Relación docente-alumno para la que no hay transición y afecta los estudios

“En 2024, cuando inicie la transformación curricular en los últimos grados escolares, vamos a trabajar por áreas y que en vez de una única maestra, los estudiantes tengan cuatro o cinco que roten”, dijo a El Observador el presidente del Codicen, Robert Silva, al mencionar aspectos de la reforma educativa que se promueve desde el gobierno con él a la cabeza y que pretenden corregir alguno de los factores que se entiende distorsionantes para la modernización de la educación en Uruguay.

Lamentablemente en el tratamiento de la propuesta de reforma se da una conjunción de hechos que tienen como común denominador la intolerancia de grupos opositores y gremios de la propia enseñanza, centradas en rechazar todo lo que se trate de hacer diferente para cambiar el panorama en la educación en nuestro país. Una educación que se caracteriza dar entre los peores resultados en la comparación a nivel internacional en las pruebas PISA, la que hace que miles de estudiantes dejen de asistir a los centros educativos, o aprendan poco y nada pese a que se los promueve para que no se caigan del sistema.

Buena parte de estos estudiantes no encuentran en las aulas la formación y capacitación que necesitan para ingresar al mundo profesional y del trabajo en las áreas que se necesitan. Pero hay una problemática que ha subsistido a lo largo de las décadas y tiene que ver por ejemplo con la transición desde Primaria a Secundaria, en que los alumnos pasan de estar todo el año a cargo de un maestro/a, con el que está en las aulas por lo menos cuatro horas al día, y con el que se genera una relación docente-alumno de carácter personal y bidireccional que luego se corta drásticamente con la llegada al liceo o UTU, donde se suceden profesores por área, que atienden diferentes clases en respectivos centros educativos y donde se agrega, sobre todo en los últimos años, frecuentes inasistencias y problemáticas con directo impacto negativo en la parte educativa. En artículo de El Observador, el periodista Tomer Urwicz, al analizar el tema, precisa sobre el particular que “de un lado del puente está la maestra que conoce a cada uno de los estudiantes”, en tanto “del otro está la decena de profesores. De un lado está la escuela que tiene un acercamiento a las familias y el barrio. Del otro están los liceos magnos y lejanos. De un lado una convivencia más permanente y que no corta el apuro de un reloj. Del otro un timbre que suena cada cuarenta minutos, un programa a un lado y otro al otro”.

Este cambio drástico seguramente lo recordamos todos quienes hemos pasado por las aulas, donde se pasa de un régimen escolar de tutela y de estrecha relación con un único docente, a un sistema más despersonalizado y donde sin solución de continuidad, el niño pasa a ser un adolescente que asume de golpe la responsabilidad de dejar su situación de estar en la tutela escolar a un régimen en donde todo depende de sí mismo, por lo que se le suelta la mano sin decir agua va.

La idea implícita en uno de los aspectos de la reforma –por ahora es una idea– es que en las escuelas que cuentan con más de un grupo por grado, las maestras roten de acuerdo a su habilidad e interés en espacio científico – temático, espacio humanístico, de comunicación, creativo – expresivo o cualquiera de las divisiones que ya fija el nuevo plan de estudios. Consecuentemente, que en las etapas finales de Primaria, es decir quinto y sexto, entre los grupos haya circulación de los docentes, como una forma de preadaptación a lo que espera a los niños en Secundaria.
Por supuesto, la problemática es mucho más vasta que el puente inexistente entre Primaria y Secundaria, pero dependiendo del alumno y su capacidad de adaptación y/o interés, así como su entorno social y escenario socioeconómico, sus valores, la incursión por esta segunda área de la enseñanza puede ser devastadora o con un impacto atenuado, para seguir adelante con los estudios.

En apoyo a la tesis del efecto traumático que va desde la escuela a secundaria se destaca que las estadísticas indican que en sexto de Primaria repite menos del 1 por ciento de los alumnos, pero tras el salto al liceo o la UTU, este uno por ciento pase al 13 y 25 por ciento, dependiendo del año.
Los técnicos de la ANEP han seguido estadísticamente a los escolares que terminaron la escuela en 2013, encontrándose con que cada año que transcurrió desde entonces, se acentuó la caída de quienes seguían estudiando. En este contexto, en 2019 un tercio ya había quedado fuera del sistema, y ese mismo año solo un tercio seguía estudiando en tiempo y forma, en tanto el resto lo hacía con algún rezago.

Por supuesto, este quiebre no se da solamente por la falta de transición entre sexto año de escuela y el liceo o la UTU, sino que implica una cadena de factores que acentúan la entidad del proceso, sobre alguno de los cuales es muy difícil incidir, pero en este caso específico sí es posible hacerlo mediante una reforma que atienda el tema.
El sicólogo especializado en educación, Luis Correa, entiende que el sistema educativo uruguayo no está acompañando el pasaje de la niñez a la adolescencia, y al respecto aporta que “el niño que se porta mal en clase, o el que está desmotivado, por lo general está manifestando algo que la institución no se está haciendo cargo”.

El profesional considera que “el puente roto tiene que repararse desde ambos lados de la carretera, desde la escuela y también desde Secundaria y UTU”. A su juicio no solo “puede ser excesivo el compartimiento que existe en el liceo, sino que se necesita un acompañamiento más personalizado, como tiene la maestra con el niño”.
Lo que efectivamente debería ser así, aunque no se trata solo de relación con el docente o del régimen de dictado de las clases, sino también de contenido, de capacitación para el trabajo, de dar herramientas básicas a los jóvenes para defenderse en la vida, y es en estos aspectos en que debería trabajarse por todos los actores con énfasis, imaginación, altura de miras, desideologización para pensar en el interés general y actuar en consecuencia, buscando las coincidencias y no poniendo énfasis en las discrepancias.