Un paseo en Chiavari

Salimos en tren a las 9:59, ¡en punto!, y llegamos 20 minutos después, a la velocidad de 2 kilómetros por minuto, impresionante.
La profe Francesca nos esperaba y nos llevó a recorrer su ciudad, hasta llegar al restaurante donde trabaja su esposo, tres horas después. Fue un recorrido muy divertido, a pesar de que llovía suavemente. Por suerte, esta pequeña y hermosa ciudad de casi 28.000 habitantes tiene muchas galerías con arcadas donde protegerse.
Pasamos por el Museo Arqueológico, un lugar donde se guardan todos los antiguos documentos de la ciudad, con unos altísimos muros donde se ven unos aros adosados a la pared, que en tiempos muy remotos se usaban para sujetar los caballos. La cárcel estuvo en este lugar.
Las calles empedradas no tienen esquinas como en nuestro país, por eso es más difícil ubicarse. Pero la profe, muy buena organizadora, nos entregó a todas un folleto con un plano incluido. Nos hizo conocer los lugares más importantes del centro de la ciudad: la plaza de la Virgen del Huerto, la catedral del mismo nombre, con sus gigantescas columnas que me hacen pensar en el Sansón de la Biblia, y con una estatua, en el atrio, de Juan Pablo II; una iglesia enorme y muy bella. Junto al templo hay un Seminario, para la formación de futuros sacerdotes.
Una leyenda cuenta que era esta zona una zona de huertos, y que la Virgen se apareció a dos niños en medio de un huerto.
Muy cerca de la iglesia, vimos varias estatuas que recuerdan a los marinos que tuvieron gran importancia en la defensa de esta ciudad. Una ciudad dividida en dos por la estación y las vías del tren. Una parte se recuesta en el mar. Los chiavareños son felices en esta ciudad tranquila y segura. A las 19.30, sobre todo en esta época, nos dice Francesca, en las calles no anda nadie, todos están en sus casas.
Los edificios (villas) son enormes, se ve que quienes los construyeron eran aristócratas. Nos llama la atención la Pasticceria Falcone. Beatriz se saca fotos al frente para enviar a sus parientes y mostrarles sobre el lugar donde nació su bisabuelo Benito Falcone. ¡Qué emoción!
El edificio del Teatro, que tuvo su esplendor en otros tiempos, ahora no se usa, porque hay que reciclarlo y no hay dinero suficiente. Los espectáculos importantes se realizan en Génova.
Hay mercado en la plaza y a lo largo de las galerías, los precios son menores que en Santa. Vimos hongos de todas clases, incluidos los tartufos, y también diferentes quesos, como el de cabra borracha, que ponen dentro del vino para que fermente y tome otro sabor. Se vende hinojo y unos ajíes rojos pequeños.
La palabra Chiavari, viene de “chiave” (llave), porque este era un lugar de entrada para todos los inmigrantes, era la llave que permitía el ingreso al interior del territorio. Su puerto era muy importante para todos, y estaba rodeada por un muro.
Subimos por curvas y escaleras hasta la parte alta, desde donde se ve la ciudad y un jardín botánico, allá arriba. No subimos más porque se venía la lluvia. Nos fotografiamos en la terraza, nos divertimos con las anécdotas de Francesca, fueron momentos estupendos. Me dice una compa: “Este es un lugar relajante” y le contesté: “La profe también es relajante”, muy acogedora y simpática.
En el jardín botánico hay bananeros, magnolias, palmeras, frambuesa y otras conocidas especies. Hay árboles sudamericanos y de otros continentes.
La profe nos invitó para un café en un bar. Cuando fui a tomar, por un movimiento involuntario de alguien, se volcó el mío. Me puse a limpiar y me olvidé que estaba comiendo un mini panino. Al rato me llamó Ginella y me dijo “Mirá que esto es tuyo” Y yo: “ya me lo comí”. Y entonces Beatriz me muestra un panino, ¡era el mío! Me había fallado de nuevo la memoria a corto plazo. (Risas). Yo andaba buscando el baño y al final desistí porque tenía que subir una escalera. No, no, mejor me aguanto.
A las 12.30, llegamos al restaurante, donde nos saludó el esposo de Francesca, muy amable.
El antipasto, primer plato, un platazo: salmón, atún, pez espada, pulpo y una ensalada de mar al centro: calamares con papas. El segundo plato, pizza de Recco. Tercer plato: arroz, risotto. Vino, blanco y tinto, agua. Y al final un café. ¡Un almuerzo muy rico!
Las tres hermanas chilenas, Piddo y su cuñada, nos hicieron reír con sus historias muy divertidas. Son unas chilenas llenas de vida, muy entusiastas, me cuidaron bien, me ayudaban en todo momento.
Cuenta Francesca que en esta ciudad han estado importantes personajes de la historia y del cine. Se dice que Mazzini nació aquí, que Garibaldi tenía parientes.
Copio del folleto que nos entregó la profe: Chiavari “ofrece una gran variedad de paisajes, una exuberante naturaleza y una fuerte persistencia de las tradiciones, sobre todo en el artesanato local y en la gastronomía. Fue centro de intercambio comercial desde la época romana y por todo el Medioevo. Actualmente ha desarrollados su vocación turística con el Puerto turístico y un moderno ‘lungomare’, disfrutable en todas las estaciones”.
“Chiavari es una de las ciudades más elegantes y ricas de historia de la Riviera Este ligure. Surgió en la llanura aluvional formada por los ríos Entella y Rupinaro, al pie de la colina de Bacezza”.
Los primeros asentamientos datan de 6-8 siglos aC. Durante la Edad Media, estuvo bajo el control de Génova. Primero fue construido el Castillo (1167), y más tarde los muros, casas, arcadas (1178/1208). Es la ciudad vieja que aún vemos, con calles paralelas con pórticos y caminos perpendiculares para formar un “Borgolungo”, un distrito largo. Una de las principales características son los pórticos, sostenidos por columnas y pilares de mármol o piedra negra, y los puestos para el comercio, que se remontan a la Edad Media.
En 1648 obtuvo el título de pueblo, pero permaneció ligado a Génova durante el período napoleónico. Al comienzo del siglo XX muchas familias emigraron hacia Sudamérica y ahora en Chiavari varias calles tienen nombres de ciudades sudamericanas, como Corso Buenos Aires, Corso Montevideo, y otros.
Salimos del restaurante bajo lluvia y nos fuimos rapidito a la estación. Por suerte el tren llegó en seguida. Los jóvenes del grupo estaban cocinando tortas fritas, los chilenos harían sopaipías, dice Beatriz.
Una jornada “redonda”, como dicen los chilenos: memorable.
La tía Nilda