Carlos Da Silva Machado (39) ingresó hace 25 años a Panificadora Tres Espigas, con tan solo 14 años, como empleado y desde el 2011 está al frente del negocio como principal, luego que sus propietarios se retiraran de la actividad.
Este comercio, ubicado en Uruguay a pocos pasos de 19 de Abril, tiene tres décadas de actividad, aunque la panadería tiene alrededor de cien años y aún mantiene el horno a leña original. “En una Navidad, tenía 14 años, le pedí a mi madre que trabajaba en la casa de los dueños, si me conseguía para hacer mandados, y así fue que empecé haciendo mandados, lavando acelgas para las tortas.
Trabajé todo diciembre y en febrero el muchacho que lavaba las latas, prendía el horno, tuvo un accidente y por tres meses no pudo trabajar. Cubrí su licencia, mientras seguía estudiando en la UTU”, contó Da Silva a EL TELEGRAFO, al referirse a cómo fueron sus inicios en este rubro.
Luego, a los pocos días, como la persona dejó la panadería, “me llaman si quiero seguir y así es que hasta el día de hoy estoy aquí; trabajé 14 años de empleado y desde hace 11 como propietario”, agregó. Durante la entrevista, destacó que es una de las pocas panaderías que aún mantiene el horno a leña; “varias veces estando aún los otros dueños hubo una propuesta para hacerlo a gas, pero sacando las cuentas no se llegó a un arreglo, además de que no hay como el sabor del pan hecho en ese horno, así es que quedó este horno.
Es el original, está tal cual como se hizo, sólo se ha hecho algún arreglo de algún ladrillo, solo mantenimiento”. Tiene una capacidad, que medida “en moldes de pan de sandwiches —que es precisamente su especialidad– entran 120 latas, que es donde se cocinan las minifacturas y demás, entran unas 25 o 30”, precisó.
En esos primeros años, Da Silva trabajaba en la panadería y a la vez estudiaba en la noche en la UTU. Al recibirse de electricista, “tuve que decidir entre quedarme en la panadería o salir a buscar trabajo en lo que había estudiado y decidí lo primero. La verdad es que no me arrepiento, fui aprendiendo, hice algo de reposteria, estuve de ayudante de panadero, después de encargado y luego ya quedé como propietario”.
Reconoce que de su negocio lo que más le atrae “es el trato con la gente, me gusta la venta, conversar con el público que llega”.
En esta panadería “se sigue trabajando medio a lo antiguo, se trabaja de madrugada en horario de 22 a 6 de la mañana, ahí entran los tres panaderos, preparan la masa, se va haciendo toda la mercadería, hay cosas que se hacen todos los días y según los pedidos extra hay días con más o menos trabajo. Se empieza a amasar a las 22 hasta la 1 o 2 de la mañana y cuando termina, se empieza a cocinar lo primero que se amasó y ya leudó. Lo primero que se cocina es el pan de sandwich. Todo se hace en el piso del horno, por eso tiene otro gusto el pan, el gusto a humo o a leña, a fuego”, explicó.
Reconoció que el oficio de panadero “es sacrificado” como todo trabajo nocturno, a la vez que resaltó que “los muchachos que están acá están conmigo desde que yo empecé, dos de ellos incluso hace 28 años que están; son jóvenes pero entraron también como yo siendo chicos”.
En esta panadería la producción es artesanal, pues “no usamos premezcla, hacemos todo con receta vieja, por eso digo que se caracteriza por ser una panadería tradicional. Hoy te ofrecen premezcla, porque hay para hacer todo, desde pan dulce, budín, las vienas, tortugas, pero acá como los panaderos están acostumbrados a trabajar en forma tradicional, se sigue trabajando de la misma forma”.
El horno se enciende “a las 15 –mientras está prendido no se cocina nada–, hasta las 19, cuando llega a una temperatura de unos 320 grados y ahí se cierra el horno, se apaga todo, se espera hasta que no quede ninguna llama, entonces lo primero que se cocina, que es el pan de sandwich, es a la 1 de la mañana cuando la temperatura ya bajó a 180-200 que es a lo que se cocina durante todo el día, hasta la 1 o 2 de la tarde se mantiene en esa temperatura hasta de nuevo volverse a prender. Todos los días es ese mecanismo”, relató.
“Hoy lo que más hacemos nosotros es la parte de sandwichería, que precisamente es por lo que es más conocida esta panadería. Hoy es a lo que nos hemos dedicado más, la parte de sandwichería y repostería”, resaltó Da Silva.
Hace unos cuantos años Da Silva asumió el desafío de elegir este rubro y a propósito de ello, comentó: “Me gustaba electricidad, pero cuando terminé y decidí elegir esto, me dí cuenta que no era electricidad lo mío. Hoy si tengo que hacer un trabajo de electricidad no lo hago, me quedé con esto y la verdad no me arrepiento.
Todo lo que he aprendido fue acá, lo mismo que a manejar la panaderia. Cuando los dueños anteriores se jubilaron, me ofrecieron si quería comprar el negocio. Obvio que yo no tenía plata, pero ellos me dieron la facilidad y siempre estoy agradecido a ellos, porque de otra forma no hubiera podido. Más allá que yo la haya pagado, ellos me dieron la facilidad de comprarla”.
“Hoy no se trabaja como antes, pero es lo que les pasa a todos. Trabajas para vivir bien, trabajas más que antes pero ganas menos. La verdad no me arrepiento, si tuviera que elegir, lo elegiría nuevamente”, concluyó.
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