Argentina, socio imposible del Mercosur

(Por Horacio R. Brum)

Cuando este corresponsal visitó Buenos Aires en setiembre, el dólar tenía trece cotizaciones diferentes en el mercado argentino, sin contar las que se podían conseguir en los comercios, si el cliente ofrecía pagar en la divisa estadounidense. Porque desafían toda racionalidad cambiaria y económica, vale la pena enumerar esos dólares, con las denominaciones que les aplican los medios de comunicación y las autoridades.
El dólar mayorista tiene una cotización para los importadores, los exportadores, las organizaciones financieras y es también el tipo de cambio que maneja el Banco Central; el dólar minorista es el que, con un límite mensual de 200, pueden comprar en los bancos los ciudadanos comunes y corrientes (pero se les priva de esa posibilidad si reciben subsidios para el pago de los servicios públicos u otro beneficio del Estado); el dólar tarjeta, se emplea para el cálculo de las deudas de las tarjetas de crédito, y tiene un recargo en impuestos superior al 100% sobre la cotización del minorista; el dólar “Netflix” es el usado para las tarifas de las empresas de televisión por internet y cuesta 50% más que el minorista; el dólar extranjero, fue inventado por el gobierno para tratar de evitar que los turistas cambiaran en el mercado paralelo y no funcionó, porque implicaba el procedimiento engorroso de abrir una cuenta bancaria temporal; el dólar soja, se ofreció durante un período breve a los agricultores para estimularlos a que vendieran sus cosechas al exterior y cambiaran a pesos los dólares recibidos en pago; para las operaciones bursátiles con bonos del Estado se inventó el dólar Bolsa, que debe ser depositado en el país; si los dólares así obtenidos se depositan en el exterior, tienen otra cotización especial para los efectos tributarios y se denominan Contado con liquidación (coloquialmente, “dólar liqui”); para las operaciones entre corredores de Bolsa, existe el dólar Senebi (Segmento de Negociación Bilateral); el dólar ADR (American Depositary Receipt) es una cotización para negociar acciones de empresas nacionales en la Bolsa de Nueva York; el Cedear es similar al ADR, pero para operaciones en Argentina (Certificado de Depósito Argentino), y el dólar Cripto se usa para invertir con pesos en las criptomonedas, esas divisas invento de estos tiempos, que no tienen el respaldo de gobierno alguno y existen solamente de forma electrónica. Junto a todos ellos está el dólar “blue”, que maneja la mayoría de la gente en la vida diaria y se cotiza de la forma más realista: en función de la oferta y la demanda, aunque en un mercado semiclandestino.

Dos meses más tarde y otra vez de visita en la capital argentina, este cronista se sorprendió al ver que aquel bosque verde de cotizaciones había prosperado con la primavera y los tipos de cambio llegaban a dieciséis, con otros brotes en camino. Había aparecido el dólar Coldplay, así bautizado por el famoso grupo de rock que en esos días dio varios conciertos en Buenos Aires. Oficialmente es el “dólar cultural”, cuya cotización se aplica a los pagos de las actuaciones de artistas extranjeros y se forma con la del dólar minorista más el 30% que corresponde al impuesto PAIS. El impuesto Para una Argentina Inclusiva y Solidaria (PAIS) fue creado al poco tiempo de asumir el gobierno actual, con el supuesto fin de reforzar los fondos para ayudas sociales y jubilaciones.
Debido a que los turistas extranjeros continuaron cambiando en el mercado paralelo y fracasó el sistema de cuentas bancarias temporales, se inventó otra cotización para quienes, no siendo argentinos, hicieran pagos con tarjetas de débito o crédito obtenidas en otros países. Esta tasa se acerca al dólar “blue” y tiene como referencia la empleada en las operaciones bursátiles pero, como lo pudo comprobar quien esto escribe, solamente sirve para servicios estrictamente turísticos: hoteles, transporte, restaurantes y similares. Al pagar una compra de medicamentos, la deuda de la tarjeta apareció convertida al dólar minorista oficial, casi duplicada respecto de si se hubiera convertido al renovado “dólar para extranjeros”.
Otro aparecido es el “dólar Qatar”, con el cual se intenta encarecer la estadía de los argentinos en el exterior y así evitar que gasten afuera los billetes norteamericanos. Todo consumo pagado con tarjetas que supere los 300 dólares en un mes (lo que en Europa, por ejemplo, podría equivaler a dos días en un hotel de categoría mediana), se recarga con el impuesto PAIS, más un 45% de impuesto a las ganancias y un 25% del gravamen de bienes personales. La lista podría alargarse con el dólar “lujo”, cuya cotización se aplica a los bienes suntuarios, desde yates hasta bebidas alcohólicas importadas, y otra tasa especial para la divisa obtenida por exportaciones que se dará a las provincias que accedan a aplicar el congelamiento de los precios de 1.700 productos impuesto la semana pasada por la Casa Rosada, el cual se mantendrá hasta marzo de 2024.

