Recuerdos más allá de las coberturas de prensa

Cuando el 30 de junio de 2019 votó en las elecciones internas del Partido Nacional (en el Liceo 5, con su credencial seria KAA), para definir el candidato único a la Presidencia por el Partido Nacional dijo: “Siempre es posible clavar una pica en Flandes”, siempre es posible obtener grandes logros con tenacidad y esfuerzo. Fue la primera frase que vino a la mente cuando al caer la lluviosa tarde de ayer sábado se conoció la noticia del fallecimiento de Jorge Washington Larrañaga Fraga, de Jorge, como se lo llamaba coloquialmente, del Guapo.

Quien ocupaba el cargo de Ministro del Interior falleció por un paro cardiorespiratorio, a la edad de 64 años. La sorpresa fue lo primero, un tropel de recuerdos lo segundo. Porque quien escribe subió detrás de él las escaleras del Palacio Municipal aquel 15 de febrero de 1990, cuando con 33 años asumió como Intendente de Paysandú. Durante los siguientes 10 años, cubriendo la actividad municipal para EL TELEGRAFO, fui testigo de sus logros, sus éxitos, sus sueños, sus frustraciones. De la reconstrucción del Estadio Artigas en 1995, de la obra de Bulevar Artigas, de las miles de luces que con orgullo incorporó a la red de alumbrado público, incluso en perdidas esquinas de la ciudad; de su obra máxima, el Anfiteatro del Río Uruguay, inaugurado en 1997. De sus recorridas por el interior del departamento, de sus esfuerzos por impulsar la hidrovía del río Uruguay, incluyendo un viaje en avioneta que tenía por destino Rosario, Santa Fe pero que se desvió al sur y él desplegando un enorme mapa trataba de ver cómo retornar, entre carcajadas, hasta que finalmente se aterrizó en el destino.

Testigo también de su profundo sentimiento artiguista y su orgullo de ser sanducero, de haber nacido en esta tierra defendida por Leandro Gómez y los suyos, que lo llevó a impulsar los Festejos de Paysandú Ciudad o el Encuentro con el Patriarca en la Meseta de Artigas, donde en 1996 inauguró la Casona del Patriarca, construida en piedra. Testigo y partícipe secundario de aquella cabalgata hasta Asunción del Paraguay en 1997.

Tantas anécdotas que se agolpan, como su grito cada vez que llovía durante la cabalgata a Asunción y encontraba a los jinetes en la ruta: “Mi capa, ¿dónde está mi capa, Humberto (Sconamiglio, también fallecido)?” O en la misma cabalgata cuando tras un malestar estomacal, en plena madrugada entró a las carpas al grito de “¡Volvió el Guapo, volvió el Guapo!”

En la última entrevista en extenso, previo a la elección interna, el 8 de marzo de 2019, dijo lo que era su anhelo: “Creo poder ser el Presidente del respeto, el orden y los valores”. Uno de sus grandes objetivos fue precisamente ser Presidente de la República. “Yo voy a ser Presidente”, me dijo en una edición del Encuentro, frente mismo a la Casona. No le alcanzó la vida.Y así muchas más. Como periodista no siempre en acuerdo; algunos desencuentros –unos cuantos– hubo. Pero siempre tuvimos una particular forma de saludarnos, un “insulto propio”, si ello fuera posible. Después un abrazo y una frase que siempre repetía: “Sabes que te quiero mucho ¿no?” Un afecto compartido, simplemente por tantas jornadas compartidas, cada cual en su tarea.

Nadie podría saber cuáles hubieran sido sus últimas palabras. Conociendo su profunda conciencia artiguista, quizás –y solo quizás– igual que el héroe que lo marcó: “¡Mi caballo! ¡Tráiganme mi caballo!”.

Enrique Julio Sánchez