Históricamente nuestro país ha tenido una interdependencia manifiesta con la Argentina, debido a la vecindad, por supuesto, pero también desde el punto de vista de la relación de las economías, al punto de que por muchos años –la historia cambió a partir de la crisis de 2001– muchas de nuestras empresas exportadoras volcaban la mayor parte de su producción al vecino país, y este hecho se mantuvo por muchos años sin mayores variantes a pesar de la imprevisibilidad también histórica de los vecinos, a partir de gobiernos que han cambiado las reglas de juego sobre la marcha ante sus avatares internos.
Precisamente esta imprevisibilidad ha obrado gradualmente como factor de impulso para que se intentara diversificar el destino de nuestro comercio exterior y disociarlo en la medida de lo posible tanto de Argentina como del Mercosur, lo que se ha logrado parcialmente pero sin evitar que igualmente se mantengan estrechos lazos de intercambio económico y marcadamente fuertes en áreas como el turismo.
Sin dudas que la crisis 2001- 2002, que derivara en el “que se vayan todos” en la vecina orilla, el arrastre de los depósitos de argentinos en Uruguay que dio lugar a la crisis bancaria y socioeconómica más dura de los últimos años en nuestro país, ha sido el factor detonante por excelencia del intento de disociación comercial y financiera respecto a la otra margen, y por cierto que en gran medida se ha logrado limitar la afectación directa de las crisis sobre nuestro país, aunque igualmente la diferencia de tamaño y dependencia histórica hacen que no sea posible evitar los flancos de vulnerabilidad en cuanto a las consecuencias de lo que ocurra tan cerca de nuestras fronteras.
Un caso notorio es el turismo, precisamente, desde que a partir de que se ha acentuado la diferencia de precios como consecuencia de la diferencia cambiaria, los turistas argentinos han ido desapareciendo de nuestras costas y como contrapartida, la corriente turística se ha ido revirtiendo al punto de que ahora son miles y miles de uruguayos los que cruzan las fronteras para hacer turismo, con el agregado distorsivo adicional de las compras masivas de lugareños en el litoral del país y las graves consecuencias sobre el comercio y la actividad en general en departamentos como Paysandú, Salto y Río Negro, fundamentalmente.
Igualmente, debe tenerse presente que por el tamaño de la economía los serios problemas que atraviesa la Argentina se proyectan sobre la región, incluyendo a Uruguay, Paraguay, Chile y Bolivia en forma directa, y en menor medida Brasil, el que debido a su tamaño enfrenta distorsiones solo en lugares puntuales.
Pero no es un factor para nada menor que la depreciación de la moneda argentina y el irracional esquema de subsidios cruzados hace que sus productos sean extremadamente baratos hacia afuera de fronteras y que al revés, prácticamente resulte un imposible venderle nada, a la vez que sus productos compiten con ventaja en los mercados internacionales, desalojando a los de países más caros, como Uruguay.
Y en este panorama para nada favorable la gran pregunta a formularse no es solo si las diferencias podrían agudizarse, sino por cuánto tiempo puede esperarse que se de este escenario tan distorsivo. Por supuesto nadie tiene la bola de cristal en esto, y mucho menos aún cuando estamos a pocos días de elecciones y presumiblemente cambio de signo de gobierno en la otra orilla, por lo que estamos ante una ecuación colmada de interrogantes y sin parámetros a partir de los cuales poder establecer una referencia más o menos confiable.
Es decir que solo pueden manejarse especulaciones, pero sí con el común denominador de que es una tarea prácticamente imposible generar respuestas efectivas para la crisis en el corto plazo, y en cambio, solo es posible esperar más parches e inestabilidad, por lo que las repercusiones hacia Uruguay de esta crisis permanecerán por un tiempo todavía indefinido, pero en ningún caso corto.
Viene a cuento de este análisis traer al tapete opiniones de analistas que refrendan lamentablemente estas aprensiones, y sobre todo evaluar hasta que punto nuestro país se ha podido desacoplar de lo que ocurre en la vecina orilla, pese a los avances de los últimos años. Los datos dan cuenta por ejemplo que el Producto Bruto Interno (PBI) de Argentina es el mismo que el de hace una década, y que en Uruguay ha crecido un 25 por ciento en el mismo período, lo que no obsta para que sigamos teniendo una fuerte interdependencia en lo que a turismo y consumo se refiere, además de lo que implica el Mercosur para ambos países.
Viene al caso la opinión de Nicolas Chichevski, gerente de la práctica de Análisis Económico de la consultora CPA Ferrere, al diario El País, en el sentido de que Uruguay se ha desacoplado de Argentina principalmente porque ese país se desacopló de la región y del mundo, con decisiones macroeconómicas que han alejado la inversión extranjera, salvo en áreas estratégicas y han determinado una inflación galopante en una economía desordenada y con múltiples tipos de cambio.
A su vez José Antonio Licandro, del área de regulación financiera del Banco Central del Uruguay, considera que el desacople de ambas economías es significativo, pero no del 100 por ciento, y que “la mayor interrelación se da en el turismo receptivo y en las compras de los uruguayos con un dólar blue en la Argentina”.
El economista Aldo Lema, por su parte, evalúa que “Uruguay debe seguir pensando la crisis argentina como permanente y desarrollar políticas consistentes con disminuir más su incidencia”. Al respecto es realmente trascendente que mientras hace unos 25 años el 20 por ciento de las exportaciones uruguayas iban hacia la Argentina, actualmente es del orden del 5 por ciento tras la diversificación de los países destino.
Asimismo, en la misma línea, los depósitos bancarios de no residentes argentinos han bajado del 20 al 5 por ciento en los últimos años, lo que hace que el posible contagio de las crisis bancarias sea mucho más reducido que hace dos décadas, por ejemplo, y consecuentemente también reduce las posibilidades de crisis, a la par que ha mejorado sensiblemente la regulación y la supervisión del sistema financiero.
Quiere decir que desde este punto de vista estamos mucho mejor que a principios del milenio, pero no por ello inmunes, por lo que debe insistirse en la adopción de medidas internas que permitan mantenernos con parámetros macroeconómicos razonables, con correctivos graduales llegado el caso y políticas públicas que en su continuidad contribuyan a la estabilidad macroeconómicas. Y ello es fundamental, ante les sobresaltos que inevitablemente sobrevendrán debido a la imprevisibilidad y factores distorsivos que seguirán primando en la vecina orilla, lamentablemente. → Leer más