Esta obsesión por controlar y limitar el flujo de los dólares es apenas parte de un cúmulo de incertidumbres que inciden directamente en las relaciones comerciales, porque también hay numerosas complicaciones para exportar e importar. La carne vacuna y el trigo tienen límites y prohibiciones, bajo la divisa oficial de “cuidar la mesa de los argentinos”.
Hay siete cortes de carne llamados populares, como el asado, sobre los cuales pesa la prohibición de exportarlos y en cuanto al trigo, desde el año pasado el total permitido de venta al exterior es de 42 millones de toneladas. También están limitadas las ventas de maíz y la idea subyacente es mantener un abastecimiento interno suficiente para tratar de contener la inflación. Al respecto, un columnista de rurales del diario Clarín se tomó el trabajo de calcular la incidencia del precio del trigo en la más popular de las facturas argentinas: la medialuna.
En esta inseparable compañera del café el cereal, en su forma de harina, no representa más del 2% del precio por unidad; el resto corresponde a todos los otros costos de elaboración, incluido el combustible para transportarla. A propósito, hace diez días subió el precio de la nafta alrededor del 6%; una semana atrás, el café con una medialuna tomado por este cronista costó 8% más que el día anterior…
El laberinto burocrático parece ser un disuasivo para las importaciones. Las compras personales a través de plataformas de Internet están limitadas en cantidad y volumen, y las empresas deben pedir autorizaciones a través de un engorroso sistema denominado SIRA (Sistema de Importaciones de la República Argentina), que exige un sinnúmero de datos y declaraciones.

La aprobación de las solicitudes está sujeta a estos criterios ambiguos que aparecen en la página oficial del sistema: “la situación del sujeto a partir de la información disponible en sus registros, el perfil de riesgo, la capacidad económica financiera del importador para efectuar la operación”. Cómo y quién mide esas variables no está claro, pero lo cierto es que hay numerosas compañías que se quejan de las demoras para sus procesos productivos y algunas de la industria automotriz han tenido que suspender temporalmente el montaje de vehículos por el atraso en los permisos para importar componentes esenciales.
El informe anual de Uruguay XXI, el organismo nacional de promoción del comercio exterior, dice que en 2021 China siguió siendo el principal socio comercial de nuestro país, con el 28% de las exportaciones, seguida por Brasil (16%) y por la Unión Europea (14%). Argentina recibió solamente el 5% de los envíos uruguayos; un elemento para pensar si vale la pena seguir en el Mercosur en su forma actual, lastrado por un socio cada vez menos predecible, que incluso tiene organizaciones dispuestas a combatir la eficiencia de los puertos uruguayos con la anacrónica idea de la “guerra de puertos” de los tiempos coloniales.
Una Mesa Coordinadora de la Defensa de la Soberanía sobre el Paraná y el Canal Magdalena, cuyo vocero es el diario oficialista Página12, usa argumentos nacionalistas para oponerse a la coordinación binacional del dragado de los pasos y canales, como: “…algunas multinacionales y los gobiernos del Uruguay y de la Provincia de Entre Ríos estarían alentando la profundización del dragado del río fronterizo… se ha decidido entregar todo el sistema estratégico de navegación a las multinacionales que hoy dominan el Río de la Plata. Y que son las mismas corporaciones, que desde el puerto de Montevideo abastecen, diaria y permanentemente, a los usurpadores de las Islas Malvinas”. Entretanto, según una fuente del ambiente naviero, las líneas mercantes están reduciendo sus frecuencias de viajes a Buenos Aires, en parte por la reducción de los volúmenes de carga y en parte por la conflictividad laboral de ese puerto.