Por cierto que el aumento del promedio de vida de la población mundial en las últimas décadas tiene un origen multicausal, como consecuencia de mejores condiciones de vida, incluyendo mejora de la higiene, disponibilidad de agua potable, extensión del mejor saneamiento y un avance formidable de la medicina en todas las áreas, entre otros factores, y como bien se señala en el artículo del Colegio Médico del Uruguay publicado en EL TELEGRAFO, de autoría del Dr. César Suárez, esto ha permitido un enorme avance en la salud del adulto mayor y la población en general.
Es pertinente, sin embargo, traer a colación elementos que expone el profesional en su aporte, en el sentido de que los avances en el diagnóstico, en los tratamientos, en las terapias, en la tecnología, tienen una contrapartida poco deseable y realmente perniciosa para la salud, como lo es el abuso o desproporción en la prescripción de medicamentos, que redundan en un balance negativo para el paciente por regla general, al sectorizarse los tratamientos y no hacerse una evaluación integral ajustada de sus efectos en la persona destinataria de estas prescripciones.
Considera el integrante del Colegio Médico del Uruguay que mediante estos avances en la medicina se ha logrado optimizar la pesquisa más temprana de enfermedades y tratarlas con recursos más eficientes, a la vez de una prevención masiva mediante la aplicación de vacunas.
Entre otros aspectos, la tecnología permite aplicar nuevas técnicas menos invasivas para resolver enfermedades que tenían desenlace fatal hasta no hace muchos años, y lo mismo puede decirse de la farmacología, por cuanto se utilizan drogas terapéuticas que permiten curar enfermedades o controlarlas muy eficientemente, prolongando la expectativa y la calidad de vida de los pacientes.
El punto es que se prescriben drogas para el tratamiento de enfermedades muy diversas –interrelacionadas o no entre sí– como hipertensión arterial, diabetes, problemas cardíacos, enfermedades articulares, problemas en la piel, en la próstata, enfermedades del aparato respiratorio, entre muchas etcéteras– y se acumulan por lo tanto pastillas y tratamientos de los más diversos, en un mismo organismo, que no tiene compartimientos para diferenciarlo, sino que es un todo que absorbe y procesa lo que recibe.
Destaca el facultativo que a medida que pasa el tiempo comienzan a hacerse más frecuentes las visitas a los médicos, se multiplica el número de especialistas consultados ante las diversas patologías y se reciben prescripciones de medicamentos que se van acumulando al recetario de cada paciente.
Indica que “cuando una persona toma más de 3 o 4 drogas diferentes, habrá inevitablemente interacciones medicamentosas y no es raro ver pacientes que acumulan más de diez medicamentos diferentes que a su vez llevan a generar intolerancia, o lo que es peor, efectos no deseados con un impacto negativo sobre la salud. Los medicamentos anti-inflamatorios tan frecuentemente usados suelen generar intolerancia digestiva y daño a nivel renal, los antibióticos usados en forma abusiva generan resistencia bacteriana y barren la flora intestinal, los ansiolíticos alteran el nivel de conciencia y riesgo de caídas”.
Concluye que “más es menos y llega la hora de reconfigurar las prescripciones, analizando minuciosamente la real necesidad de cada medicamento y evaluar las interacciones medicamentosas y recomponer el esquema terapéutico”.
Es decir, considerar al paciente en una evaluación general y no en particular de cada especialista, quien naturalmente prioriza su área a la hora de las prescripciones, aunque se suele interrogar al paciente sobre otro tipo de farmacología que consume regularmente.
Es de toda lógica coincidir con el planteo del Dr. Suárez en el sentido de que se impone la participación del médico de cabecera o médico de familia, que a través de esta evaluación de la historia clínica del paciente y de su entorno, de su situación, ajuste el plan terapéutico, lo que implica desechar determinadas drogas que se superponen, evaluar las dosis realmente necesarias, y eventualmente sustituirlas por otras que no resulten perniciosas tanto por el exceso como por la interacción, además de corregir hábitos.
Ello requiere interesarse más por el paciente, dedicarle más tiempo, tanto desde el punto de vista institucional de la medicina como el de la atención particular, por cuanto redundará en una mejor salud de la persona sometida a estos excesos de prescripción, lo que a la vez por regla general afecta a personas de la tercera edad, pasivos, que a su vez golpea su economía por prestaciones al pago de medicamentos y tratamientos.
Otro tema relacionado y que requiere a su vez un cambio también desde el punto de vista cultural es el de la automedicación, que conspira contra quien la practica pero asimismo contra el resto de la población, sobre todo en el caso de los antibióticos.
Al respecto es preciso traer a colación que el uso irracional de medicamentos como los antibióticos, que se manifiesta a través de la automedicación y la prescripción para situaciones que no están aprobadas, ha llevado a que éstos pierdan su eficacia ante los numerosos gérmenes multirresistentes que se han generado a nivel mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado hace años que probablemente para 2030, esta va a ser una de las principales causas de mortalidad.
El Dr. Gustavo Tamousinas, docente Grado 5 del Departamento de Farmacología y Terapéutica de la Facultad de Medicina de la UdelaR, reflexiona al respecto que “prácticamente la mayoría de los medicamentos se están usando de una manera bastante irracional o no ética porque la prescripción, producción, dispensación, debería basarse en criterios de salud y no en criterios económicos que son los que están predominando”.
La OMS definió en 1985 el uso racional de los medicamentos, como la situación en la que los pacientes reciben la medicación adecuada a sus necesidades clínicas, en las dosis correspondientes a sus requisitos individuales, durante un período de tiempo adecuado y al menor costo posible para ellos y para la comunidad. Visto de esta manera, el uso del medicamento no es sólo prescribir un comprimido y ya está, sino involucrar toda la cadena del medicamento.
El mal uso de los antibióticos causa una “pandemia” por la falta de eficacia de los mismos, tal como anunció desde hace años la OMS, indicó Tamousinas. Agregó que “las personas con infecciones por bacterias multirresistentes serán pacientes para los que si no tenemos más antibióticos no vamos a tener solución”.
En suma, estamos ante dos temas que en todos los casos requieren de un acercamiento del médico al paciente y viceversa, y tanto desde el punto de vista institucional estatal como privado debería partir la iniciativa para proponer y facilitar canales en este sentido, con campañas de educación activas con este fin, pero además con una disposición seria, contundente y eficaz para corregir estas falencias, en aras de una mejor salud de la población y racionalización de los recursos. → Leer más