Incentivar y desestimular

La “nueva normalidad” en la que ingresó nuestro país desde hace algunos meses en el contexto de la pandemia de COVID-19 parece estar planteando grandes desafíos a la tarea de comunicación desde el gobierno.
Por un lado se enuncia el concepto de libertad responsable y en ese marco se enfatiza en que no es conveniente concurrir a lugares donde se puedan producir aglomeraciones, pero por otro se anuncia que habrá temporada veraniega y se presentan beneficios que favorezcan la posibilidad de los uruguayos de salir a vacacionar en nuestro país. En una apurada primera lectura podría decir que el mensaje es contradictorio. Y sin embargo no, no lo es.
La semana pasada el Ministerio de Turismo anunció que a partir de diciembre, los operadores turísticos contarán con descuentos de IVA, aportes patronales, extensión de garantías para créditos a través del sistema SIGA. Asimismo se adelantó que se va a remitir un proyecto de ley que dispondrá exoneraciones en el impuesto a la renta de las personas físicas (IRPF) en los alquileres de esta temporada. Todas estas medidas se engloban en lo que se anunció como el “Plan Verano”. Por otra parte, también se dijo que se dispondrán descuentos de IVA a los consumidores en servicios de alojamiento, gastronomía y otros como alquiler de automóviles y que se está procurando conseguir financiación para los alquileres de temporada en hasta 12 cuotas.
Una pequeña digresión: una crítica que se ha hecho a estos anuncios es que, por su formato, solamente alcanzará a quienes ofrezcan servicios dentro de la formalidad y a quienes los usufructúen también dentro del marco formal, que –es cierto– es tal vez la mayor parte del mercado. El gobierno tiene que tomar decisiones empleando los instrumentos que tiene a su alcance y hoy muchos de ellos van de la mano del uso de los medios electrónicos de pago y para acceder a ellos hay que trabajar dentro de la “formalidad”.
Volvamos al tema inicial. En Paysandú venimos de tener dos eventos importantes, ambos al aire libre y con muy buena convocatoria de público, sin llegar a la masividad de otros como la Semana de la Cerveza y el Encuentro con el Patriarca; hablamos, claro, de la reciente edición de Paysandú Flor de Ciudad y de la muestra de reproductores de la Asociación Rural Exposición Feria.
En ambos casos la propia realización de estos eventos despertó críticas por suponer que se generaría un ámbito propicio para la aparición de nuevos casos de la enfermedad que ha hecho este año tan complicado. Si bien es cierto que por momentos tuvieron buena concurrencia, el hecho de cumplirse ambos al aire libre, en lugares con espacio suficiente para que no se provocasen aglomeraciones, junto al cumplimiento de las recomendaciones de las autoridades sanitarias, otorgaron un marco suficientemente seguro para la concurrencia.
Habrá que esperar unos días antes de ver si efectivamente todo se realizó de manera ordenada y no aparecen casos que no se hubiesen detectado previamente que produjeran un foco de contagio en alguno de estos eventos –que puede ocurrir, porque aparentemente nadie está libre–, pero por ahora no es ese el caso.
Pero vayamos unos meses más atrás, a los días previos a las vacaciones de julio, cuando el ministro Germán Cardoso anunció en termas de Guaviyú la reapertura de los centros termales aplicando los protocolos que se confeccionaron entre las intendencias de Salto y Paysandú, en los que los operadores y los técnicos que trabajaron junto a estos. Las termas llevaban en ese momento más de cien días de inactividad y eso provocó en los comerciantes un problema económico que aún arrastran, pero por lo menos han podido volver a trabajar. ¿Se asumió un riesgo? Relativamente sí, seguro que sí, pero eso ha permitido que ese sector, tan importante para la región, vuelva a estar activo y sea un problema menos que atender, o por lo menos que el problema sea un poco más chico.
Aceptar que se hayan podido reabrir las termas, que se hayan podido hacer la muestra de la Asociación Rural y Paysandú Flor de Ciudad son buenas noticias, lo mismo que el que se hayan reabierto las salas de espectáculos con las reducciones de aforo correspondiente y todos los cuidados, así como que estén funcionando restaurantes y tiendas.
Imagínense qué estaría pasando en estos momentos si todo siguiera como el 14 de marzo, el día que aparecieron aquellos primeros cuatro casos y todos nos encerramos. Bueno, eso es por lo que están pasando millones de personas alrededor del mundo en estos momentos. Países enteros han tenido que declarar nuevos confinamientos por las segundas olas de la enfermedad y otros aún no han podido siquiera superar la primera.
Sin embargo todavía vemos como hay vecinos que se siguen preocupando cuando ven un grupo de personas en una plaza pública, como ocurría en los primeros días, cuando la policía atendía innumerables llamados solicitando su intervención.
Parece fino ese límite entre libertad e irresponsabilidad. Sin embargo no lo es, todos sabemos a estas alturas qué debemos hacer. Puede que haya vecinos que no sientan aún la confianza como para salir de sus casas y está bien que no lo hagan, pero por otra parte hay quienes sienten que están dadas las condiciones para salir y disfrutar de su tiempo de descanso –tomando sus precauciones y utilizando o no los beneficios anunciados por el gobierno– y es bueno, e incluso necesario, que así lo hagan.