Pascual Álvarez. Prácticamente he recorrido todos los grupos de teatro de Paysandú”, cuenta Aída Cocchiararo en entrevista con Quinto Día.
En 2013, presentando la obra “El aniversario”, de Chéjov, se recibió de actriz con el diploma avalado por la escuela rusa de artes teatrales Gitis.
Atravesó algunos problemas de salud, pero retornó y actuó en “Soledad, ¿quién te acompaña?”, de María Silva. “Fue la otra obra que hicimos con Raúl Rodríguez, que yo actuaba con Zully García”, recuerda. “En 2017, Augusto Colombo –que había sido compañero mío en el taller de Teatro de Raúl–, me invita a escribir y dirigir una obra. Como el proceso se hizo muy largo, terminamos trabajando con una obra de Johnatan Sconamiglio que se llamaba ‘El mundo inteligible, la fábrica de lentejas’. Después Augusto se baja del proyecto y nosotros nos fuimos al Aras donde armamos un nuevo grupo que se llamaba ‘Pulmón imberbe’, donde eran seis actores, un iluminador y yo. A esa obra la estrenamos y continuamos unas cinco o seis veces en el Carlos Brussa”, cuenta y recuerda que fue un año muy complicado con problemas serios de salud que atravesó y que “entre operación y operación, y el proceso de recuperación, yo iba y dirigía. Danilo Pandolfo me ayudó y logramos al final estrenarla. Después el grupo se desarmó y a ese verano de 2019 me invitan a formar parte del grupo de humoristas ‘Los Cínicos’ y también hice una obra infantil que se llamaba ‘Alicia, un mundo de ilusión’ con un elenco muy numeroso”.
“Era mi destino tener mi propio grupo”
Cuando en 2019 llegó su jubilación, “yo estaba a full para el teatro”, reconoce, y fue cuando escribió su primera obra “Cóctel amargo. Tres versiones para no morir”, bajo la dirección de su esposo Leonardo Scampini, además de buscar esta vez, tener su propio grupo teatral, su “Destino Final”.

“Como estuve en casi todos los grupos de Paysandú, era mi destino tener mi propio grupo”. Sin local propio aún, Destino Final comenzó a ensayar en el foyer del teatro Florencio Sánchez.
Cóctel amargo. Tres versiones para no morir
A finales de 2019, con Pablo Peralta y Pablo Coll en la búsqueda de hacer “algo dramático, ocurre la muerte de Patricia Fernández”, recuerda, “una actriz de teatro que formaba parte del grupo de Taller de Teatro Paysandú. Fallece de cáncer de mama, al igual que una compañera, profesora del liceo, Gabriela Vásquez Varela; y a su vez mis propios tumores –si bien no eran de mama— me movilizaron para ponerme a pensar en un trabajo que tuviera que ver con la prevención”.
Cóctel Amargo es una obra en tres actos que trata de Paulina, una mujer de más de 50 años con diagnóstico de cáncer de mama.
“Era un proceso de creación de algo entre los dos y después invitamos a Giovanina Guariglia para la parte de danza y cuando íbamos a estrenar, vino la pandemia. Recién pudimos estrenar el 20 de agosto de 2020 que fue como la primera obra que se hace en el Florencio post pandemia. Como era un unipersonal, se hizo en el foyer”.
Con Cóctel Amargo actuaron en el garage del Hotel Plaza, salones comunales; en Guichón, Quebracho, Pueblo Esperanza, Piedras Coloradas, Arroyo Negro, Orgoroso. “Recorrimos muchos lugares con el apoyo de los alcaldes que nos trasladaban”. Pronto incorporaron a la maquilladora Mónica Suárez –que sigue en Destino Final—y ahí “es cuando mejora mucho el trabajo del maquillaje, sobre todo porque requería todo un proceso de estar demacrada; encontrar la manera de que pareciera que estaba pelada por la quimioterapia”. “Fue un trabajo para la prevención de esa enfermedad” con el que también fueron a Salto, Young, Fray Bentos, Dolores, Montevideo y terminó el ciclo (2022), en Posadas, Misiones, en un festival. Había gente de distintos lugares de América Latina. En el proceso fueron cambiando las bailarinas. Estuvo Milagros Vaucher, Ana Paula Guichón y Lucero Chalela también. “En el último proceso también estuvo Silvia Huayek, con quien fuimos a Posadas”.
De espacios culturales y solidaridad
Promotora de cultura y de buenas obras –no solo de teatro–, Aída también compartía su hogar para alimentar a quienes lo necesitaban. “En la zona sur, donde era la casa de mi abuela, una casa grande con mucho espacio, hacíamos muchas actividades artísticas. Desde 2015 a 2019 fuimos también un merendero; una especie de oenegé que recibíamos donaciones de mucha gente y el apoyo de la Intendencia con la leche y el azúcar. Iban niños y sus padres, tíos, abuelos”. Abrió su hogar a mucha gente y eso después también le generó el cierre “porque nos entraron a robar muchas veces”. Lamentablemente ya en el último robo, les arrancaron las rejas y sumado a su problema de salud, ya no pudieron continuar con el merendero. “Para mí era como una familia extendida el merendero y fue muy doloroso tomar esa decisión”. Luego se mudaron para otra casa, también con la visita de los amigos de lo ajeno, hasta que decidieron luego alquilar un espacio que tuviera la posibilidad de poner un café literario.
Y todo a pulmón
Así fue como la esquina de Florida y Luis Batlle Berres abrió las puertas al arte con el espacio que Aída había soñado desde siempre. Destino Final ya era un grupo con un espacio dedicado a la cultura; a promover las artes y los artistas. “La idea del café literario y artes escénicas fue de Leonardo. Hacíamos actividades semanales. Desde lectura de poesías hasta danzas y teatro”. Cada actividad organizada a pulmón. A veces se cobraba una mínima entrada cuando participaba algún artista. Artesanías, composiciones poéticas, pinturas, dibujos y hasta fotografías, se compartían en ese espacio suyo pero abierto a todos los sanduceros.
En ese local de calle Florida, cuenta Aída que empezaron también a ensayar las obras. Antes, para la segunda obra de su autoría, “Sobre una baldosa fría”, ensayaban en la Iglesia Valdense, donde también dio talleres de teatro a pedido del pastor Marcelo, por casi tres años.
Letras Heroicas
Continuaron las obras y la organización de actividades en el local de calle Florida hasta que su siguiente creación, El Bosque, y el evento Letras Heroicas, los obligó a buscar un lugar más amplio, así que se mudaron a Tacuarembó y Setembrino Pereda, donde cuentan con un patio grande al fondo y muchas habitaciones. “Puedo tener habitaciones para el vestuario y la escenografía, todas las cosas que requiere una obra”.
En cuanto a Letras Heroicas, cuenta que fue una idea de Silvia Huayek –que formaba parte de Destino Final– junto con Eduardo Rodríguez, para hacer un encuentro de escritores. “Y empezamos a trabajar juntos; presentamos el proyecto en el Instituto Nacional de Letras (Inlet) y nos apoyaron. Fue súper ambicioso, estuvimos cinco días trabajando con un montón de escritores, pero poniéndole la impronta que teníamos nosotros en el Café Literario, de que todas las artes estuvieran de alguna forma conviviendo. Entonces en Letras Heroicas también invitamos a artistas plásticos a que trabajaran en vivo; músicos, bailarines; hicimos teatro en todas las ediciones”.
En 2024 Letras Heroicas por un tema de espacio, se coordinó con Eugenio Pozzolo; se realizó en la Biblioteca José Pedro Varela y se extendió durante tres días, mientras que este año se realizó en la Alianza Francesa. “Este año con la misma impronta de pinturas, caracterización de personajes con Mónica Suárez y Karina Dorrego –que hace años hace de estatua viviente–, y en Letras Heroicas representa diferentes personajes. El primer año Karina hizo de Leandro Gómez, Mónica hizo de Juana de Ibarbourou, de Delmira Agustini; el año pasado caracterizó a José Pedro Varela. Este año “los personajes tuvieron que ver con las cosas que escribía Susana Selios”, quien fuera una de las personas que “estuvo en la organización de las veladas, poeta que también hacía danzas folclóricas”.
Como si fuera poco, un libro de Filosofía
Antes de actuar y después escribir obras de teatro, Aída, haciendo honor a su profesorado de Filosofía, también escribió un libro. “Yo empecé escribiendo Filosofía porque era a lo que yo me dedicaba. Después empecé a participar de talleres literarios –en simultáneo con estudiar teatro–; en 2004 con poesía y relatos”. Participó en publicaciones colectivas con poemas y cuentos cortos y en 2010, en el evento internacional El corredor de las ideas –en aquel momento en Porto Alegre–, “presenté una ponencia y de la Editorial Académica Española, me convocaron para ver si me animaba a escribir un libro”. El libro en cuestión fue sobre Filosofía Política y se llamó “Uruguay: gobierno de izquierda: esperanzas y peligros”.


“El arte te salva”
En cada obra de su creación, Aída refleja diferentes épocas y problemáticas vividas por ella o personas cercanas. Su tercer trabajo, “Del otro lado de la grieta”, tiene mucho que ver con su experiencia con el merendero que le generó “una sensación de mucho dolor y angustia”. “Yo soy una convencida de que el arte te sana; el arte te salva, te ayuda. A mí me ayudó mucho en todo el proceso cuando estaba enferma. Es como una forma de sanación espiritual”. Esta tercera obra surge a la vez que la posibilidad de la realización de un taller virtual “con Estela Golovchenko”, en 2020, en plena pandemia. Cuenta también que, en otro taller de dramaturgia, (también con Estela) surge la otra obra, “Erizados”, estrenada hace poco.
El teatro para pequeños también pasó por la vida de la multifacética Aída, que a través de una nieta que concurría al CAIF, “me llaman para hacer algo para niños. Pero lo que yo hago no es para niños”. Recordó entonces que hace muchos años tuvo la posibilidad de asistir a un taller de teatro para bebés y “con Karina Dorrego que es técnica en Primera Infancia, nos sentamos a pensar y a crear y de ahí surgió la obra de teatro para bebés ‘Lluvia’, que presentamos en un fondo concursable, obtuvimos el dinero y pudimos llevarla a varios lugares”.
También a través del Fondo Concursable Regional del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), en 2022 estrenó “María, cientos de mujeres”, que es una adaptación del poema del argentino Claudio Hochman –que reside en Portugal–, “Mulheres nascidas de um nome”. “Con esta obra, la última función que hicimos fue en el festival 17 Minutos de Montevideo”.
“En el bosque”, un desafío
Cuando Destino Final cumplió dos años, se afiliaron a la Asociación de Teatros del Interior “y el año pasado teníamos derecho a los cursos que ofrecían y entre las cosas que había era la posibilidad de una Tutoría de Dirección” con Roberto Buschiazzo, del Teatro Sin Fogón. Buschiazzo junto a Estela Golovchenco, son referentes del teatro del Interior en Fray Bentos, donde abrieron una escuela el año pasado. Buschiazzo, “vino con la propuesta de hacer la obra japonesa, ‘En el Bosque’, que al principio nos costó un poco; nos resistimos porque era tan distinto a lo nuestro. Pero a la vez era un desafío”.
“Fue un grupo numeroso, pero que se consolidó. Son ocho actores en escena. Fue un proceso muy intenso”. Nos presentamos al fondo de Cofonte, y fue la primera vez que obtuvimos ayuda económica para hacer el vestuario”, explica feliz y recuerda que siempre han hecho los trajes ellos o los han comprado de segunda mano, pero en esta ocasión, al ser vestimenta de Japón, necesitaban más producción.
A esta obra que también presentaron en Rosario, Carmelo y Quebracho, “también decidimos presentarla en el Encuentro Regional de Teatros del Interior”.
Es muy probable que nos hayamos quedado con actividades en el debe, porque a una persona como Aída que crea, inventa, sueña y nos mueve permanentemente hacia las tablas, no le hacen justicia unas pocas páginas. Al cierre de esta entrevista, por ejemplo, ya se encontraba trabajando en una nueva obra llamada “La misión” y que seguramente tendremos pronto en escenarios sanduceros.